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Igualdad y pujolidad

Como en la granja de Orwell, todos los catalanes son iguales, «pero hay unos que son más iguales que otros»

Iñaki Ezkerra

Es la pregunta obligada de estos días: ¿Toda esta marea pestilente de la corrupción pujoliana, con la que estamos desayunando y en la que nos estamos bañando este verano, afecta al llamado «proceso soberanista»? La respuesta sería fácil si la ideología que lo ampara se sostuviera sobre unos cimientos éticos. En tal caso, temblaría todo el edificio secesionista, se derrumbaría o quedaría fuertemente tocado, sin autoridad moral para asumir un reto de esa índole, basado en una afrenta económica cuya falsedad ha quedado no sólo evidenciada sino ilustrada. El problema es que el nacionalismo catalán, como todos los nacionalismos, no se sostiene sobre pilares morales, ni siquiera ideológicamente, sino sobre lo contrario: sobre una doctrina incivil de la exclusividad y el privilegio que ignora lo moral. Los escándalos de los ERES andaluces y las mariscadas sindicales sí han afectado a la estructura del edificio socialista porque ideológicamente, filosóficamente al menos, éste se sostenía sobre una ética de la justicia social. El caso Gürtel y el de Bárcenas también han afectado a las pilastras y la fachada de la casa de los populares por la misma razón: porque ese partido, al menos en su ideario, apela a una ética conservadora de la libertad y se postuló como alternativa de regeneración para derribar al felipismo en el 96. En cambio, los nacionalismos sostienen que ser catalán o vasco o español es lo mejor que se puede ser en la vida y que, sólo por serlo, ya se poseen unas virtudes intrínsecas que le colocan a uno por encima del bien y del mal. El nacionalismo catalán halaga a sus acólitos en lo que ya son sin haber hecho ningún esfuerzo: catalanes. No tienen que ser mejores, ni individual ni colectivamente. La ética no es lo suyo entre otras cosas porque ésta es igualitaria y universal. El nacionalismo catalán ni dice ni siente que Pujol lo ha traicionado. La única traición que cabe contra una ideología así no es robar ni mentir diciendo que te roban, sino cuestionar las virtudes de la catalanidad.

Por esa razón el nombre de la plataforma «Libres e Iguales» es más que oportuno. Resulta fundamental insistir en la cuestión de la igualdad porque es la que impugna todo nacionalista esencialmente; porque el nacionalismo es un mecanismo imparable de desigualdad. No se detiene ni hacia fuera ni hacia dentro de sus feudos. Los nacionalistas ni consideran iguales a los otros ni se consideran iguales entre sí. Por eso siempre acaban a tortas entre ellos; porque la desigualdad es un principio violento y siempre hay quienes pretenden encarnar las esencias de lo nacional. Antes que la Noche de los Cristales Rotos hubo una Noche de los Cuchillos Largos, o sea una guerra de nazis contra nazis. Y Heidegger sostenía que la verdadera Casa del Ser estaba en la Selva Negra, o sea en su propia casa. Se empieza diciendo quién no es ario y se termina diciendo que se es más ario que todos.

Dentro del nacionalismo catalán también hay categorías. Hay una Selva Negra y unos patas negras –los Pujol– que han manejado Cataluña durante más de tres décadas como si fuera el yate familiar. Quien interpreta que el exhonorable hasta el último momento, hasta en el comunicado autoinculpatorio, ha antepuesto los intereses de él y de sus hijos a los de Cataluña y a los del nacionalismo catalán no ha entendido que ese dilema no existe porque para los Pujoles la pujolidad es la quintaesencia de la catalanidad. Como en la granja de Orwell, todos los catalanes son iguales, «pero hay unos que son más iguales que otros».

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