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EL CONTRAPUNTO

Fin de régimen (II)

Isabel San Sebastián

El PP, de puertas adentro, hoy, es un clamor. Un grito de inquietud derivada del castigo sufrido en las elecciones europeas, que traduce un hondo malestar en sus votantes. Un lamento de incomprensión ante la falta de reacción por parte de quienes tienen los instrumentos necesarios para taponar la hemorragia y la responsabilidad de acometer esa tarea. El poder, traducido en cargos, ejerce de momento la doble función de argamasa capaz de mantener la cohesión y mordaza silenciadora de protestas, pero no por mucho tiempo. El mar de fondo va creciendo, levanta olas que embisten contra los tecnócratas del «clan de los abogados del Estado», cuya máxima representante es Soraya Sáenz de Santamaría, y demanda al partido un cambio de rumbo sustancial.

En varios despachos de la calle Génova, así como en más de una comunidad autónoma y ayuntamiento gobernados por los populares, se cuentan con enorme preocupación los sufragios perdidos, buscando los motivos susceptibles de explicar esa sangría. A grandes rasgos y con pequeñas diferencias de matiz, tres son las causas a las que se imputa la debacle:

1. Una gestión cómplice de la corrupción, merced a la cual buena parte de la ciudadanía ha llegado a la conclusión de que no existe por parte del PP voluntad alguna de erradicar esta lacra, sino, antes al contrario, el empeño deliberado de mantener espacios acotados de impunidad, dentro de los cuales todo esté permitido para ciertos personajes. El incumplimiento flagrante del compromiso programático de despolitizar la Justicia, unido a la ausencia de un desmarque claro de Luis Bárcenas y demás protagonistas de Gürtel, realizado con publicidad y traducido en hechos, no hace sino abonar esta percepción generalizada.

2. Una clara falta de diligencia y coraje en la respuesta al desafío secesionista catalán y vasco, tan acusada como para haber llevado al Gobierno a perder el control de un problema que, en este momento, nadie sabe cómo afrontar. Si a ello añadimos la humillación infligida a las víctimas del terrorismo con la presencia de los bilduetarras en las instituciones y la liberación de Bolinaga y otros asesinos múltiples, se comprende que el PP haya perdido, para muchos, la condición de referente político en la defensa de España y el combate contra el terrorismo, con el consiguiente desgaste electoral.

3. Un abordaje de la crisis económica que ha puesto todo el acento en la macroeconomía y el rescate del sistema financiero, auxiliando a los bancos con miles de millones de euros procedentes de los bolsillos del contribuyente asalariado, mientras la clase media se empobrece y ve cómo sus hijos son condenados al paro, el subempleo o la emigración, a pesar de gozar de una formación excelente. En las sedes del PP se constata, con estupor, que es esa clase media asfixiada a impuestos y desencantada la que está abandonando el barco a toda prisa, para refugiarse en la abstención, Ciudadanos, UPyD o Vox.

Ante el peso abrumador de estos agravios, el discurso de la anunciada recuperación económica se queda muy corto. Semejante acumulación de ofensas requiere, para hacerse perdonar, mucho más que grandes números o promesas vagas. Los trucos de prestidigitación, consistentes en elegir directamente a los alcaldes o limitar el número de aforados, ya no sirven. El fantasma del miedo a un posible frente popular no basta. Hacen falta acciones firmes acompañadas de voces valientes. Es preciso hacer Política, con mayúscula. No lo digo yo, lo dicen ellos: los que se juegan el puesto en los próximos comicios sin reconocer las siglas a las que representan.

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