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La hora de la verdad

Una nueva presidencia de Erdogan probablemente seguirá alejando a Ankara de sus aliados occidentales

Recep Tayyip Erdogan, durante el mitin final de su campaña este sábado en Estambul Reuters
Ramón Pérez-Maura

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Aquí no toca hablar de toros. Aquí la hora de la Verdad es la de unas elecciones de enormes consecuencias para quienes votan en ellas y para quienes estamos en la vecindad, aunque no sea geográficamente inmediata: las presidenciales y legislativas de hoy en Turquía. El candidato dominante, una vez más, es Recep Tayyip Erdogan. Este Erdogan fue un impulsor de las buenas relaciones con la Unión Europea cuando se convirtió en primer ministro en 2003. Claramente intentaba seducir a Europa con la certeza de que una vez dentro de la UE, el matrimonio era indisoluble a instancias de sus socios. La realidad es que la UE no se dejó engañar y Erdogan está hoy más a menudo en compañía de sus pares ruso e iraní, que de ningún demócrata occidental. Esas compañías le han llevado a ir adoptando el modelo de democracia que ha aplicado Vladímir Putin a Rusia: concentrar todo el poder en el cargo que él ocupe en cada momento. Lo tuvo como primer ministro entre 2003 y 2014, en que pasó a ser presidente para deshacerse de un jefe de Estado, Abdulá Gul, que, aunque era miembro de su mismo partido, empezaba a incomodarle. Se llevó a la Presidencia la mayoría de los poderes. Y tras las elecciones de hoy, y para que no le quede ninguna duda a nadie, espera ser presidente y primer ministro.

Durante décadas los militares turcos fueron guardianes del secularismo promovido por Kemal Ataturk tras el derrocamiento del sultanato. Mas ahora, los militares creen que es mejor estar a bien con Erdogan. La forma en que reprimió el nunca bien explicado golpe de hace dos años indica a las claras los riesgos que se corren: 250 personas muertas en el golpe; 100.000 personas encarceladas. Y desde que llegó al poder, Erdogan ha prorrogado el estado de emergencia en siete ocasiones.

El pasado 18 de abril Erdogan convocó las elecciones, adelantándolas en 18 meses. El propio presidente controla la Junta Electoral Suprema y alguno de los candidatos opositores, como la exministra del Interior, Meral Aksener, hace bandera electoral de prometer acabar con la censura en internet. Ni esa libertad hay en la Turquía del siglo XXI en la que la represión de la libertad de expresión es el pan nuestro de cada día.

La marcha de la economía no es nada buena. La inflación de dos dígitos y la debilidad de la lira, que ha perdido casi una cuarta parte de su valor frente al dólar en lo que va de año, son amenazas que algunos grandes empresarios que se han enriquecido durante los últimos años empiezan a ver con preocupación.

La realidad es que Turquía hoy ya no es un aliado de Occidente como lo fue en el pasado. Y una nueva Presidencia de Erdogan probablemente seguirá alejando a Ankara de sus tradicionales aliados occidentales. Cuando hoy en día se hacen estudios teóricos sobre un conflicto entre Rusia y la OTAN, por ejemplo por la invasion de los países bálticos por Rusia, lo que implicaría la aplicación del artículo 5 del tratado y pondría a todos los miembros de la Alianza en conflicto con Rusia, hoy ya casi nadie se cree que Turquía se alinearía con sus teóricos aliados de la OTAN. Turquía hoy es mucho más un aliado de Moscú que de París, Madrid, o Washington. Esto es lo que hay.

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