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Francia vive con preocupación su multiculturalismo

El escándalo en torno a la prohibición del «burkini» es una nueva batala para un país en crisis

Un grupo de mujeres se manifesta frente a la Embajada de Francia en Londres contra la prohibición del «burkini» AFP

J. P. Q

La crisis nacional del «burkini» solo es una nueva batalla, un nuevo «síntoma», de una tragedia histórica: la emergencia aparentemente inexorable de un multiculturalismo que Francia vive con profunda preocupación nacional.

Diez años después de la gran crisis de los suburbios, el otoño-invierno de 2005, la proliferación de barrios étnicos, en la periferia de París y muchas grandes ciudades, se ha transformado en un indicador trágico de una profunda crisis cultural.

Tras invertir decenas de millares de euros en la «mejora» de más de 700 suburbios con muchos problemas, la «banlieue», los suburbios de París y las grandes ciudades siguen siendo un pudridero social, donde han florecido semillas terroristas, semillas de descomposición social, familiar y cultural.

Tras la experiencia de la integración feliz y afortunada de centenares de miles de hijos de inmigrantes, es una evidencia que otros centenares de miles de franceses negros y/o musulmanes viven mal o dramáticamente mal una ciudadanía francesa que se ha convertido en un problema de inmenso calado.

Manuel Valls , primer ministro, Najat Ballaud-Belkazem, ministra de Educación de Hollande, Rachida Dati, ministra de Justicia de Nicolas Sarkozy, son ejemplos canónicos de integración feliz. Los criminales terroristas, autores de las matanzas de los últimos años, son el pavoroso ejemplo de la no integración: esos asesinos fanáticos eran y siguen siendo franceses, descarriados en el pudridero ensangrentado de las matanzas de masas, al grito atroz de «¡Alá es grande..!»

La inconclusa «batalla» del «burkini» abre un nuevo frente de crisis nacional en Francia. La sentencia del Consejo de Estado sienta una jurisprudencia que choca con sensibilidades sociales, políticas y culturales enfrentadas.

Batalla que abre nuevos motivos de tensión, incomprensión y crisis en todas las familias políticas de extrema izquierda, izquierda, centro, derecha y extrema derecha.

A ocho meses de la próxima elección presidencial, la emergencia de una Francia multicultural se ha transformado en un campo de batalla inflamable: la identidad nacional será utilizada como arma política arrojadiza, aventando nuevas semillas de división fratricida, que la crisis económica, la falta de crecimiento y la degradación del puesto de Francia en Europa agravan con melancólica incertidumbre.

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