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Las violaciones sistemáticas de mujeres en el Congo denunciadas a través de una exposición fotográfica

«Mujeres que rompieron el silencio», de Concha Casajús, pone de manifiesto la lucha de las congoleñas por sobrevivir en un país marcado por la violencia

«Mujeres que rompieron el silencio» JUAN MANUEL SERRANO ARCE
Marcelino Abad

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«Una puede incluso decir: tortura, violación, destrozo, olvido, humillación, abandono, y no son más que palabras oídas muchas veces, que les pasan siempre a otros». La situación que viven las mujeres en la República Democrática del Congo no se puede expresar con palabras. Su significado no alcanza para explicar los abusos que sufren a diario. Pero en sus miradas se cuela la crudeza, y en ese instante la cámara los capta. Retrata el tormento al que están condenadas quienes no son nadie en un país maldito por sus riquezas minerales. Pero también la dignidad de quienes luchan por sobrevivir después de haberlo perdido todo. Mujeres ultrajadas, violadas, rotas... capaces de sobreponerse a toda clase de humillaciones.

«Mujeres que rompieron el silencio» es el grito de superviviencia de Benitte, Sifa, Charlotte, Justine, Emiliane, Cibalonza... y también el título de la serie fotográfica de la veterana Concha Casajús , que se expone hasta el 12 de julio en el Palacete del Embarcadero de Santander, dentro del marco de actividades culturales organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), en conjunción con los textos de las escritoras María Eloy-García y Estrella de Diego , tan desgarradores como las imágenes.

Cada fotografía se enmarca en la crisis política que atraviesa el país desde el genocidio de Ruanda de 1994, con el escenario de la Primera Guerra del Congo (1996-1997) y de la Gran Guerra de África (1998-2003) -el conflicto más mortífero desde la Segunda Guerra Mundial, con cerca de 4 millones de muertos-. Desde entonces, la República Democrática del Congo, uno de los países más ricos del planeta, es un infierno donde las potencias compiten por sus depósitos de cobre, oro, diamantes, cobalto, uranio, coltán y petróleo, mientras el territorio se desangra en una guerra continua en la que las milicias y los grupos político-militares no dan tregua.

Quienes más pierden en la contienda son ellas: las niñas, sus madres y abuelas, objeto de toda clase de tiranías. La cultura de la violación impera en el Congo: violaciones en grupo, violaciones como forma de humillación, esclavitud sexual, mutilación genital... Además de sus consecuencias más directas: transmisión de enfermedades infecciosas, partos prematuros, violencia psicológica, aislamiento del resto de miembros de la comunidad...

Pese a que el artículo 14 de la Constitución congoleña garantiza la igualdad entre hombres y mujeres, la realidad es otra. Organizaciones internacionales como Acnur, Unicef o la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) denuncian la gravísima violencia a la que están sometidas las mujeres, especialmente al este del país, en las provincias de Ituri, Kivu Norte y Kivu Sur, las zonas más ricas en recursos minerales.

La serie fotográfica de Casajús es testigo de esa realidad que remueve las entrañas. «En los últimos años los hechos se han agravado y deben afrontar las violaciones infantiles de sus hijas. Cuando son ellas las agredidas, sacan fuerzas de flaqueza y valor suficiente para superar lo que sea, pero cuando se trata de sus niñitas, violadas desde los dieciocho meses, lloran sin consuelo posible, amargamente, y gritan pidiendo ayuda», dice el texto que acompaña a las imágenes.

Cada fotografía revela una historia personal: Cibolonza fue violada a los tres años; a Cifa con cinco años también la violaron; Chance con cinco años vio el asesinato de sus padres, después le cortaron una pierna; Bahati fue violada por seis hombres y después rechazada por su familia; Naema fue violada y torturada, durante la violación le introdujeron un tronco delante de sus seis hijos; Marie fue violada, después encontró a sus hijos en una fosa séptica... Al igual que la violencia, el relato no cesa.

Pero no solo las violaciones martirizan a las mujeres, también la hematomancia, que goza de gran arraigo en la vida del Congo. Para hacer los rituales de magia negra, los criminales raptan a las niñas y después de violarlas utilizan su sangre como fuente de poder y riqueza. Una infamia salvaje.

El corazón de África hoy

La República Democrática del Congo está sumida en un periodo de inestabilidad política que se agrava desde diciembre de 2016, cuando el presidente Joseph Kabila debía haber dejado su cargo después de concluir su segundo mandato, como marca la ley congoleña.

Sin embargo, los comicios no llegan, pese a que se había establecido como fecha tope para su celebración este 2017. Tras el fallecimiento de su máximo rival político, Etienne Tshisekedi , todo parece que será el opositor Moise Katumbi quien le disputará la presidencia, máxime con los rumores que apuntan a que se ha aliado con el hijo de Tshisekedi para derrocarlo.

Un escenario que se tornará más mortífero de lo que ya es, pasto de los distintos grupos que luchan entre ellos y contra el gobierno por el dominio de las riquezas naturales.

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