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EL RECUADRO

Me han hecho un «selfie»

Por ahí debo de andar, por Facebook o Twitter, como me quisieran ver muchos rojos trincones y progres del perol: colgado

A mí me habían hecho hasta ahora muchas cosas: radiografías, cabo topógrafo, abuelo... Por hacerme, hasta me habían hecho, chorreando generosidad, Hijo Adoptivo de Cádiz. O incluso, también yéndoseles la mano a los que tal hicieron, numerario de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Pero la verdad que hasta ahora no me habían hecho lo que el otro día por las calles de Sevilla durante la Semana Santa: un «selfie».

Sí, ya lo sé: suena fatalmente obsceno y concupiscente esto de que te hagan un «selfie». Si no se conocen los neologismos de las nuevas tecnologías, puede ocurrir como con el panegírico de aquel periodista sevillano. Érase que en los años 40 había en Sevilla un periodista muy mal visto por la situación, que las pasaba canutas el hombre para colocar sus artículos y reportajes a tanto la pieza, pues era dos cosas a cuál peor en aquellas fechas: rojo y homosexual. Se había librado por tablas de la depuración, pero en ningún diario lo querían colocar fijo de plantilla. Hasta que un falangista muy liberal (como tantos de la camisa azul, pese a los tópicos), redactor jefe a la sazón de la «Hoja del Lunes» de la Asociación de la Prensa, le dio cobijo en sus páginas. Aquel redactor jefe era bastante iletrado y había llegado al puesto por su destreza en una nueva tecnología de entonces: la taquigrafía. Y tan agradecido estaba el represaliado periodista republicanote y perguelón por el cobijo laboral, que le dijo un domingo a su protector:

–Mira, yo te estoy tan agradecido que el día que tú quieras y donde tú quieras, estoy dispuesto a hacerte un panegírico...

Aquello del panegírico le sonó al liberal de la camisa azul como a número raro de pecado nefando, por lo que, muy digno y machote, le dijo inmediatamente a su protegido plumilla mariquituso:

–Muchas gracias, pero yo no soy hombre de esas cosas...

De no ser socio fundador de Internet en España y pionero de las nuevas tecnologías aplicadas a este oficio, podía haberme ocurrido igual que al falangistón con el plumilla de la pluma, cuando la otra noche, viendo cofradías, un chaval me paró por la calle y me dijo:

–¿A usted le importaría que yo le hiciera un «selfie» conmigo?

Le dije todo lo contrario que el otro a la honesta proposición de panegírico:

–En absoluto, porque sabe usted que sí soy hombre de estas cosas...

Y por ahí debo de andar, por Facebook o por Twitter, como me quisieran ver muchos rojos trincones y muchos progres del perol: colgado. Pero colgado en efigie. En la fotografía que este muchacho hizo en un periquete, tomando su teléfono móvil, poniéndolo a modo de espejo ante nosotros y disparando como en pelotón de fusilamiento de arranque de novela de Gabriel García, que es como los verdaderamente íntimos llamábamos a Gabo.

Es una pena que el «selfie» haya llegado tan tarde. A mí me hubiera gustado ver a ese Colón autorretratrado con su móvil al llegar a América... por equivocación. Rodrigo de Triana, en vez de «¡Tierra a la vista!», hubiera exclamado: «¡Almirante, qué pedazo de “selfie” para subirlo a Twitter se va a hacer vuesa merced con las Indias al fondo!». La televisada llegada del hombre a la Luna tuvo mucho de «selfie» del poder de los Estados Unidos ante los rusos. Yo he visto esta Madrugada de Dios, en Sevilla, hacerse la gente «selfies» con el fondo de otro descubrimiento mayor: la belleza de la Esperanza Macarena. Y por este furor de la chavalería con los «selfies», Durero y Van Gogh habrán ganando muchos puntos, con sus «selfies», digo, sus autotorretratos. Ahora, que ninguno como Velázquez. ¡Menudo «selfie» se hizo Velázquez en «Las Meninas» para presumir de Infantas en el Twitter del Museo del Prado!

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