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VIDAS EJEMPLARES

¿Sin pensión por la causa?

Luis Ventoso

DURANTE tres años largos, desde que iniciaron su fanática, despectiva, xenófoba y cansina campaña contra las leyes democráticas españolas, los independentistas han utilizado la técnica dialéctica de negar el principio de realidad. El Marlon Brando de este método interpretativo viene siendo Oriol Junqueras (y disculpen ... la comparación, tal vez un poco larga). El asunto consiste en negar lo obvio con una tranquilidad santurrona, teatral. Con bonhomía impostada se intenta vender como plausible una utopía que abofetea la razón, que carece de base histórica, que se sustenta en el desprecio al vecino y, sobre todo, que empeoraría drásticamente la vida de todos. Si es negro, yo digo que es blanco. Ya se encargarán TV3 y los medios subvencionados de adoctrinar al vulgo. Los ejemplos se acumulan. Si la UE afirma que una Cataluña desgarrada de España sería expulsada, Junqueras mira al techo, y con la pedagogía fatigada de un profesor perplejo ante las barbaridades que dicen en Madrid, explica pausadamente que «eso no es así para nada». Si las balanzas fiscales del Estado prueban que el cacareado robo no existe, los portavoces de guardia de la Generalitat desdeñan al minuto el valor de esos cálculos, aritmética infantil comparados con los del sabio local, el profesor Mas-Collet (una eminencia de fama mundial, sí, rescatada una y otra vez por el Tesoro español ante su incapacidad de cuadrar las cuentas). Si los Pujoles saquean a los catalanes, todo es una ladina maniobra del diabólico Cesid contra el proceso. Si se comenta que la independencia abriría durante generaciones una brecha de odio profundísima, Junqueras compone una sonrisa abacial y dice que «para nada», que será «una relación amistosa» entre dos pueblos que comparten enormes afectos.

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