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Trump abre la mayor brecha con los republicanos por su guiño al racismo

Los expresidentes Bush y los senadores, en tromba contra los supremacistas blancos. La desbandada de protesta de las grandes compañías obliga a Trump a disolver su consejo asesor

El presidente ha dado una respuesta ambigua y equidistante a los incidentes de Charlotesville REUTERS
Manuel Erice Oronoz

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La brecha entre los republicanos y su presidente empieza a ser insalvable tras siete meses de mandato. La rectificación de Donald Trump al valorar los disturbios de Charlottesville, en forma de nuevo guiño a los supremacistas blancos después de haber arremetido contra ellos, ha tenido aún más impacto que su equidistante reparto de culpas entre extrema derecha y extrema izquierda la noche de autos. Los dos expresidentes Bush, George H. W. y George W., salieron al paso de la rectificación con un comunicado conjunto: «América debe rechazar siempre el fanatismo racial, el antisemitismo y toda forma de odio». El rechazo de los senadores es absoluto, incluidos los más partidarios de Trump, a quien reprochan una falta liderazgo moral, que «está diviendo a los americanos, en lugar de unirlos», como denunció Lindsey Graham. La frase del presidente « también hay gente buena entre los supremacistas blancos» ha resultado demoledora para un Partido Republicano que atesora en su pasado la disolución del Ku-Klux-Klan, a cargo de su antecesor Ulysses Grant (1869-77), y que ahora amenaza ruina por los zarpazos retóricos de Trump. Su líder en el Congreso, Paul Ryan, clamaba ayer: «La supremacía blanca es repugnante. No puede haber ambigüedad moral».

Coincidiendo con el funeral de Heather Heyer, la joven manifestante asesinada por un neonazi que arremetió con su coche contra los manifestantes de izquierdas, Trump alabó en Twitter a «una increíble mujer a la que todos recordaremos» . La noche anterior había reconocido a la prensa no haber contactado ni visitado a su familia. La intervención ante los medios del presidente no pudo ser más dañina para sus propios intereses. Bastaba ver los gestos de desaprobación de su recién nombrado jefe de gabinete, el general John Kelly, quien ayer confesaba en privado su «frustración». Uno de los ideólogos mediáticos del renovado supremacismo blanco, Steve Bannon, asesor del presidente, sacaba ayer pecho por su probada capacidad de influencia, tras haberse barajado su destitución.

El perjuicio a la Casa Blanca es un hecho también medible por la desbandada en bloque de las compañías que integran el consejo industrial asesor de Trump , quien se vio forzado ayer a su disolución. A la que hay que sumar la carta que Douglas McMillon, director ejecutivo de la primera empresa del país, la de los hipermercados Walmart, escribió al millón y medio de empleados para rechazar la postura del presidente.

El impacto del inédito comportamiento de un presidente frente a los grupos racistas de Estados Unidos amenaza directamente a su propia agenda . La enorme distancia entre la Casa Blanca y los congresistas republicanos hace cada vez más difícil que las iniciativas del presidente puedan salir adelante en el legislativo. El fracaso con el Obamacare fue el primer aviso. El empeño de Trump en ser conciliador con los racistas amenaza sus propuestas de reducción de impuestos y el plan de infraestructura que acaba de remitir.

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