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Macron propone reducir un tercio del número de diputados y senadores

Macron quiere que esas medidas de regeneración institucional estén listas «de aquí a un año» y que entonces sean aprobadas por el Legislativo o «por el pueblo francés en referéndum si es necesario»

Emmanuel Macron, presidente de Francia, durante su intervención en Versalles AFP

JUAN PEDRO QUIÑONERO

El presidente francés, Emmanuel Macron , presentó las «prioridades» de su «revolución» política en una sesión solemne que reunió a los legisladores de la Asamblea y el Senado en el palacio de Versalles , antigua residencia oficial de los reyes de Francia. Un acto que fue contestado por sus adversarios con descalificaciones como espectáculo propio de un «presidente jupiterino», de un «híperpresidente», «parodia de monarca absoluto» o «Bonaparte diciendo vaciedades y lugares comunes». En señal de protesta, la extrema izquierda y algunos diputados de la derecha se ausentaron del acto.

La decisión presidencial es una innovación de fondo y forma en los usos de la V República , para mejor subrayar los poderes «totales» de un presidente que es jefe de los ejércitos, controla los nombramientos del Estado e impone su calendario y proyectos a su gobierno, con una mayoría parlamentaria absoluta, excepcional en la historia del país.

Hasta ahora, era tradicional que, tras su elección, el presidente se recluyese en el Elíseo para gobernar en solitario, dejando a su primer ministro la ingrata tarea de «explicar» a Francia, a través de un discurso de política general ante la Asamblea Nacional, las ingratas contingencias de la política económica en tiempos de crisis. Pero Macron eclipsó a su jefe de Gobierno.

Édouard Philippe , primer ministro de Macron, pronunciará mañana el programa político y económico para el próximo semestre, condenado a evocar el calvario de sangre, sudor y lágrimas siempre pendiente, para poder respetar el pacto fiscal de la UE, que Macron también aspira a reformar. Pero lo hará, un día después de que el «presidente jupiterino» (como le tildó «Le Figaro»), pronunciase su propio discurso, destinado a esbozar las grandes líneas de unas reformas que Macron prefiere llamar «revolución». Cambios y reformas divididos en seis grandes capítulos, a saber:

Reducir en un tercio el número de diputados y senadores en la Asamblea Nacional (577 legisladores) y el Senado (348), con el deseo de «dar más eficacia al trabajo parlamentario».

Recurso al referéndum si hay «obstáculos» para realizar las reformas institucionales que el presidente quiere ver aprobadas antes de un año. Se trata de una «amenaza nuclear» dirigida a los diputados y senadores que tuviesen la «tentación» de obstaculizar sus planes.

Cambio del modelo electoral , introduciendo cierta dosis de representación proporcional, para favorecer a las minorías, muy penalizadas por el modelo actual, mayoritario a dos vueltas, que «infla» a los ganadores y lamina a los «minoritarios». Reforma que podría afectar a los equilibrios políticos tradicionales de manera imprevisible.

–Convocatoria de una «conferencia de los territorios de Francia» … proyecto muy enigmático. Se trata de negociar un «nuevo pacto» entre el Estado, las regiones, los departamentos y los territorios de ultramar (antiguas colonias), en unos términos por ahora desconocidos. No está claro si Macron desea descentralizar o recentralizar.

Supresión del Tribunal de Justicia de la República , una jurisdicción excepcional, concebida para procesar a los ministros en ejercicio. No está claro si la supresión permitirá juzgar al presidente en ejercicio, protegido históricamente por la Constitución.

Reforma del derecho de asilo para adaptarlo a las «nuevas realidades». Sin «renunciar a los principios», se pretende modificar un sistema desbordado. Se trata de reformas de cierto calado, que pudieran modificar el actual modelo institucional francés. Macron las presentó en un tono entre místico y altisonante, comenzando con una cita apenas velada de San Francisco de Asís para culminar evocando la obra de la filósofa Simone Weil, pasando por Peguy, Ricoeur y los patriarcas del humanismo cristiano, sin olvidar a Saint-Simon y los patriarcas del pensamiento liberal (reformista), a la francesa.

En un discurso mesiánico, de hora y media de duración, evocando en numerosas ocasiones el «amor a la patria» y la «unidad indisoluble de la nación», Macron puso de manifiesto que no puede olvidar el triste estado de Francia:«Conocemos el entusiasmo del comienzo, pero la gravedad de las circunstancias nos impide toda embriaguez. El terrorismo no está desarmado. La construcción europea está en crisis. Nuestros equilibrios financieros se han degradado, nuestra deuda ha crecido. La inversión productiva es modesta. El paro alcanza niveles insoportables. Y se extiende la pobreza».

Diagnóstico cruel

Tras diagnóstico tan cruel, Macron no deseó entrar en el detalle de sus soluciones y reformas . Se limitó a comentar:«Mis promesas serán cumplidas. Edouard Philippe, primer ministro, expondrá el primer calendario de trabajo. Y a lo largo de los próximos meses, cada ministro deberá cumplir su hoja de ruta».

Ahora le toca al primer ministro, Edouard Philippe, dar ante la Asamblea Nacional algunas pistas de los proyectos concretos para resolver los problemas evocados por el presidente. ¿Cómo combatir los desequilibrios financieros del Estado? ¿Cuándo y cómo poner coto al crecimiento de la deuda pública? ¿Cuándo y cómo cumplir los compromisos de Estado ante el pacto fiscal europeo..?

Antes de entrar en detalle, Edouard Philippe se curó en salud la semana pasada, afirmando que el último gobierno de François Hollande había dejado un agujero de unos 8.000 millones de euros sin financiar. El último informe del Tribunal de Cuentas confirmó hace días la patética degradación de los desequilibrios financieros del Estado durante el último gobierno Hollande, del que Macron formó parte como ministro de Economía, hasta el mes de agosto del 2016.

Ayer en Versalles, el presidente Macron se dejó arrastrar por una ambición bonapartista , convencido de que Francia y Europa entran en una nueva era. No deseó descender del púlpito «jupiterino», convencido que la tarea del presidente de la V República tiene mucho de mesianismo místico. Se trata de una «misión» que roza lo «profético». Moisés/De Gaulle guiando al pueblo elegido.

Pero Macron no se dejó arrastrar completamente por la ilusión lírica. E hizo una promesa comprometedora: su gobierno rendirá cuentas de su trabajo regularmente; y el mismo se presentará cada año, ante el Congreso en Versalles, para dar cuenta de su «revolución»... de la evolución de las reformas prometidas.

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