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Donald Trump: «Voy a traspasar el poder de Washington al pueblo»

El presidente, en tono paternalista, promete rescatar a las familias y a los trabajadores y enfatiza: «Pondremos a nuestra nación por delante»

Vídeo: Las claves del discurso de Donald Trump RC
Manuel Erice Oronoz

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Donald Trump va a seguir siendo Donald Trump . Ni el boato de la toma de posesión del cargo que había ansiado durante décadas fue capaz de elevar la forma y el discurso del promotor inmobiliario neoyorquino. Es su personalidad, pero también su determinación de ser comprendido y seguir conectado al «movimiento» que le ha llevado a la Casa Blanca. Ayer, Estados Unidos no culminó solo un traspaso de poderes. Lo que se ha producido es u n traspaso de un mundo a otro . El que representaban las alusiones a los principios y valores de un teórico, profesor de Derecho, al del discurso directo y sin circunloquios de quien se dispone a gestionar el país como una empresa.

Así, la oratoria de un intelectual, a veces falto de ejecutoria política, dejó paso ayer al discurso mitinero del primer multimillonario, hombre de negocios, que se sienta en el Despacho Oval, quien avisó de que va a pasar «inmediatamente a la acción» . Con un modo de hacerse escuchar inequívocamente populista, pero también comprometido con movilizar el país desde el minuto uno. Como el alto ejecutivo que pretende desesperezar su compañía.

Un espíritu nuevo

Escuchar al presidente número 45 de los Estados Unidos de América remití ayer a un espíritu nuevo, que rompe con la sucesión , que rompe con la sucesión de relevos que el establishment se ha dado a sí mismo durante décadas, muy alejado de casi todos los 44 predecesores. Se abría paso ayer la comparación con Andrew Jackson (1829-1837), el séptimo presidente del país. De origen irlandés y escocés, el héroe de la Guerra de la Independencia llegó al cargo apelando a «la toma de posesión del pueblo» y abrió la Casa Blanca a cualquier persona que quisiera acercarse a celebrarla con él. Su compromiso fue combatir «la aristocracia de unos pocos».

Como era también retrotraerse al candidato republicano que, de acto en acto, recorrió el país con el machacón mensaje de recuperar una nación secuestrada por los políticos y amenazada por los perjuicios económicos de un enemigo exterior. Que su final fuera idéntico al de todos sus discursos de campaña lo dice todo: «Vamos a hacer América más fuerte, más sana, más orgullosa , más segura y más grande».

Con el espíritu de Jackson, Trump volvió a reencontrarse con el candidato republicano que, de mitin en mitin, recorrió el país con el machacón mensaje de recuperar una nación secuestrada por los políticos, y también amenazada por los perjuicios económicos de un enemigo exterior. Que su final fuera idéntico al de todos sus pronunciamientos de campaña lo dice todo: « Vamos a hacer América más fuerte , más sana, más orgullosa, más segura y más grande».

Mensaje a las clases medias

Mientras se dirigía Trump a los cientos de miles de congregados, el rostro de Barack Obama era un poema. El ya expresidente, que exhibió ayer el rol del cierre de filas institucional , alejado esta vez de la agresiva cara política destapada las semanas anteriores, no lograba encajar una declaración de intenciones que hace saltar por los aires todos los convencionalismos de una acomodada clase política. Al igual que ponía en peligro su propio legado. Las apelaciones reiteradas del nuevo presidente a la «desatención» que las clases medias y los pobres habían sufrido durante su mandato, sin citarlo, desencajaban literalmente la faz de Obama. Lo lanzó a los cuatro vientos Trump, en su habitual forma de dirigirse desde el estrado, dedo en alto: «No permitiremos que los políticos protesten y después no hagan nada para resolver los problemas». Un mensaje que sigue manteniendo al presidente outsider en el bando de los «buenos», el que le asegura su conexión directa y permanente con la calle. Una evidente manera de advertir a todo el sistema, incluidos sus compañeros de viaje republicanos que aunque él ha entrado en Washington, difícilmente Washington va a entrar en él.

Ayer, el escenario era el mismo que durante dos siglos ha sido testigo del acto de renovación institucional más respetado por un país que se resiste a poner en riesgo la democracia más antigua del mundo moderno. Un engalanado Capitolio, adornado con banderas nacionales, cientos de invitados de los tres poderes públicos y de todo el cuerpo diplomático acreditado en la capital del mundo, había sido preparado para la ocasión. Como cada cuatro años.

