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HORIZONTE

Cui prodest?

La cuestión es ¿quiénes son los nuestros? Si derrocamos a Al Assad, ¿a quién queremos tener en el poder?

Ramón Pérez-Maura

«Me encontré con que podía contemplar mucho silencio en Hama, porque para cuando llegué los molinos de agua estaban rotos. El canto del muecín se había acallado mortalmente, y los únicos gritos que uno oía permeando las estrechas calles surgían de viudas y huérfanos ... que habían sobrevivio a la masacre. Incluso cuando yo llegué, unos dos meses después de las matanzas multitudinarias, no se habían acabado de diluir todos los restos de sangre en las aguas del Orontes...». En el capítulo 4 «Hama rules» de su libro «From Beirut to Jerusalem» (Collins. Londres, 1990) el gran periodista norteamericano Thomas Friedman describe su entrada en febrero de 1982 en la ciudad de Hama arrasada por Hafez al Assad. Fue una barbarie en la que perecieron unas 20.000 personas y se aplanó barrios enteros de la ciudad con apisonadoras que dejaban a ras de superficie las manos o los pies de los cadáveres que se aprovechó como relleno. La familia Assad marcó las reglas de la política Siria sin dejar lugar a equívoco. Durante más de treinta años se le ha consentido por parte de Estados Unidos, Rusia... Y hasta España. Al entierro del matarife de Hama el Gobierno español envió el 13 de junio de 2000 a su vicepresiente, Mariano Rajoy Brey. La «Realpolitik». Y apenas unos días antes de que empezara la guerra civil que hoy desangra el país, la ministra española deExteriores, Trinidad Jiménez, se paseaba por Damasco ensalzando el espíritu reformista y aperturista de la satrapía hereditaria de esa dinastía alauí. Política de Estado, nos dirá hogaño.

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