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La economía británica se resfría en plena campaña electoral

Frenazo del consumo y el crecimiento, y una encuesta que muestra arrepentimiento por abandonar la UE

Theresa May, en un acto electoral ayer en Banchory, al noreste de Escocia AFP
Luis Ventoso

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Cameron y Osborne, el FMI, la OCDE y los principales bancos multinacionales quedaron a la altura del betún con sus predicciones catastrofistas sobre el Brexit previas al referéndum del 23 de junio. Vaticinaron un desplome inmediato, con recesión incluida. Nunca llegó. Los brexiters ridiculizaron aquellos pronósticos lúgubres y auguraron «un futuro esplendoroso para una Gran Bretaña global y libre». Las portadas de los tabloides eurófos, encabezados por el «Daily Mail» se jactaron de la resistencia británica con orgullo burlón.

Pero inesperadamente, y en plena campaña electoral, esta semana han surgido indicios serios de que el Reino Unido comienza a incubar un resfriado económico. El crecimiento se ha ralentizado bruscamente. El consumo, el gran motor nacional, se retrae. Por dos meses consecutivos ha caído el precio de la vivienda. ¿Comienza la amarga resaca del Brexit?

«No hay donde esconderse de la verdad», advierte John McDonnell, el veterano marxista recalcitrante que se encarga de la economía en el equipo de Corbyn. «Los datos son impactantes», añade en relación al estancamiento del PIB, que había crecido un 0,7% en el último trimestre del año pasado y lo ha hecho solo un 0,3% en el primero de 2017 (el Banco de Inglaterra había pronosticado un 0,6%). McDonnell culpa al «Brexit duro de May» y cree que «estamos ante la prueba de que ha adelantado las elecciones porque la economía está girando».

Nada más concluir sus vacaciones de senderismo por Gales en Semana Santa, May sorprendió convocando unas urgentes elecciones anticipadas para el 8 de junio. Incumplía así su reiterada promesa de no adelantarlas. Su decisión se achacó a que las encuestas de aquel fin de semana, que habían situado a Corbyn en la lona, a 22 puntos. Imposible no aprovechar ese caramelo. Pero ahora comienza a manejarse la hipótesis de que el temor de la premier a un empeoramiento económico también pudo influir. Los comicios estaban programados para 2020 y el Gobierno sabía que para entonces las secuelas del Brexit serán algo más que un futurible.

Aparentemente el Ejecutivo mantiene la fe. «El empleo está en cifras récord y crecerá todavía más. La economía británica es resistente», proclama el moderado Philip Hammond, el impasible ministro de Economía al que apodan «Hoja de Cálculo Phil». Los liberal-demócratas, el partido que mantiene viva la llama europeísta, replican que «el parón del Brexit ya está empezando». Standard & Pours mantiene una perspectiva negativa para el Reino Unido, «porque el Brexit continúa siendo un riesgo significativo».

Estalla la burbuja

Los malos datos se acumulan y su origen radica en la depreciación de la libra (ha caído un 15% desde que May anunció a comienzos de año su giro al Brexit duro). Antes del referéndum la inflación era de solo un 0,5%. Hoy está en el 2,3% y se espera un 3% al final de año. Los hogares acusan el golpe. El consumo, que se mantuvo vivaz a golpe de crédito tras el referéndum, ha comenzado a retraerse. Por primera vez en tres años están descendiendo las ventas minoristas, el llamado sector del «retail». Los británicos van menos de tiendas: en marzo consumieron un 1,5% menos que en febrero, cuando los economistas esperaban una contracción de solo el 0,5%.

Pero tal vez el barómetro más inquietante sea la abrupta e inesperada caída del precio de la vivienda: -0,3% en marzo y -0,4% en abril. No se había registrado un retroceso de dos meses consecutivos desde 2012. Durante años se ha especulado -siempre de manera errada- con una evidente burbuja inmobiliaria en Londres, donde los precios simple y llanamente resultan absurdos: pisos victorianos por Kensington o Chelsea, a veces maltrechos, que cuestan tres o cuatro millones de euros. Significativamente, una de las cinco ciudades británicas donde los precios se han ralentizado más es la capital, hasta ahora una locomotora infalible.

El clima psicológico ha mudado. Una cosa era la euforia nacionalista tras la victoria del Brexit y otra muy distinta es verse ya en la negociaciones de divorcio -arrancarán a mediados de junio-, frente a unos 27 firmes, unidos y nada dispuestos a que el Reino Unido siga disfrutando del club sin pagar sus cuotas ni respetar sus reglas, como pretende May. Ha surgido un nuevo término: el «Bregret» (juego de palabras con «regret», arrepentirse). Por primera vez, una encuesta ha recogido que los arrepentidos del Brexit son mayoría. Es la de YouGov para «The Times», que señala que un 45% cree que fue equivocado dejar la UE, frente a un 43% que lo sigue viendo acertado. Los datos del referéndum, donde el Brexit ganó por 51,8-48,1, comienzan a invertirse.

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