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Los escándalos sexuales cercan a Trump

Acusan al magnate de pagar, un mes antes de ganar las elecciones en 2016, la cantidad de 130.000 dólares a una estrella porno para silenciar su affaire

Donald Trump se siente cómodo rodeado de exuberantes mujeres
Manuel Erice Oronoz

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Con la normalidad de alguien acostumbrado a vivir en un continuo estallido mediático, las palabras presentes y los hechos pasados comprometen cada día más la azorada agenda de Donald Trump. Sin haberse disipado la nube de airadas críticas a su desprecio por los países que envían inmigrantes , el presidente se desayunó ayer con una noticia capaz de resucitar una agitada vida sexual pretérita que ya sacudió su campaña electoral. Según la información, en la recta final de su pulso por la presidencia con Hillary Clinton, sus abogados pagaron 130.000 dólares a la estrella del cine porno Stephanie Clifford para que no aireara la ardiente cita que ambos habían mantenido diez años antes. Además del impacto que habría tenido en el proceso presidencial tan turbia manera de silenciar voces comprometidas, la revelación habría sacado a la luz pública por primera vez un affaire extramatrimonial de Trump con Melania, con quien se había casado en enero de 2005.

La noticia, publicada por el periódico conservador «The Wall Street Journal», alejado del frente mediático «liberal» al que Trump atribuye continuamente «fake news» contra su persona, relata cómo su abogado de confianza, Michael Cohen , llegó a un acuerdo económico con el letrado de Clifford en octubre de 2016. A un mes de la elección, el riesgo de que compareciese en los medios con un testimonio de adulterio del candidato republicano llevó a sus consejeros a contactar con la actriz y a impedir in extremis que una entrevista ya pactada con la cadena de televisión ABC estallara como una bomba en plena campaña.

El abogado de Trump, Michael Cohen, y la estrella del porno, Stephanie Clifford REUTERS

Golf y algo más...

Stephanie Clifford, una explosiva rubia de 38 años nacida en Baton Rouge (Luisiana) y conocida en el mundo de la pornografía con el sugerente nombre de Stormy Daniels, ya había relatado en privado a algunos periodistas los detalles de su aventura con Trump. El encuentro, de varios días, se produjo en julio de 2006 en el conocido complejo hotelero de Lake Tahoe, en Nevada . Un lugar para el esparcimiento que tiene como principal reclamo su extraordinario campo de golf, el deporte preferido del controvertido magnate.

La Casa Blanca salió al paso ayer con un desmentido que incluía una carta firmada por la actriz, en la que asegura que «es absolutamente falso» que mantuviera «la relación sexual y/o romántica con Donald Trump que me atribuyen algunos medios». A continuación, en la misiva, también tacha de «completamente falsos los rumores de que he recibido dinero» . Frente a esta versión, la información del «Wall Street Journal», que cita fuentes cercanas al asunto, detalla que el pago se materializó en una cuenta corriente de Keith Davidson, abogado de Clifford, en el City National Bank en Los Ángeles. Aunque añade que ni la entidad financiera ni el letrado quisieron hacer comentarios.

El abogado de Trump también rechazó en un comunicado, aunque de manera genérica y sin referirse al desembolso económico, «las estrambóticas acusaciones de relaciones contra mi cliente, que ya se produjeron durante la pasada campaña electoral y que el propio Trump negó con vehemencia». Michael Cohen se refería también al desmentido que emitió días antes de la elección presidencial, cuando el mismo periódico publicó que el diario sensacionalista «National Enquirer», propiedad de Trump, había abonado 150.000 dólares a la estrella playboy Karen McDougal para que no hiciera pública otra de las citas apasionadas del aspirante a la presidencia. Según relató la modelo repetidas veces a su entorno de amistades, la relación sentimental con Trump duró diez meses, entre 2006 y 2007.

Aventuras y acoso sexual

La promiscuidad sexual es consustancial a la personalidad de Donald Trump, quien ya pagó factura por su afición al adulterio cuando Ivana Trump, su primera mujer y madre de Ivanka, decidió separarse de él al descubrir su relación con la reina de la belleza Maria Maples . Según el testimonio del propio Trump, en una de sus biografías autorizadas, la que posteriormente sería su segunda mujer venía a complementar su placentero discurrir de hombre casado, que le permitía disfrutar a un tiempo de dos mujeres hermosas: «La vida era como un plato de cerezas», relataba el magnate con nostalgia.

Además de las relaciones consentidas, las acusaciones de abuso sexual, que ya sacudieron su campaña, acorralan al ocupante del Despacho Oval. En plena ola de denuncias de acoso que ha puesto contra las cuerdas a productores, actores y estrellas mediáticas, un grupo de mujeres acaba de lanzar una campaña contra el ahora presidente retomando las acusaciones que habían hecho públicas en 2016, cuando Trump era aspirante electoral. Con el apoyo de un amplio grupo de congresistas, que exigen responsabilidades políticas al inquilino de la Casa Blanca, todas coinciden en relatar cómo el magnate, en un comportamiento que se prolonga durante años, había intentado mantener algún tipo de relación sexual sin su consentimiento.

Aunque fue un testimonio sonoro de sus «hazañas» el que acorraló al candidato republicano como ningún otro asunto. En un vídeo difundido en agosto de 2016, con imágenes externas de un autobús en el que viajaba con el productor Billy Bush , algunos años antes, un Trump casi eufórico describía cómo había intentado forzar sexualmente a una mujer casada. Y presumía de su posición dominante ante las mujeres por el hecho de ser millonario y famoso, con esta frase: «Cuando eres alguien importante, tú puedes hacer lo que quieras con las mujeres. Lo que quieras. Puedes agarrarles por el coño, y no pasa nada».

Durante el proceso electoral, la sucesión de denuncias de mujeres contra Trump llegó a acumular una docena de testimonios personales, que no servirían para desgastar a su presunto acosador. Situación que aprovechó Hillary Clinton para señalar a su rival en el segundo de los debates presidenciales. En ese mismo encuentro, Trump protagonizó un movimiento cariñosamente inesperado al acercarse a ella cuando hablaba. Como confiesa la derrotada aspirante en su libro de reciente publicación, «What Happened» («Lo que ocurrió»), «fue asqueroso sentir como se me arrimaba por detrás».

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