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Este el mundo que dejó Jo Cox

Winnie Byanyima, directora de Oxfam Internacional, escribe esta carta a Jo Cox, que fue trabajadora de Oxfam y que hoy cumpliría 42 años

Winnie Byanyima

Hace una semana el asesinato de la parlamentaria británica Jo Cox, que fue trabajadora de Oxfam durante casi una década, conmocionó al mundo. Hoy, el día en el que cumpliría 42 años, diferentes organizaciones de la sociedad civil de todo el mundo hemos querido celebrar actos para recordarla como se merece. Como parte del homenaje hemos pedido a parlamentarios y parlamentarias de todo el mundo que se sumen a una declaración para manifestar su unidad contra la creciente ola de odio que está fomentando la división y el extremismo en todo el mundo. Más de 1.500 políticos y políticas han respondido, pero, como Jo, el resto de personas también debemos enfrentarnos a este desafío.

Jo dedicó su vida a luchar contra la injusticia y la intolerancia. Todos los compañeros y compañeras de Oxfam que trabajaron con ella coinciden en lo mismo: fue alguien que les llegó al corazón. Su compasión, su compromiso y su energía para impulsar cambios inspiraron a muchas personas. Era, sin duda, una mujer increíble.

Jo era, también, una apasionada feminista, como yo. Mientras trabajó en Oxfam, participó en un debate sobre la mejor manera de empoderar a las mujeres. «A través de la educación», dijo una persona. «No», contestó Jo. «La respuesta está en la política. Apoyemos a las mujeres para que accedan al poder político y el resto las seguirán». Toda mi experiencia, trabajando con mujeres en África y en otras partes del mundo, me indica que tenía razón.

Jo ha sido asesinada por sus creencias. Y no es la única persona que ha pagado este elevado precio por defender aquello en lo que cree. De media, cada semana de tres a cuatro personas son asesinadas por defender sus tierras. Hace tan solo unos meses, Berta Cáceres, una líder indígena de Honduras, fue asesinada a tiros tras haber recibido amenazas durante años. Todo por defender los derechos de su comunidad sobre la tierra. Hay quien también muere simplemente por realizar su trabajo. Al año, 70 periodistas son asesinados por el simple hecho de ser periodistas.

Solo en el Reino Unido, el pasado año la policía registró un aumento del 18% en los crímenes de odio; de más del 52% en los crímenes raciales; del 11% en los crímenes homófobos, y del 6% en los crímenes motivados por el odio religioso. Se trata de una tendencia global. El secuestro en masa de niñas en Nigeria, el asesinato de turistas en una playa tunecina, los disparos en la sala de conciertos de París, la matanza de 49 hombres y mujeres homosexuales en Orlando, el asesinato de una parlamentaria en una pequeña ciudad inglesa... Estos son solo algunos de los innumerables ejemplos del odio desatado.

Y este odio ha sido fabricado cuidadosamente a través de peligrosos argumentos llenos de rencor que solo benefician a una pocas personas. Este tipo de discursos tratan de conducirnos hacia el aislamiento, la codicia y la intolerancia. Los principales valores de la humanidad, recogidos en el derecho internacional humanitario y en los derechos humanos, han sido socavados por los intereses de los ricos y los poderosos. Es algo que podemos constatar diariamente en la vulneración de los derechos de los refugiados.

Creo que cada vez sentimos más inseguridad a la hora de defender nuestras opiniones y creencias. No importa de qué lado del argumento estemos, la tolerancia es cada vez más escasa. Ninguna mujer ni ningún hombre debería recibir amenazas por defender opiniones pacíficas, se esté o no de acuerdo.

¿Y qué podemos hacer? La tolerancia viene del respeto, de considerar que las opiniones distintas a las nuestras son tan valiosas como las propias, de creer que todo somos personas. Eso es lo que nos enseñó Jo Cox. Es algo que no podemos dar por sentado ni ignorar. Hay que luchar para conseguirlo. Luchar de forma activa contra el racismo, la discriminación y la xenofobia para demostrar que son inaceptables. Es algo que se logra en casa, educando a nuestros hijos e hijas; y a través de la movilización pública y las urnas. A veces sentiremos incomodidad o incluso peligro. Algunas personas incluso se sentirán amenazadas. Pero es necesario defenderlo si queremos dejar de preguntarnos en qué nos hemos convertido.

Cada generación es responsable de defender y renovar las libertades que tanto ha costado ganar y extenderlas a quienes nunca las han disfrutado. Me siento orgullosa de formar parte de esa lucha y de trabajar con tantas personas que se han sentido inspiradas por el deseo de Jo de lograr un mundo mejor, libre del odio y del racismo que la mataron.

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