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El turismo egipcio se estrella con el MS804

Desde la caída del MS804 hasta el atentado contra un avión ruso lleno de turistas, pasando por el secuestro de un avión de EgyptAir, el asesinato de un joven italiano en El Cairo y el bombardeo «por error» sobre una docena de turistas mexicanos, esta cadena de catástrofes hacen temer que el turismo egipcio no sea capaz de recuperarse

Dos solitarios turistas pasean en el Valle de los Reyes (Luxor), cerca de la tumba de Tutankamón, que hace años registraba colas de cientos de visitantes diariosU ALICIA ALAMILLOS
Alicia Alamillos

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El 21 de mayo, tan sólo tres días después de que un avión de Egyptair se estrellara contra el Mediterráneo con 66 personas a bordo , una pareja de españoles aterrizó en el Aeropuerto Internacional de El Cairo . Ese sábado no llegó ningún vuelo internacional de la compañía egipcia, de tres días de duelo por la pérdida del MS804 . El vuelo en el que viajaban los españoles era un Alitalia que hacía la ruta Roma-El Cairo y que ha servido durante años como una de las más sencillas rutas europeas para visitar el país de los faraones. Sin embargo esta vez, en su vuelo eran prácticamente los únicos turistas. Poco más de media docena de los pasajeros se detiene a comprar una visa u observa un poco confundido el montón de taxistas que se acercan solícitos a la salida de la terminal. Sólo han pasado tres días desde la caída del MS804, y el turismo egipcio contiene el aliento, temeroso que este último golpe –sea fallo técnico, sea atentado terrorista– termine por hundir una industria que lleva años de capa caída. En los últimos ocho meses, Egipto ha sufrido desde un atentado de Daesh contra un avión de pasajeros ruso, que mató a 224 personas , hasta el secuestro de un avión de EgyptAir (sin víctimas), pasando por la tortura y asesinato de un joven italiano en El Cairo. Antes, en septiembre, el Ejército egipcio bombardeó por error un grupo de turistas, matando a ocho mexicanos y varios guías egipcios.

«Me da pena por los egipcios, esto del turismo está cada vez peor y ellos no tienen ninguna culpa» , comenta el hombre, que visita por tercera vez El Cairo. En su primera ocasión, en tiempos de Hosni Mubarak antes de la Revolución de 2011, miles de turistas se agolpaban diariamente bajo el sol para acercarse a las pirámides de Giza o para asomarse a la tumba de Tutankamón en Luxor. Los trabajadores del turismo apenas daban abasto y el negocio no parecía tener fin. La segunda vez fue en 2012, un año después de la caída de Mubarak y con el país todavía inmerso en la agitación social propia de las revoluciones, y cuenta que los comerciantes le seguían con ojos codiciosos en el conocido mercado de Jan al Jalili. «Se les notaba desesperados».

En 2010, el país de los faraones, las mezquitas y de paradisiacas playas en el Mar Rojo, recibió cerca de 15 millones de visitantes (14,7), según recogen cifras de las Naciones Unidas. Tras la revolución de enero de 2011, cuando millones de egipcios se sumaron a la «primavera árabe» y salieron a la calle pidiendo «pan, libertad y justicia social», las visitas turísticas descendieron hasta sólo 9,5 visitantes ese año. Entre 2012 y 2014 la industria recuperó ligeramente el pulso, pero tras la asonada militar en 2013 y la posterior represión contra los partidarios de los Hermanos Musulmanes , así como una oleada de atentados contra comisarías y puestos de policía en El Cairo, volvieron a espantar a las agencias de turismo: En 2015, tan sólo 9,3 millones se visitaron Egipto, con sus pirámides y sus ‘resorts’ junto al mar. Tras la muerte de los turistas rusos el pasado octubre y el asesinato de Regeni en enero, el número de turistas que llegaron a Egipto en el primer cuarto de 2016 cayó un 40% con respecto a 2015. El Ministerio de Turismo había fijado las expectativas para 2020 en 20 millones, una cifra que, tras los últimos desastres, parece imposible de alcanzar.