En primera instancia, le tocó el turno al vicepresidente electo, Mike Pence, quien juró el cargo ante la Biblia . A continuación, el exgobernador de Indiana saludó a la concurrencia en compañía de su mujer, Karen. Cuando hubo terminado sus palabras, Trump se acercó al balconcillo situado junto a las escalinatas del Capitolio. Le acompañaba el presidente saliente, Barack Obama, testigo y garante de que el largo traspaso de poderes terminara de rematarse.

Con la estética de campaña

Trump vestía con la misma estética con la que se había presentado ante sus fieles en campaña: trajeado y con un largo abrigo azul marino , en contraste con la corbata roja. Su mujer, Melania, a punto de ser la Primera Dama, sujetaba los dos ejemplares de las Sagradas Escrituras. A la conocida como Biblia Lincoln, que se utiliza como tradición incuestionable desde que el recordado presidente jurara sobre ella, el presidente electo había añadido la que le regaló su madre cuando contaba con sólo doce años. Después de que Trump pronunciara sus palabras de aceptación del cargo y compromiso ineludible con el país que ya gobierna, respondió a la aclamación del público con el puño derecho en alto, que agitó en su particular forma de transmitir su victoria a su ejército de acólitos. Era el We the People (Nosotros, el Pueblo) que encabeza la Constitución en toda su expresión: el presidente formando parte de él.

Donald Trump lanzó esencialmente las mismas promesas que en la campaña electoral le habían aupado a la presidencia. En el tono cercano al mismo espíritu rebelde y contestatario que el magnate neoyorquino ha utilizado siempre, anunció la llegada de «una nueva visión», con la que pretende que su paso por el Despacho Oval no sea algo testimonial: « Voy a transferir el poder de Washington a vosotros ». Una frase a la que añadió una de las pocas reflexiones profundas de su intervención, en la que denunció que hasta ahora «el establishment no ha protegido a todos los ciudadanos de este país; más bien se ha llevado los réditos del Gobierno, permitiendo el cierre de fábricas y la pérdida de bienestar en algunos estados».

Trump no va a abandonar a los obreros de raza blanca que le han conducido a la presidencia, especialmente en los estados industriales más deteriorados por la crisis. El arrojo y el intervencionismo que demostró durante la transición, metiendo en cintura a las multinacionales automovilísticas mediante la amenaza de aranceles a la importación, recibieron ayer un renovado compromiso. En un tono genérico, insistió repetidas veces en los nuevos aires proteccionistas que llegan con la Administración: «En cualquier decisión, pondremos a América por delante ». Y, cuando se refirió a futuras decisiones concretas, dio a entender que hará todo con tal de «beneficiar a las familias y a los trabajadores, y evitar que se lleven nuestros empleos». Ayer, Trump dejó caer una advertencia a las grandes corporaciones norteamericanas en forma de una doble máxima, como si el nuevo presidente de Estados Unidos pretendiera reducir todos sus mandamientos a dos: «Comprad americano y contratad a americanos».

Los dólares malgastados

En su alocución paternalista y protectora, una argumentación simple anunció un nuevo repliegue de Estados Unidos con respecto al país promotor del libre comercio que ha impulsado el cambio del mundo desde la Segunda Guerra Mundial. Partiendo de una sonora crítica a los «billones y billones de dólares malgastados en proteger las fronteras exteriores», el nuevo presidente realizó el simple planteamiento de que todo ese dinero irá destinado a «las autopistas, al ferrocarril, a los hospitales, y a un sinfín de infraestructuras». Se espera que una de las primeras decisiones que adopte Trump desde la Casa Blanca sea la puesta en marcha de un ambicioso plan de inversiones , valorado en un billón de dólares, para el que espera contar con las grandes constructoras privadas.

Su alusión a la protección de las fronteras propias sirvió al nuevo mandatario para lanzar el gran alegato nacionalista: «Cuando América está unida, América es mucho más fuerte», expresó, poco antes de adelantar con una nueva llamada su intención de «redescubrir el patriotismo».

Trump se mostró agresivo en algunos de sus mensajes, pero en ningún momento se le escuchó el tono belicista que algunos medios le habían augurado, tras el nombramiento de varios generales, calificados de halcones. Aunque utilizó la expresión «terrorismo radical islamista» cuando prometió su combate y liquidación, fue su única alusión a una guerra durante el discurso, lo que viene a indicar que la presencia militar de Estados Unidos en el exterior puede limitarse combatir a los yihadistas de Daesh. Un planteamiento que le acercaría a Ronald Reagan, el presidente republicano que eludió el desgaste de la participación del país en costosos y sufridos conflictos bélicos. Y para cerrar su discurso, Trump enfatizó: «Estaremos protegidos por nuestro ejército; pero, lo que es más importante, estaremos protegidos por Dios».

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