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Los demócratas eligen líder del partido a Tom Perez, un hispano afín a Obama

Hijo de inmigrantes dominicanos, intentará reconstruir y unir una formación donde los izquierdistas de Sanders aún son fuertes

Tom Perez REUTERS

JAVIER ANSORENA

La lucha fratricida entre el ‘establishment’ demócrata y los movimientos progresistas de base acabó en victoria del primero, pero con la esperanza de que la oposición a Trump sirva para recomponer el partido. Tom Perez , ex secretario de Estado en la presidencia de Barack Obama , se convirtió ayer en el nuevo presidente del Comité Nacional Demócrata (DNC, en sus siglas en inglés), el órgano que dirige al partido. Lo hizo después de ganar por escaso margen al diputado Keith Ellison, que forzó una segunda votación. Perez consiguió 235 votos, frente a los 200 de Ellison.

La pelea entre ambos muestra que todavía se ven las costuras del desgarro que supusieron las primarias de las elecciones presidenciales del año pasado, que enfrentaron a Hillary Clinton y a Bernie Sanders. La elección de ayer demostró que las divergencias sobrevivieron a la elección de Clinton como candidata y a su posterior derrota electoral.

La pelea electoral entre Perez y Ellison ha sido en cierta manera una reedición de la confrontación entre el ‘establishment’ que representaba Clinton en las primarias y el movimiento popular que aglutinó Sanders. Perez, de origen dominicano , ha sido el gran favorito durante el proceso y al que se le ha relacionado con la vertiente más moderada del partido: ha gozado del marchamo de ser un hombre de Barack Obama -la única gran marca que le queda al partido demócrata- y del lastre de ser visto como un elemento continuista de una dirección que acabó en un gran fracaso electoral. El hecho de que Perez haya sido el candidato con más apoyo dentro del partido explica que la «revolución política» de Sanders durante las primarias no contagió a los miembros del DNC, muchos de los cuales provienen de la época en la que Clinton contaba con su respaldo mayoritario.

Ellison, que se hubiera convertido en el primer presidente musulmán del DNC, representaba una idea más rupturista y en las últimas semanas había sido llevado en volandas hacia la disputa del puesto, sobre todo gracias a la agresividad de los movimientos de base contra Donald Trump. Recibió el apoyo de Sanders y en los últimos días movimientos de izquierda como MoveOn.org, 350 Action o el Progressive Change Campaign Committee exigieron a los miembros del DNC que se pusieran del lado de Ellison.

Donantes oligárquicos

Para muchos, un triunfo de Perez equivalía a renunciar a un cambio que el partido demócrata tiene pendiente y que estuvo detrás del fracaso de Clinton. «Si el plan para hundir a Ellison triunfa, el mensaje que se transmitirá -sea o no justo- es que el partido demócrata sigue siendo leal a sus donantes oligárquicos por encima de todo», criticó antes de la votación el analista Glenn Greenwald, del medio progresista «The Intercept».

El nuevo presidente hereda un partido debilitado, en la peor situación que se recuerda en décadas. Y eso no se debe solo a la división del partido. El esfuerzo financiero en vano dedicado a Clinton en las presidenciales ha dejado sus arcas vacías y a sus grandes donantes desangrados. Los demócratas tienen enfrente a un enemigo reactivado por los sorprendentes resultados del pasado 8 de noviembre: los republicanos controlan la Casa Blanca, tienen mayorías tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes, disponen de 33 gobernadores en los 50 estados del país y están a punto de cimentar una mayoría de jueces conservadores con la nominación de Neil Gorsuch, que se podría ampliar a corto plazo con la salida de otros magistrados liberales.

También recogerá un DNC lastrado por las polémicas de las pasadas elecciones. Unas filtraciones de WikiLeaks -el FBI y el Congreso investigan ahora si fueron impulsadas por Rusia para buscar la victoria de Trump- mostraron cómo la cúpula del DNC había favorecido a la candidata del «establishment» -Clinton- y había tratado de minar las opciones de Sanders. La revelación se produjo en julio, poco antes de que arrancara la convención demócrata que ungiría a Clinton como la nominada, e hizo saltar en pedazos a las bases del partido. El asunto acabó con la dimisión de la entonces presidenta del DNC, Debbie Wasserman Schultz , implicada en el escándalo.

La tabla de salvación para energizar al partido y el pegamento para superar la aparente división mostrada en esta elección tienen el mismo apellido: Trump. Desde que el multimillonario neoyorquino ganó las elecciones, el partido demócrata ha tratado de buscar una respuesta al nuevo presidente. Las opciones, a grandes rasgos, eran dos: promover una oposición frontal o tratar de arrastrar a Trump hacia posiciones menos radicales que las que mostró durante la campaña.

Ni Trump ni la calle han dado opción. El presidente ha encadenado órdenes ejecutivas controvertidas, ha impulsado su agenda nacionalista y no ha abandonado la dialéctica frentista de las elecciones , lo que ha movilizado al electorado liberal, enzarzado en protestas y manifestaciones diarias. Trump ha reactivado a las bases demócratas y el partido solo ha podido meterse en ese rebufo, como se ha visto en los últimos días en los discursos previos a las votaciones del DNC.

«Mi creencia es que tenemos que plantar resistencia en todas las maneras y todos los lugares, en todas las ocasiones que podamos», dijo Jay Inslee, gobernador de Washington, antes de la votación. «Hay que pelear encarnizadamente para pararle y salvar al país», insistió Jeff Merkley, senador por Oregón.

Trump lo celebra

Donald Trump, felicitó a Tom Pérez, y consideró que traerá beneficios al Partido Republicano, en alusión a la afinidad de Pérez con el ala tradicional de los demócratas. «Felicidades a Thomas Perez, que acaba de ser nombrado presidente del DNC. No podría estar más feliz por él o por el Partido Republicano», dijo hoy Trump en la red social Twitter.

En otro mensaje Twitter, Pérez respondió al mensaje de Trump, le aconsejó que no se «ponga muy contento» y prometió que él, Ellison y el resto de los demócratas del país se convertirán en su «peor pesadilla».

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