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Siria: seis años de conflicto

La dos caras de una misma guerra

La guerra siria está creando nuevas élites económicas por el vacío de la clase empresarial que ha abandonado el país en estos años. Del lado del Gobierno, el primo de Bashar al Assad, Rami Makhlouf, es uno de los hombres más ricos de Siria

F.J. Calero

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Tantas Sirias como voces que la describan. El pasado verano, en plena ofensiva del Gobierno de Bashar al Assad apoyada desde el aire por bombardeos rusos para recuperar Alepo, con buena parte de la histórica ciudad destruida, el régimen difundió varios vídeos de una realidad paralela: una discoteca local llena a reventar de jóvenes que bailaban el último hit occidental y una panorámica aérea de Tartus que mostraba las delicias de la costa siria.

«Me parece escandaloso porque aunque esa realidad está ahí los que salen en esos vídeos no representan hoy al país. Forman parte de la propaganda del régimen sirio , que insiste en que a pesar de la guerra se puede vivir donde Assad gobierna», explica a ABC Barah Mikail, fundador franco-sirio de la consultora Stractegia.

El contraste de las panorámicas de Tartus -ciudad costera en poder del régimen- y Homs -tercera ciudad de Siria antes de la guerra, hoy en ruinas- es el epítome de las capacidades militares de los bandos en seis años de conflicto. Las zonas bajo control del Ejército sirio desde el principio de la contienda «funcionan mejor que las dominadas por los rebeldes aunque falte medicina y personal en los hospitales por la masiva llamada a filas. Las zonas opositoras han estado sometidas a mucha presión y condiciones muy duras. El Ejército Libre Sirio trató de levantar en vano sistemas de servicios básicos», agrega Mikail.

De 38 años, con dos niñas y antes profesor de matemáticas en una escuela de Damasco, Ahmed Youssef se juega hoy la vida como casco blanco de la Defensa Civil Siria para rescatar desde los escombros a las víctimas de ataques aéreos de las fuerzas afines a Assad. «Hemos salvado también a soldados del régimen y a miembros de milicias fines. Pero es cierto que principalmente actuamos en zonas fuera de su control porque reciben bombardeos y sus gentes se ven obligados a desplazamientos forzosos. En las otras regiones la vida transcurre casi con normalidad», apunta en entrevista con ABC. Como otros de sus compañeros, Youssef dice ser neutral en su trabajo pero no en la denuncia a Bashar al Assad, más tras haber vivido en carne propia la matanza con armas químicas en Guta el 21 de agosto de 2013, en la que murieron 1.400 personas y otras 3.000 heridas resultaron heridas, en lo que fue el ataque químico más mortífero en 25 años. Le impresionó ver a bebés que parecían estar vivos como si durmieran plácidamente sin apenas rasguños. Para Youssef, el régimen trata de hacer ingeniería demográfica tras cada ofensiva.

«No podemos dejar de vivir porque en otras zonas se esté viviendo una guerra», decía en un reportaje de « Euronews » una siria habitante de la zona de Alepo controlada por el Gobierno. Esos días de septiembre las fuerzas de Assad se encontraban en plena ofensiva para aislar la zona este, controlada por militantes islamistas y grupos rebeldes. Frente al agujero negro de la parte este, los periodistas entrevistaron a varios hombres de negocios mientras disfrutaban del sol y la piscina en un ambiente de paz.

La alta concentración de civiles en áreas bajo el control de Assad también funciona a favor del régimen, sostiene un estudio del instituto Carnegie , ya que puede desincentivar el ataque de la oposición «tal como ocurrió con el ataque rebelde al barrio de Mahata en Daraa en 2014». Según el informe, este barrio controlado entonces por Damasco sufrió decenas de muertos por la ofensiva de la oposición, y entre las víctimas se contaban familias que habían apoyado la insurgencia. «Esas muertes aumentaron el apoyo popular al régimen entre partidarios firmes de la oposición», concluye. Según el fundador de Stractegia , es posible pasar de un bando a otro, aunque es mucho más complicado pasar del lado del régimen al rebelde: «No quieren parecer débiles».

Los «especuladores de la guerra»

Yara Bader , periodista siria, estuvo encerrada en las cárceles del régimen varios días. Para ella, hay dos realidades en el país: «Si entras con el Gobierno, lo haces de forma legal y es más seguro porque no hay bombardeos aéreos ni vas a sufrir de hambruna . Fui en noviembre de 2015 a Latakia y no pasaba casi nada». Su marido, Mazen Darwish , también periodista, ha exigido este martes ante la sede de la ONU en Ginebra rendición de cuentas y justicia por los abusos de Bashar al Assad. El fundador del Centro Sirio de Medios y Libertad de Expresión estuvo encarcelado por informar durante más de tres años.

«En un principio, desde España hubo cierta empatía con las protestas para derrocar a un gobierno represivo, pero cuando la situación se volvió más compleja empezó a calar el análisis fácil de que los árabes ya se estaban peleando entre ellos por la religión en lugar de destacar sus causas sociopolíticas: falta de justicia social o cómo la mafia de los Assad ha monopolizado los recursos», comenta a ABC la profesora gallego-siria Leila Nachawati , autora de la novela «Cuando la revolución termine».

El régimen ha trasladado sus instituciones dentro de las ciudades a barrios bajo su control. Los recortes del Gobierno de Assad en el presupuesto general han obligado a reducir bruscamente los subsidios a bienes estratégicos como el pan y el gasóleo. La guerra ha reordenado las relaciones económicas y está sentando las bases de una amplia transformación de la estructura socioeconómica del país. Según un reportaje del proyecto de medios independientes «Syria Untold », la guerra se ha convertido en una empresa económica financiada por fuentes internas y externas.

La guerra siria está creando nuevas élites económicas por el vacío de la clase empresarial que ha abandonado el país en estos años. Estos «especuladores de la guerra» se han convertido en un elemento esencial en el funcionamiento de Siria e incluso rivalizan con aliados anteriores de la familia Assad en el corazón de la élite siria, según un artículo del portal de información católica « La Croix International ». Dedicándose especialmente a la importación de bienes agrícolas y al petróleo, estos «empresarios» sortean el embargo y sanciones internacionales en una economía que cada vez más ha ido dependiendo de la importación procedente de países aliados como Rusia o Irán. «Gente que tenía vida normal o incluso pobres se han enriquecido en este conflicto. Tenemos un embargo, vale, pero europeos y americanos no se van a oponer a importar productos básicos. La guerra favorece la creación de una economía paralela: Rusia imprimió divisa siria al principio del conflicto e Irán se ha convertido en un importante proveedor de armas», subraya Mikail. Del lado del Gobierno, uno de los casos más sonados es el del primo de Bashar al Assad, Rami Makhlouf , uno de los hombres más ricos del país gracias al imperio familiar en sectores de telecomunicaciones, bancos o petróleo.

Ciudades como Homs o Alepo, según Mikail, se han vaciado al 80%. «No creo que gente que ha perdido por completo su hogar vuelva tan fácilmente». Si gana Assad, la reconstrucción liderada por iraníes y rusos ayudará a la propaganda del régimen, agrega. Durante décadas, Siria mantuvo zonas en ruinas para mostrarlas a los turistas y decirles: «¿Veis eso? Es lo que nos hicieron los israelíes en la Guerra de los Seis Días ». Seis años después del comienzo de esta guerra intestina, los Assad tienen nuevas ruinas que mostrar y a un enemigo a quien culpar.

[Fotos de Homs proporcionadas por el Comité español de ACNUR]

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