«Egipto deberá esforzarse 10 veces más de lo que habíamos planeado» para recobrarse, señaló esta semana el ministro de Turismo Yehia Rashed . Especialmente en la percepción de inseguridad que existe sobre el país: El Ministerio de Asuntos Exteriores (MAEC) advierte en sus recomendaciones de viaje a Egipto «contra cualquier viaje salvo por razones de necesidad» a todo el país, exceptuando Luxor, Asuán y los resorts del Mar Rojo.

Buscando el apoyo de las potencias internacionales, el exgeneral Abdelfatah Al Sisi y actual presidente se erigió como baluarte de la seguridad en Egipto, y justificó así sus políticas represivas y muchas veces contrarias a los derechos humanos. En su lucha contra la aparición de una filial del autoproclamado Estado Islámico en el Sinaí, una zona económicamente deprimida y maltratada por los sucesivos gobiernos egipcios, los militares y policías han reaccionado con una violenta campaña, destruyendo viviendas de civiles sospechosos de colaboración con los grupos islamistas, con arrestos y ejecuciones extrajudiciales y han instaurado un clima de odio y resentimiento hacia el gobierno cairota, según denunció el último informe de Human Rights Watch . «Al Sisi ha buscado la seguridad a un coste altísimo», explicó a ABC el analista del centro Carnegie en Oriente Medio, Amr Ali .

Inseguridad aérea

Fue precisamente Wilayat Sina , la «provincia» egipcia de Daesh, quien reivindicó el atentado contra un avión ruso que se estrelló contra el Sinaí el pasado 31 de octubre y desnudó la inseguridad de los aeropuertos egipcios. Tras el atentado, tanto Reino Unido como Rusia suspendieron todos los vuelos a y desde el muy turístico resort de Sharm El Sheij , dejando varados a cientos de turistas y generando pérdidas millonarias en la industria turística. Tanto Reino Unido como Rusia aceptaron reabrir las rutas aéreas tras el aumento de seguridad que Egipto ha sometido a sus aeropuertos. Sin embargo, cuando Egipto negociaba la vuelta de las aerolíneas rusas –principales turistas que llenaban durante todo el año la costa sur del Sinaí-, un desequilibrado mental secuestró un avión de EgyptAir. El pasado marzo, un avión de la compañía nacional egipcia fue secuestrado y obligado a aterrizar en Chipre ante la amenaza de Seif Eldin Mustafa , egipcio, de hacerse estallar. El cinturón de explosivos resultó ser falso, fabricado con unos cuantos cables, plásticos y cartones que el secuestrador hizo pasar por la seguridad del aeropuerto diciendo que era un aparato médico.

Además de los «daños colaterales» en su lucha contra la insurgencia en el Sinaí (zona prácticamente vetada a los periodistas), bajo el régimen de Al Sisi otras violaciones de los derechos humanos se perpetúan. ABC ha tenido la oportunidad de hablar con organizaciones que reciben a víctimas de torturas, con abogados que son detenidos durante días por su trabajo por los derechos humanos o con familiares de jóvenes desaparecidos forzosos. En Egipto, cada vez más inmerso en un estado policial, ni siquiera los extranjeros están a salvo, clamaban los pocos manifestantes que se atrevieron a acudir con velas a la embajada italiana en El Cairo cuando se conoció la muerte del estudiante Giulio Regeni , que había sido desaparecido, torturado y asesinado «como uno de nosotros».

La muerte de Regeni tensó las relaciones Italo-Egipcias como nunca antes. Roma llamó a consultas a su embajador en El Cairo y algunas compañías turísticas italianas, como la Asociación Italiana de Turismo Responsable, suspendieron sus viajes organizados a Egipto en protesta por la falta de colaboración en la investigación de las autoridades egipcias.

