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John Cantlie, el misterio de un reportero en el infierno

Tras seis meses de silencio, el periodista inglés que lleva cuatro años en manos del Daesh reaparece en dos vídeos de propaganda

LUIS VENTOSO

La pregunta es sencilla: ¿Simpatiza de verdad el periodista inglés John Cantlie con sus sanguinarios captores del Daesh y su ideología, o es todo una simulación para salvar su vida?

La respuesta es más complicada que la pregunta. Algunos especialistas creen que Cantlie, en su día apaleado y sometido a la tortura del ahogamiento por sus secuestradores, acusa un claro síndrome de Estocolmo y ha acabado por simpatizar con los salafistas suníes que lo retienen desde hace cuatro años. Sin embargo, su hermana Jessica no tiene duda de que sus vídeos propagandísticos constituyen solo un medio de ganar tiempo en su espeluznante partida contra la muerte: «Solo se cree dos tercios de lo que dice en esos vídeos».

Periodistas franceses que compartieron cautiverio con él concuerdan con la visión familiar. Sabedor de que e l Gobierno británico no paga rescates –a diferencia del galo, el español o el italiano–, Cantlie les hizo esta confidencia en el encierro: «Tengo que buscar otra solución [para sobrevivir]».

Al fotógrafo y redactor de Surrey, de 46 años, no se le veía desde hace seis meses , cuando apareció en un vídeo lamentando el bombardeo de la universidad de Mosul. Ahora ha reaparecido por partida doble, de nuevo en Mosul, vestido de negro, con barba, pálido, muy delgado y desmejorado. En el primer vídeo propagandístico se le ve frente al último puente de la ciudad que sigue en pie y lamenta los ataques.

La propaganda, su seguro de vida

En total, el Daesh lo ha utilizado ya en doce grabaciones, una serie que titulan «Prestadme vuestros oídos» y que la multinacional Californiana Youtube publica sin problemas, pese a que dan aliento a una brutal facción terrorista. Comenzó a emitir con la cabeza rapada y vestido con el tétrico atuendo naranja que llevan los rehenes de los islamistas antes de ser degollados. Pero después comenzaron los reportajes sobre el terreno, como si fuese un periodista occidental más, que simplemente ofrece la visión desde el otro lado. Cantlie no emplea el enfático lenguaje religioso de sus captores, pero los apoya claramente. El acabado y planteamiento de las emisiones es altamente profesional, como si fuese un reportero más de la BBC o la CNN. Sus reportajes lo han hecho popular entre las tropas del «califato». «No lo matarán mientras les sea útil», ha dicho a Paris Match el periodista francés Nicholas Hein , que compartió cautiverio con él. Cantlie sabe que la propaganda es su frágil seguro de vida.

El segundo vídeo de este mes, subido por el Daesh el pasado día 13 , se titula «Cazadores de tanques» . El periodista, que esta vez protege su cabeza con un casco, reconoce su condición de prisionero y elogia la capacidad de sus captores para destruir los tanques Abrams estadounidenses que emplea el Ejército iraquí: «Los destrozan como juguetes». Luego lanza su habitual soflama: «Los iraquíes tienen acceso al armamento estadounidense, entrenan con sus soldados, se creen Rambo. Pero no tienen corazón ni fuerza. Los muyahidines tienen a Alá, que es más fuerte que cualquier arma».

De las motos a la guerra de Siria

John Henry Cantlie es de buena familia. Nació en Surrey, en el Sur confortable de Inglaterra, y estudió Medios en el London College of Printings. Su bisabuelo James, médico ilustre, fue uno de los fundadores de lo que luego se convertiría en la Universidad de Hong Kong. Su abuelo, ingeniero, puso en marcha la mayor locomotora de China. Su padre Paul murió de cáncer en octubre de 2014 , con 81 años, implorando que lo liberasen en un vídeo grabado en su lecho del hospital.

