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Un matrimonio esclavizó durante años a sus trece hijos en su casa de California

Los Turpin encadenaban a sus vástagos a la cama y apenas los alimentaban

Una de las hijas se escapó, llamó a la Policía y salvó a sus doce hermanos, de entre 2 y 29 años

Los padres, David Allen Turpin, de 57 años, y Louise Anna Turpin, de 49 EFE / Vídeo: Detenida en California una pareja por secuestrar y torturar a sus 13 hijos
Manuel Erice Oronoz

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«¡Tenemos hambre!» «¡Por favor, queremos comer!». Los agentes que se presentaron con urgencia en el número 100 de Muir Woods Road difícilmente olvidarán la espantosa escena: niños en pijama, atados a sus camas con cadenas y candados, pálidos y desnutridos, clamando por algo de comida con que reponer sus disminuidos cuerpos. La fortuna quiso que uno de los trece vástagos lograra escapar de la casa con un teléfono móvil y llamara al número de emergencias, 911.

La feliz ocurrencia de una de las diez hermanas puso fin la mañana del domingo al calvario, a la continuada tortura a la que David y Anna Turpin habían sometido durante años a sus hijos, de edades comprendidas entre los 2 y los 29 . Aunque los asombrados policías no daban crédito a que siete de ellos fueran mayores de edad, ni a que la autora de la feliz llamada tuviera 17 años, dada su extrema debilidad y apocamiento, después de la prolongada muerte en vida impuesta por sus padres, erigidos en carceleros.

Desde que se instalaran en el barrio residencial en 2010, los Turpin habían logrado pasar desapercibidos. Ninguno de los vecinos interrogados por la policía y los periodistas reconoció haber visto nunca a los hijos del matrimonio. Pese a que era sabido que se trataba de una familia numerosa, a nadie extrañó que ninguno de ellos se dejara ver nunca en el exterior de la casa.

En realidad, la pareja imponía una férrea vigilancia a sus descendientes, que, supuestamente, estudiaban en la misma vivienda. El matrimonio Turpin había registrado la casa como escuela privada, la Sandcastle Day School , desde el curso 2014-2015. Actualmente, mantenía matriculados en diferentes cursos a sus seis hijos menores. Una forma de evitar cualquier problema con las autoridades, que en Estados Unidos permiten que los que padres que prefieran educar a sus hijos en casa establezcan oficialmente el domicilio como centro de estudios. Es el llamado «homeschool».

Detenidos y puestos a disposición judicial, en el Centro de Detención Robert Presley, David Allen y Louise Anne Turpin, de 56 y 49 años, afrontan, entre otros, los cargos de tortura y de poner en peligro la salud de sus hijos. La primera decisión del juez fue la de imponer a cada uno una fianza de nueve millones de dólares, según informó la Oficina del Sheriff del Condado. Mientras eso ocurría, sus trece hijos permanecían ingresados en distintos centros médicos de la zona.

James y Betty Turpin, los padres de David, que viven en West Virginia, reconocieron no haber visitado al matrimonio «durante los últimos cinco años» y que su contacto con la pareja se había limitado a algunas llamadas telefónicas cada cierto tiempo. Según su testimonio, durante los pocos contactos mantenidos, nunca llegaron a hablar con alguno de sus nietos.

Una cárcel

Las palabras de los abuelos apuntaron también a una cierta obsesión de los Turpin por vestir a todos sus hijos e hijas de forma idéntica, además de colocarlos siempre en orden, de mayor a menor edad. Manías que la madre de David atribuye a «razones de seguridad». Pese a asumir que era «muy protector de sus hijos» , Betty Turpin defendió al matrimonio por haber logrado conformar «una familia respetable».

El aspecto exterior de la última casa de los horrores descubierta por la policía apenas muestra diferencias con las decenas de chalés que se distribuyen por la calle, dispuestas en hilera como en tantos otros barrios residenciales de clase media en Estados Unidos. La localidad de Perris, en el condado de Riverside, se encuentra a algo más de cien kilómetros al sureste de la ciudad de Los Ángeles (California). El matrimonio Turbin se instaló en el vecindario en 2014 , después de adquirir por 350.000 dólares la vivienda que posteriormente convirtió en una suerte de cárcel para sus desatendidos vástagos.

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