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Schulz, el candidato que llegó de Europa

El candidato socialdemócrata ha centrado su campaña en asuntos sociales como las pensiones y la igualdad de salarios entre hombres y mujeres

El candidato socialdemócrata, Martin Schulz REUTERS

ROSALÍA SÁNCHEZ

El regreso de Martin Schulz desde la presidencia del Parlamento Europeo a la arena política alemana , apenas un año antes de las elecciones, relanzó las expectativas del Partido Socialdemócrata alemán (SPD) y devolvió el entusiasmo a la Casa Willy Brandt en Berlín, donde después de cuatro años gobernando codo a codo con Merkel en la Gran Coalición no sabían muy bien cómo encarar la campaña electoral. El entonces número dos del gobierno y presidente del partido, Sigmar Gabriel, se hizo a un lado, repitiendo una jugada que ya practicó en las anteriores elecciones. Gabriel puso en 2013 al frente de la candidatura a Peer Steinbrick, a quien sacó por la puerta de atrás para hacerse con el control del partido y de la coalición apenas las urnas certificaron su derrota. Gabriel espero meses sentado a que se disipase el «efecto Schulz», como bautizó la prensa alemana al subidón en las encuestas, y ahora se prepara para tomar de nuevo las riendas de la gestión de la derrota en cuanto cierren los colegios electorales. Schulz, sin embargo, no tira la toalla. Hasta el último minuto de campaña ha agitado banderas sociales como las subidas de las pensiones si llegar a explicarse por qué los afectados no se lo agradecen.

Schulz, por carácter, ha sido siempre muy enredador. No en vano, fue el más pequeño en una familia de cinco hermanos, el más trasto. Su madre, Clara, de orígenes más burgueses, colaboró activamente con la Unión Cristianodemócrata (CDU), el partido de Merkel. Pero su padre, policía de profesión, le transmitió la cultura socialdemócrata del Sarre , región minera e industrial. Martin terminó optando por el modelo paterno. Quizá de esa dualidad familiar proceda uno de sus grandes talentos en la política, su capacidad de negociar y de sacar posturas comunes a partir de enfrentamientos.

Su orientación europeísta también le viene de lejos. Nació el 20 de diciembre de 1955 en Hehlrath, una pequeña ciudad alemana cercana a la frontera entre Alemania, Países Bajos y Bélgica. Con 16 años realizó un intercambio escolar en Burdeos que marcó su camino. Dejó los estudios de bachillerato a medias para formarse como empresario del sector editorial y en 1977 ya estaba trabajando como autónomo, a la edad de 22 años y cuando llevaba ya tres perteneciendo al SPD. Sus primeros pasos en la política fueron muy locales, por lo que en 1994, cuando fue elegido como diputado europeo , la prensa alemana le puso el apodo de «el Kissinger de Würselen», el pueblo donde había sido alcalde.

Desde 1994, formó parte de varias comisiones parlamentarias, como la subcomisión de Derechos Humanos o la comisión de Libertades Civiles y Asuntos de Interior. Fue el líder de la delegación socialista alemana desde el año 2000 , además de ocupar el la vicepresidencia del grupo socialista en la Eurocámara. Poco a poco fue tejiendo una densa red de apoyos y, hablando ya fluidamente inglés y francés, que le costó lo suyo, cobró relevancia visible en 2003, enfrentándose abiertamente a Berlusconi , al que acusó de «violar los principios de la democracia y el Estado de Derecho», cuando todavía nadie más se atrevía a decirle eso en la cara a «Il Cavaliere».

En enero de 2012, tomando posesión de la presidencia del Parlamento Europeo , anunció que su objetivo era «sacar a la institución de su existencia en la sombra». Y comenzó a tomar un protagonismo que a menudo ha incomodado en la Cancillería de Berlín, donde consideran que pecó de bocazas cuando desde ese puesto dio por muertas las negociaciones para el Tratado de Libre Comercio entre la UE y EE.UU. (TTIP) y para el CETA . Es un convencido europeísta, muy amigo de Jean-Claude Juncker, y está empeñado en la legislación de un Derecho de Inmigración Europeo común, pero ni Europa ni las políticas de asilo o inmigración han sido su fuerte en la campaña electoral, marcada más bien por la defensa de derechos sociales . Sus últimos meses en el cargo, los pasó moviéndose en la sombra y jugando a dos bandas. Por un lado, hacía lo imposible por llegar al final de la legislatura, amparándose en que había populares en la Presidencia del Consejo y de la Comisión, de forma que si se iba él saltaría por los aires el equilibrio institucional, pero amagando con irse en cuanto las cosas se ponían difíciles.

Su vida personal es bastante más tranquila . Junto a su esposa Ingle, que trabaja como arquitecto de paisajes, tiene dos hijos, Nico y Lina. Solo el fútbol supera su pasión por los libros . Una lesión le obligó a apartarse de la competición cuando jugaba en la liga juvenil con el Rhenania Würselen. Lo pasó tan mal que cayó en el alcoholismo, pero desde 1980 se mantiene ebrio. Su equipo es el 1. FC Köln, pero rara vez va al campo, suele ver los partidos por la tele.

Le hubiese gustado ganar estas elecciones, claro está, pero desde que las encuestas han dejado claro que Merkel será la más votada, sueña en silencio con un tripartito de izquierdas que llegase a desplazarla. Pero sabe que también eso es muy difícil, así que ya ha anunciado cuáles serán las condiciones que ponga sobre la mesa para sentarse a negociar con ella. Resume sus «líneas rojas» en los siguientes puntos: igualdad de salarios entre hombres y mujeres, garantizar plazas escolares gratuitas de horario prolongado, abordar una reforma que mejore las pensiones y una Europa más fuerte y solidaria.

Merkel no quiere reformar las pensiones, pero tampoco quería legislar el salario mínimo en la anterior legislatura, lo que significa que ninguna de esas líneas rojas es inasumible, llegado el momento, y que la gran coalición es posible . Respecto a los impuestos, Schulz está de acuerdo en desmantelar el Impuesto de Solidaridad, aunque propone comenzar sólo con los ingresos medios y bajos. Y coincide en la rebaja fiscal propuesta por la CDU, de forma que la tasa impositiva máxima del 42 % se aplique sólo a partir de ingresos de 60.000 euros anuales, y no de 52.000 como hasta ahora, aunque plantea además que los ingresos de 72.600 anuales y superiores paguen el 45 %.

En sus mítines habla mucho de política exterior y su colega Jo Leinen lo elogió Die Zeit diciendo que «Schulz sería un excelente representante de la política internacional alemana» . Se preocupó por el retorno de Cuba a la comunidad internacional, exigió trabajo conjunto a Putin en la crisis de Siria y se comprometió con el acuerdo nuclear con Irán. También habló de un acuerdo sobre refugiados con Egipto y otros países africanos y conversó con Erdogan sobre el pacto entre la UE y Turquía. Tras la elección de Donald Trump, Schulz reaccionó como un verdadero diplomático. «Ambas partes deben, a partir de ahora, comenzar desde cero y darse una oportunidad», dijo, «Trump merece el respeto de su alto cargo». Pero Sigmar Gabriel parece también bastante aferrado al Ministerio de Exteriores, así que habrá que ver quién se lo queda, si finalmente llega a buen puerto la reedición de la Gran Coalición con Merkel.

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