Cantlie dirigió en su día una revista de motos, una de sus pasiones, y aventura. En 2008 participó con los príncipes William y Harry en una larga prueba filantrópica de enduro por Sudáfrica y trabó una buena relación con ellos. Más tarde se convirtió en reportero de guerra . En el gremio lo definen como experimentado y extraordinariamente intrépido. También resaltan su «gran sentido del humor y su talento fabuloso para contar historias». «John es un temerario, no tiene miedo a nada», asegura Hein.

Nunca logró entrar en nómina de un gran medio, pero era un freelance que picaba en cabeceras notorias: Telegraph, Sunday Times, The Sun, Esquire, GQ. Hasta apareció en Top Gear, el programa de motor que se emitía en medio mundo. Cantlie estuvo en primera línea en la invasión de Irak de 2003 y tuvo el valor de informar desde Somalia, Libia y Afganistán. Y Siria, el destino que cambió su vida y la convirtió en un dramático misterio.

En julio de 2012 fue secuestrado por primera vez en Siria , junto a un periodista holandés. Los capturó una facción de Al Qaida mal organizada y fueron liberados a la semana por el Ejército Sirio de Liberación. Antes intentaron fugarse, pero fueron interceptados. Cantlie recibió un tiro en un brazo, que le costó la movilidad de la mano izquierda, y su compañero fue baleado en la cadera. Los atendió uno de sus captores, un salafista londinense, con el sarcasmo de que incluso llevaba un maletín del NHS, la sanidad pública británica, donde había trabajado.

«Todo inglés tiene el deber de tratar de escapar si es capturado», proclamó de vuelta en Londres, con el soniquete de un caballero imperial de la era de sus ilustres antepasados. No tardó mucho en retornar al avispero. Cuatro meses después del primer secuestro ya estaba de nuevo en Siria, desde donde envió un magnífico reportaje exclusivo de los tanques rusos de Al Assad marchando por parajes arrasados y que publicó el Telegraph. Fue su último trabajo desde la óptica occidental.

Cantlie fue secuestrado el 22 de noviembre de 2012 , cuando viajaba con el fotógrafo estadounidense James Foley, el primero de la serie de occidentales degollados ante las cámaras con la espeluznante puesta en escena del llamado «Jihadi» John, muerto luego en Raqqa por un dron estadounidense. Los yihadistas los interceptaron cuando viajaban con su conductor y su traductor habituales.

1.400 días de secuestro

Sobrecoge pensar en las atrocidades que ha sufrido Cantlie en sus más de 1.400 días de secuestro. «He tenido que ver cómo James, Steven Sotloff, David Haines y Alan Henning salían por la puerta, uno cada dos semanas desde el 18 de agosto, para no regresar, sabiendo que iban a matarlos y caminando hacia su final», escribió en Dabiq, la revista de lo que se hace llamar «califato». Foley y Cantlie intentaron fugarse dos veces juntos. El estadounidense, al que todos recuerdan como un ser humano de una pasta extraordinaria, se quedó a esperarlo cuando John tardaba en descolgarse por la ventana. En represalia los golpearon, los sometieron a la tortura del ahogamiento y los castigaron con privación de comida y sueño. Foley se convirtió al islam en el cautiverio. No le sirvió de nada. Nunca perdió el humor, ni siquiera cuando se lo llevaba para grabar «un vídeo». «Grande, capturado en el Día de Acción de Gracias y asesinado en el día del cumpleaños de mi madre», comentó a Cantlie cuando ya se lo llevaban al degolladero.

En febrero, Cantlie envió un mensaje a su familia donde les decía que abandonasen toda esperanza de volver a verlo algún día y siguiesen con sus vidas. En su último vídeo no estaba muy lejos de la zona desde donde emitía los periodistas occidentales empotrados con las fuerzas iraquíes apoyadas por Estados Unidos. ¿Intentará pasarse al otro lado en el asalto a Mosul? ¿O es sincero su apoyo al Daesh? Incluso aunque saliese con vida del desfiladero, su futuro en su Inglaterra natal sería áspero. Sus crónicas a favor de quienes han quemado y ahogado en jaulas a prisioneros indefensos no lo han convertido precisamente en una figura popular y querida.

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