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La caridad tiene nombre

Emilia Kamvisi fue fotografiada, junto a dos amigos, también octogenarios, mientras le daban un biberón a un bebé rescatado de un barco turco que llevaba refugiados sirios, que fueron abanonados en alta mar

Emilia Kamvisi, candidata al Nobel de la Paz, en el jardín de su casa en al isla griega de Lesbos REUTERS

LUIS DEL VAL

Desde hace meses, en la fachada del Ayuntamiento de Madrid, cuelga una gran pancarta, visible desde cualquier ángulo de la plaza de Cibeles, donde se lee «Welcome Refugees» . Dada la larga permanencia del cartel, proyecta la impresión de que es incesante el ingreso de refugiados en las oficinas del municipio, y que un porcentaje notable de funcionarios y políticos se dedica a acomodar y acoger a los refugiados. Pero no ha llegado todavía el primero, lo que quiere decir que estamos ante una maniobra de propaganda , quizá porque hay grupos y personas que son más eficaces en la publicidad que en la eficaz gestión de los asuntos públicos.

Esta mujer de la isla de Lesbos tiene 85 años y no lleva ningún cartel, pero fue una de las personas que ayudaron con amor a las pobres víctimas del barco turco a las que cobraron dinero para abandonarlas a su suerte, es decir, a la mala y premeditada suerte de que se ahogaran. En otoño, Emilia Kamvisi fue fotografiada, junto a dos amigos, también octogenarios , mientras le daban un biberón a un bebé rescatado del terrible barco. Ella y el pescador Stratis Valiamos, que ha rescatado de las aguas del mar a decenas de refugiados, están propuestos como candidatos para el premio Nobel de la Paz, junto a la actriz Susan Sarandon , que pasó las últimas navidades en Grecia, no portando un cartel de bienvenida a refugiados inexistentes, sino ayudando, consolando y acompañando a los cientos de víctimas que han llegado hasta el país heleno.

Les vendría bien a Emilia Kamvisi y al pescador Stratis Valiamo que les concedieran el premio Nobel de la Paz, porque va acompañado, además de la distinción, de una cantidad de dinero que a estas gentes humildes les apañaría su existencia, y más ahora en que el Gobierno de Tsipras , aquél que los iba a liberar de las deudas, parece dispuesto a recortarlas en un 70%, con lo que se cumple el aforismo de Groucho Marx: «Salir de la pobreza para llegar a las más altas cumbres de la miseria». Gentes modestas, sin búsquedas de gloria , que se quitan el poco pan que tienen para darlo a los demás. Y que mantienen esa honradez sin afeites, esa dignidad que refleja un alma pronta a la ayuda, a la caridad auténtica, que, como siempre, tiene nombre y apellidos.

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