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POSTALES

Semejanzas y diferencias

José María Carrascal

«MÁS diferencias que semejanzas», dijo Pedro Sánchez de su entrevista con Rajoy. De hecho, solo coincidieron en rechazar la «consulta» catalana, pero sin concretar siquiera la estrategia contra ella. En el resto, no, no y no, con capítulos tan curiosos como que, de llegar al poder, cancelará la reforma del mercado laboral que ha traído la primera recuperación del empleo o dará un sueldo a los parados con hijos y sin prestaciones, que recuerda la idea de Pablo Iglesias de dárselo a todos los españoles. Y no les digo nada del federalismo, que esconde la falta de proyecto socialista no solo para Cataluña, sino también para gobernar hoy. Si comparan las declaraciones de Sánchez con las de Rubalcaba, comprobarán que son las mismas. Para inmovilismo, el suyo. Con un agravante: pone distancias con Rajoy por miedo a Iglesias e incluso imita a este, al considerar la «igualdad» su meta, cuando los países donde hay más desigualdad son los gobernados por la extrema izquierda que seduce al líder de Podemos. Lo siento, pero regenerar comienza con poner fin a mensajes equívocos y melifluos como estos.

«Más semejanzas que diferencias» es lo que le gustaría a Artur Mas poder decir de su entrevista con Rajoy. El presidente de la Generalitat llega a La Moncloa con el lanzazo en el costado de quien le puso en el cargo. Su partido intenta ahora poner distancias con él y le ha forzado a renunciar a sus privilegios. Pero este no es un caso de confesionario, a liquidar con Padrenuestros y Avemarías. Ni siquiera es el caso Pujol. Es el caso del «pujolismo». El del 3 por ciento que Maragall denunció y no persiguió. El del saqueo del Palau. El de Caixa Bank, con sus jubilaciones millonarias. El de los túneles del metro del Carmelo. El del propio Mas: ¿acaso no era él consejero de Hacienda bajo Pujol? Los lectores de estas «postales» lo habrán leído reiteradamente en ellas: la clase dirigente catalana ha usado el nacionalismo para llevarse el dinero a espuertas –o en bolsas deportivas– y busca librarse de la Justicia española con el independentismo. Aunque hay culpas para todos: los gobiernos del PSOE y del PP que se lo consintieron y frenaron a los fiscales, a cambio de los votos que necesitaban para gobernar.

Coincido en que llega la hora de gobernar de otra manera. De encontrar el encaje de Cataluña en España. Pero también el del resto de las autonomías. ¿Acaso la financiación autonómica no es injusta? Pero para eso no se necesita cambiar la Constitución del 78. Se necesita solo cumplirla con la buena fe que se redactó y se votó, para luego no cumplirse. Se proclama en ella una España plural y unida, porque todos los españoles somos distintos como personas e iguales como ciudadanos, tanto en derechos como en deberes. Sin privilegios ni excepciones.

Oigo voces pidiendo a Rajoy que salve a Mas y a Sánchez. En democracia, cada palo aguanta su vela. Sin salvación para quienes se obstinan en el error.

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