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Idomeni, el campo de la rabia

ABC recorre el campamento en el que la aglomeración de refugiados ha desbordado a las autoridades griegas

JAVIER PÉREZ DE LA CRUZ

Una carpa con las siglas de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) es el lugar más deseado de todo Idomeni . A través de ella se accede al final del embudo en que se ha convertido este campamento de refugiados improvisado. Solo un puñado de las cerca de 11.000 personas que allí acampan consiguen entrar. Y no todas tienen garantizado cruzar. La crisis humanitaria empeora a medida que más y más refugiados llegan a pie a este punto caliente en la frontera entre Grecia y Macedonia .

«La rabia va en aumento. Este no es un campamento en condiciones, la situación es insostenible», explica el portavoz de Acnur , Babar Baloch, desde las vías del tren que atraviesan la localidad. Para Baloch, es indispensable que la Unión Europea se implique realmente en el apoyo a Grecia para lidiar con esta situación límite.

Ahmed es uno de esos refugiados que están sufriendo las penosas condiciones del campamento. «Las noches son lo más duro, sobre todo las que hemos pasado a la intemperie», asegura este hombre de la ciudad siria de Daraa, que lleva ya 12 días durmiendo sobre la tierra de Idomeni. «Aquí se sobrevive, no se vive», añade junto a su amigo Fuad, también de la misma ciudad. «Todos nos hemos quedado sin dinero, nuestras familias ya no pueden hacer más para ayudarnos».

Crece la tensión

Macedonia abre la frontera intermitentemente. Y con cuentagotas. Según los últimos datos de Acnur, solo 457 personas cruzaron a Macedonia el pasado miércoles. En cambio, 2.162 llegaron a las costas helenas ese mismo día. La OIM sostiene que ya es imposible cuantificar la cifra exacta de personas varadas en Idomeni, aunque todas las estimaciones rondan la cifra de 10.000. La sensación, sin duda, es que cada vez hay más y más gente en un campamento que no puede acoger a ni una persona más. Cada día son más interminables las colas para entrar en la deseada carpa de OIM o ante los puntos de distribución de comida.

Y con la aglomeración humana, aumenta también la tensión. Ayer un grupo de unos treinta clandestinos bloquearon durante horas el ferrocarril que conduce a Macedonia. La situación ha llegado a un punto en el que, según cuentan fuentes de las organizaciones humanitarias, la ONU ha dejado de considerar Idomeni zona segura para sus trabajadores.

Pese a todo, cobijada en una de las últimas tiendas de campaña que se extienden por esta atestada área, Jin Kerejol se mantiene optimista. «Estamos aquí, y eso ya es algo bueno». Esta mujer originaria del Kurdistán sirio, huyó de Alepo y llegó aquí con toda su familia hace una semana. Jin, que está haciendo una hoguera junto a sus hijas y nietos, espera que su estancia en el campamento sea breve. «Queremos ir a Alemania. Simplemente queremos un lugar en el que poder asentarnos y continuar con nuestras vidas. Las bombas no dejan de caer en Siria».

Pero no es solo en Idomeni donde crecen los sueños y las frustraciones de los desplazados. Por las carreteras que llevan a la frontera es fácil encontrarse con nutridos grupos de caminantes cargados de bolsas, mantas y trastos. Les queda un largo viaje.

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