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El hijo de un chófer, a punto de ser el musulmán más poderoso de Europa

El laborista Sadiq Khan domina los sondeos para la alcaldía de la capital británica frente al tory Zac Goldsmith, un millonario ecologista judío

Sadiq Khan AFP
Luis Ventoso

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El laborista Sadiq Khan, de 45 años y boxeador experto, y el conservador Zac Goldsmith, de 41 y amigo del backgammon y el críquet, no pueden ser más dispares. Pero el destino los ha cruzado peleando por la misma silla: la alcaldía de Londres, con un presupuesto de 21.700 millones de euros y 7,5 millones de vecinos al cargo.

Cierto que las atribuciones del alcalde son más limitadas de lo que parece, porque buena parte de la gestión real del día a día reposa en los 32 burgos locales. Pero el bastón de la que tal vez sea la metrópoli más pujante del planeta te convierte al instante en una enorme figura (que se lo digan al carismático Boris, que tras ocho años en el cargo anda ya en campaña para intentar ser primer ministro en 2020).

Aunque hay un 15 por ciento de indecisos, los sondeos señalan que el nuevo alcalde será con comodidad el peleón Khan, hijo de un conductor de autobús pakistaní, que aventaja entre 11 y 20 puntos a Goldsmith, vástago de un plutócrata de estirpe judía alemana. A Zac lo apodan estos días «El Bello Durmiente», por el pulso mortecino de su campaña.

Si los pronósticos se cumplen, Khan se convertirá el jueves en el musulmán más poderoso de Europa, a pesar de que su rival lo ha acusado -con pruebas ciertas- de haber coqueteado con radicales islámicos en su etapa como abogado en un bufete de derechos humanos. «Ha compartido plataforma con ellos una vez, otra y otra más», insistió Cameron. «Quiero ser el musulmán británico que derrote al extremismo y la radicalización», responde Khan. Alega que cuando estuvo en el estrado con fanáticos que defendían a Bin Laden «no sabía quién hablaba antes y después de mí». El equipo de Khan ha recurrido al recurso habitual: acusar a sus adversarios tories de «racismo» e «islamofobia»

Frank Zacharias Robin Goldsmith, Zac para resumir, es parlamentario desde 2010 por Richmond Park, elegante y verde circunscripción del suroeste de Londres. Guapo como un actor y rico como un sobrino del tío Gilito, es educado, muy tímido (peligroso rasgo para un político) y profesa el credo del ecologismo.

Cuna palaciega

Zac nació en cuna palaciega en Londres, hijo del tercer matrimonio del multimillonario sir James Goldsmith. Su madre era Annabel, figura social que dio nombre al afamado club de Mayfair. Sir James fue un brillante empresario, que en sus últimos años lanzó un partido contrario a la permanencia en la UE (Zac ha heredado la vena Brexit, mientras que Khan está por Europa).

El viejo Godsmith dejó una fortuna de 1.500 millones de euros. A pesar de su eurofobia, se cuidó de radicar el patrimonio en Francia, beneficiándose así fiscalmente del estatus de «no domiciliado» en el Reino Unido. Zac heredó una fortuna de 360 millones de euros, que le garantiza una renta de 1,5 millones al año. Tras entrar en política, Cameron le pidió que se olvidase de Francia y empezase a tributar. En cinco años ha aportado 5,7 millones al fisco.

Por supuesto, Zac estudió en Eton. Pero lo largaron al hallar marihuana en su habitación («sorprendentemente era inocente», aclara con humor). No pasó por la universidad, prefirió recorrer el mundo. Su único trabajo conocido ha sido dirigir la revista «Ecologist». El dueño era… su tío. Tras divorciarse por adúltero de su primera mujer, con la que tenía tres hijos, recayó en la vicaría con una Rothschild de las de posibles, con la que ha tenido otros dos, el último el bebé, Max.

Khan se crió también en el sur de Londres. Pero el concepto era diferente: bloques del Estado, con ocho hermanos y sus padres en un piso de tres habitaciones. Hasta los 24 durmió allí en una litera y su primer viaje al extranjero lo efectuó con 23. Es socialista, musulmán devoto y abstemio, y deportista: sabe boxear -»como todos mis hermanos, era una cuestión de autodefensa»- y en 2014 completó la Maratón de Londres. Está casado con una abogada que trabajaba con él, también de ascendencia pakistaní, y tiene dos hijas.

«Es como un terrier, si pilla presa no la suelta», explican sus asesores para dar cuenta de su tenacidad. También bastante chaquetero, sus ideas oscilan rápido a los sones demoscópicos. Apoyó el matrimonio gay y recibió amenazas de muerte del islamismo radical. En uno de los temas estelares de la campaña, la ampliación del aeropuerto de Heathrow, ahora se opone, como el ecologista Zac, pero cuando era secretario de Estado de Transportes la apoyaba. Para labrarse una imagen moderada se ha desmarcado de Corbyn, aunque ayudó a que saliese adelante su candidatura. Khan tiene reflejos. Esta semana, cuando el exalcalde laborista Ken Livingstone hizo unas lamentables declaraciones antisemitas, le faltó tiempo para pedir que lo echasen.

Alienígena

En Londres viven un millón de musulmanes. A Khan también lo ayuda el talante izquierdista de la ciudad (en las generales, los laboristas lograron 45 escaños y los conservadores, 28). La campaña de Goldsmith ha pinchado, pese a contar con el consejo del sagaz gurú australiano Lynton Crosby. Cameron no se ha implicado demasiado. Zac se ha mostrado como un alienígena ante la realidad del londinense a pie. Cuando le hicieron un test, desconocía los equipos de fútbol de la ciudad y fue incapaz de decir qué parada de metro sigue a Convent Garden (algo que sé hasta yo: Holborn). Ambos prometen un aire más limpio, porque la polución mata cada año a diez mil londinenses, y más vivienda social. Khan asegura que congelará cuatro años las prohibitivas tarifas del «tube».

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