Regeni no es el único extranjero muerto en suelo egipcio. En septiembre, un grupo de turistas mexicanos que descansaba tranquilamente en el oasis de Bahariya , en el desierto occidental, fue bombardeado por error por las fuerzas aéreas egipcias, que los confundieron con terroristas islámicos, según se apresuraron a justificar desde el Gobierno. Ocho mexicanos y cuatro guías egipcios murieron en el incidente. El pasado marzo, la Federación Nacional de Operadores Turísticos acordó compensar monetariamente a algunas de las familias mientras que de momento nadie en el Ejército ha asumido responsabilidades. Desde entonces, el desierto occidental ha visto como las visitas caían en picado. «No es el momento de ir ahí», comentan egipcios que trabajan en el mundo del turismo.

Turismo, negocio nacional

Ramy, un joven de unos 25 años que habla árabe, español y cuenta con un nivel más que aceptable de inglés, trabajaba para la agencia de turismo Destinia (con oficinas centrales en Madrid). Ante la espantada de los turistas, perdió el trabajo. Con tres idiomas y una carrera universitaria en Turismo sólo tenía una salida que pudiera sostenerlo con dignidad: convertirse en un operador de atención al cliente en Vodafone. Junto a Ramy, unos trescientos jóvenes trabajan sólo en el área de «español» de Vodafone, externalizado a Egipto. Muchos de sus compañeros, cuenta, vienen del mundo del turismo. A su lado, Amr –recién casado- añade que cuando trabajaba en turismo ganaba «cuatro veces más que ahora» (gana unos 150 euros al mes) y que conoció «a muchísimos españoles». Ahora vive en la zona de Al Haram, arrabal cairota junto a las pirámides. Un autobús lo recoge cada mañana a las 6 para empezar a trabajar hacia las 9. A las 8 -si no hay trafico- de la tarde llega a casa, tras dos horas más de autobús. «Pero bueno –se encoge de hombros- cuando se cierra una puerta se abre una ventana».

El negocio del turismo empleaba cerca de un 15% de la población activa según la Agencia Nacional de Estadísticas, y generaba ingresos de 11,1 miles de millones de euros anualmente. En 2015, esas cifras se habían reducido a más de la mitad, con 5,45, estancando el crecimiento de la economía egipcia, gran dependiente de esta industria.

Otra consecuencia de la bajada del turismo en Egipto ha sido la falta de flujo de dólares en el país. «Antes, por los extranjeros, entraban muchos dólares. Ahora el cambio está por las nubes», explica Amr Ali, del think tank Carnegie para Oriente Medio. «Para volver, el turismo necesita estabilidad, y el Gobierno está lejos de poder prometerla», añade.

En Luxor, el taxista Hassan se indigna ante lo que considera una percepción injusta: «Aquí en Luxor no hay violencia, no hay terrorismo. Quizá en El Cairo, pero aquí no» , defiende a ABC. «En Luxor no hay otros negocios, todas las familias vivimos de eso», insiste, señalando que nadie pondría en peligro esos ingresos traídos por los turistas. En la ciudad, importante enclave turístico al sur del país, todavía se recuerdan el atentado de 1997, cuando varios terroristas islámicos de un grupo precursor de Wilayat Sina, Al Gamaa Islamiya, entraron en el histórico templo de Hatsheput, abatieron a balazos y pasaron a cuchillo a más de cincuenta turistas que paseaban entre las ruinas. Tras la tragedia, la industria turística egipcia tardó años en recuperarse. La reacción de los habitantes en Luxor –de total rechazo- terminó acabando con el propio Al Gamaa Islamiya . En junio de 2015, supuestos terroristas de Daesh intentaron atentar en el templo de Karnak, pero fueron denunciados a la policía por el mismo taxista que los llevó a la puerta.

«El turismo volverá. Tarde o temprano volverá. Es lo que pasa cuando tienes el 40% del patrimonio histórico mundial», insiste Adel Beshai , profesor de Economía de la Universidad Americana de El Cairo. Como él, muchos egipcios se resisten siquiera a imaginar que Egipto no pueda recuperar las cifras de 2010. «Volverá. Tarde o temprano».

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