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El frágil «pacto a la portuguesa» con el que sueña Pedro Sánchez

Muchas son las diferencias de los socialistas lusos con sus socios de #la izquierda radical

António Costa, en la sesión parlamentaria en la que su grupo rechazó el gobierno en minoría de Passos Coelho AFP

FRANCISCO CHACÓN

El camino hacia el Gobierno socialista en Portugal no ha sido precisamente de rosas. António Costa, que aún no ha sofocado las voces discordantes en el seno del partido por su estrategia , en absoluto, se erigió en el triunfador de las pasadas elecciones legislativas del 4 de octubre y sólo pudo sumar los votos suficientes para encaramarse al poder aferrándose a un distanciamiento voraz de la postura de su antecesor en las mismas filas, el hoy en la picota José Sócrates, acusado de corrupción.

Sólo así puede entenderse que Costa se negase reiteradas veces a aceptar la mano tendida que le brindaba el ex primer ministro conservador, Pedro Passos Coelho, para dar crédito a la denominada «gran coalición». Adiós a la etapa conciliadora, pensó, y bienvenida a una nueva era, plagada eso sí de incertidumbres y dificultades sobre la marcha.

La venganza siempre se sirve fría y don Antonio permaneció impasible cuando el presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva, se decantó de nuevo por Passos al frente del Ejecutivo.

Sabía Costa que las cuentas no le iban a salir, pues se había quedado a las puertas de la mayoría absoluta (107 para la coalición de centroderecha Portugal à Frente, a nueve del umbral necesario) y él podía aprovecharse de la situación creada porque sus 86 escaños se convertirían en 122 agregando los 19 del Bloco de Esquerda (formación creada 17 años atrás pero que hoy se ha arrogado un papel similar a Podemos) y los 17 de la CDU, un conglomerado capitaneado por los comunistas y arropado por los ecologistas del PEV.

Así fue como se gestó la Moción de Rechazo que tumbó a Coelho , momento cumbre para el giro orquestado sobre unas bases más que frágiles.

Acuerdos puntuales

Cierto que el Partido Socialista pudo formar gobierno con semejante ayuda, pero nunca se cerró un verdadero pacto global : sólo acuerdos puntuales de forma bilateral, dado que Catarina Martins (BE) apenas se habla con Jerónimo de Sousa (PCP). Además, ninguno de estos dos partidos (convencidos a regañadientes, en vista de que propugnaban salir del euro y de la OTAN) ha sido invitado a integrar el Ejecutivo.

Cuando ellos lo consideran oportuno, arropan a António Costa, pero en otras ocasiones no dudan en dejarle tirado, como sucedió días antes de Navidad al aprobar la rectificación de los Presupuestos de 2015.

No hubo más remedio que ajustar tal plan económico porque el Banco Internacional de Funchal se hallaba al borde de la quiebra y se optó por vender sus «activos buenos» al Santander por 150 millones de euros.

Eso implicará grandes sacrificios del erario público, que se trasladarán a los ciudadanos. Los socialistas insisten en que se trataba de la solución menos mala, pero a sus escépticos socios no les hizo ninguna gracia.

El país se jugaba mucho en el envite, pues Bruselas vigilaba atentamente. Y sólo el sentido de Estado de Passos Coelho permitió sacar adelante la iniciativa. Claro que, acto seguido, advirtió a Costa para que se olvidara de más apoyo por su parte.

Entre la moderación y el radicalismo

Esta misma semana volvieron a manifestarse l as diferencias entre el socialismo, el Bloco y los comunistas en un asunto educativo. El primer ministro apuesta por mantener los exámenes al final del sexto y del noveno año de escolarización, mientras que los otros dos interlocutores no están por la labor y aseguran que todavía no se ha dicho la última palabra en este sentido.

Resulta muy evidente, por tanto, que estamos ante unas sensibilidades muy divergentes , pues se mueven en un arco que va de la moderación al radicalismo.

Francisco Assis, histórico dirigente socialista, se ha postulado para derrocar al exalcalde de Lisboa en el próximo congreso del partido. Ni él ni otros muchos coetáneos le perdonan haberse arrojado en brazos del extremismo , tal como a Susana Díaz no le entusiasma la presión que Podemos ejerce sobre Pedro Sánchez.

De momento, la situación se mantiene en una tensa calma, pero no hay ningún indicador que defina la fórmula como especialmente exitosa. Por eso, hablar de un «pacto a la portuguesa», como le encanta decir a Ferraz, presenta realmente más sombras que luces .

Tanto es así que ni siquiera un asunto como l a privación de libertades que vive Angola, antigua colonia portuguesa regida con mano de hierro por José Eduardo dos Santos desde 1979, ha puesto de acuerdo a comunistas y Bloco. Estos últimos sometieron a votación una declaración de condena por la falta de derechos imperante allí y el PCP ha sido capaz de plantar cara y aliarse con los conservadores con tal de no ofrecer la imagen de que sus desencuentros han quedado atrás.

Pero el gran caballo de batalla se celebrará después de las inminentes elecciones presidenciales del 24 de enero, cuando tenga que abordarse la gestación de los Presupuestos para 2016 .

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