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Elecciones Reino Unido

Los británicos eligen: el Brexit rápido de Johnson o la izquierda radical de Corbyn

El Partido Conservador llega a la votación de hoy en el Reino Unido con mayoría absoluta en los sondeos, aunque su ventaja se ha estrechado

Boris Johnson obtiene una rotunda victoria en las elecciones de Reino Unido

Boris Johnson, durante su visita a una pastelería en Leeds, con un mandil en el que se lee: «Hagamos el Brexit» EP
Luis Ventoso

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Susto o muerte, esa es la disyuntiva de las elecciones de este jueves en el Reino Unido . O si se prefiere: pesadilla antes de Navidad, en una jornada que estará pasada por agua. Solo el 26% del público declara creerse lo que les han contado estos días los dos grandes partidos. La campaña ha sido más agria de lo habitual para un país que siempre había gastado en política un cierto talante de fair play , envenenado ahora por tres años y medio dando vueltas a la cansina noria del Brexit . Es indiscutido que Boris Johnson ganará los comicios. La duda estriba en si lo hará con mayoría absoluta, pues de no lograrla las puertas del Número 10 se abrirían para el antediluviano socialista Corbyn, con el apoyo de los separatistas escoceses, que exigirían a cambio otro referéndum de independencia, y los europeístas del Partido Liberal Demócrata. El atrevido programa electoral laborista ha sido definido con sarcasmo por analistas ingleses como «la carta de suicidio más larga jamás escrita».

Cuarenta y seis millones de británicos están llamados a las urnas de siete de la mañana a diez de la noche (una hora más en España) para elegir entre el Brexit rápido de un primer ministro que pasa por ser el más mentiroso de los últimos tiempos, el periodista Boris Johnson, de 55 años –la Wikipedia señala que no se sabe con seguridad ni cuantos hijos tiene–; o el radical experimento socialista del veterano apparatchik Jeremy Corbyn , de 70, el líder de la oposición peor valorado desde que existen registros.

El candidato laborista, que nunca ha trabajado fuera de la política y lleva 36 años viviendo de su escaño del Norte de Londres, promete un insólito proyecto marxista, que no se veía por aquí desde que Thatcher barrió al profesor chiflado Michael Foot en 1983. Corbyn nacionalizaría el ferrocarril, la energía, el agua y la banda ancha, con un gasto público enloquecido (85.000 millones de libras más al año), y más impuestos para quienes ganen más de 80.000 libras y para las empresas, que tendrían que ceder además el 10% de sus acciones a los trabajadores. Aunque es euroescéptico, pues ve la UE como un club de mercaderes, ofrece además un segundo referéndum sobre Europa, y probablemente concedería también otra consulta independentista en Escocia.

Promesa de más enfermeras

Johnson, por su parte, está dispuesto a aflojar el rigor contable que instauró Cameron para salir de la crisis e incrementaría moderadamente el gasto social. Promete, por ejemplo, contratar a 50.000 enfermeras más para la sanidad pública (en lo que ha sido otro de sus embustes, pues 18.500 de las plazas que ha anunciado como nuevas en realidad ya existen).

Entre lo malo y lo peor parece que los votantes se quedarán con lo primero: los tories gozan de una ventaja de diez puntos, que les otorgaría la necesaria mayoría absoluta –más de 326 diputados– para salir de Europa al fin el próximo 31 de enero. Sin embargo, en las últimas horas ha crecido la incertidumbre. Una enorme proyección demoscópica en las 650 circunscripciones, elaborada por la firma YouGov con cien mil entrevistas, ha reducido la ventaja tory a nueve puntos , con 339 diputados frente a 231 de los laboristas.

Incluso en la horquilla más baja los conservadores podrían caer a 311, lo que los privaría del control de los Comunes. Como hipótesis más probable, la nueva foto otorga a los conservadores una mayoría de 28 escaños, frente a los 40-50 que se les pronosticaban el fin de semana, antes de que Johnson cometiese el inaudito error de negarse a mirar la fotografía de un niño de cuatro años durmiendo en el suelo de un hospital, que le mostraba en su móvil un reportero de televisión. Con las cámaras grabando, Johnson se metió el teléfono del periodista en su bolsillo y siguió perorando a piñón fijo con su lema «Get Brexit done», imagen que lo mostró como un político insensible, o al menos perdido en su nube. Pero el cisma interno de los laboristas pronto salió en su ayuda, al emerger una grabación amical del hombre fuerte de Corbyn para la Sanidad declarando que las perspectivas electorales de su partido son «terribles» y que su líder «no es de fiar en temas de seguridad». Ayer por la mañana, el candidato laborista se desayunó además con un manifiesto de 15 exdiputados de su marca pidiendo que no se le vote por «antisemita» y «extremista».

El Partido del Brexit del pinturero populista xenófobo Farage se ha desinflado, tras retirarse en algunas circunscripciones para ayudar a los tories . Los europeístas del Partido Liberal Demócrata están estancados en quince escaños, con una líder chillona y poco articulada, Jo Swinson, aunque muchos los veían como la opción más moderada.

Al asalto del Muro Rojo

Todo se queda en un palpitante mano a mano entre Boris y Corbyn, que anoche clausuraron campaña con actos en barrios de Londres, tras pasarse las últimas 72 peleando en el llamado Muro Rojo, las circunscripciones marginales que son desde siempre bastiones del laborismo, zonas como Yorkshire, las Midlands y Gales.

«Todo el mundo sabe lo que pasó hace dos años, las encuestas pueden equivocarse», repetía ayer Johnson, que fue de show en show: reparto de leche por las puertas de West Yorkshire y elaboración de pasteles al horno en Gales ataviado con un mandilón de «Hagamos el Brexit ya». Hay 50 circunscripciones donde el laborismo es hegemónico que podrían virar a los tories , debido a que 39 de ellas votaron Leave en el referéndum de 2016. En esas tierras postergadas, irritadas con el fulgor egocéntrico de Londres, el Brexit opera como una patada de protesta nacionalista y una coraza protectora frente a las amenazas de la globalización. Pero cuesta ver a poblaciones de larga memoria sindical minera, donde el laborismo ha sido casi una fe familiar, pasándose ahora al partido de Thatcher.

A las once de esta noche, hora española, se publicarán los sondeos a pie de urna, que en el Reino Unido suelen acertar el resultado. El recuento continuará toda la noche. Al alba, el ganador irá a Buckingham a pedir permiso a la Reina para formar Gobierno y luego presentará sus planes al país frente a la puerta del Número 10. Johnson tiene todos los boletos, porque se parece más al prototipo de británico medio que Corbyn, una especie de asceta de su credo ideológico, abstemio y ciclista, cuya única alegría conocida son las mujeres (va por su tercer matrimonio).

«Si te tienes que llevar a uno de los dos a tu pub, sin duda eligirías a Boris», me comentaba ayer un alto funcionario mientras veíamos los patos de St. James’s Park tomándonos un café en una terraza al fresco londinense. «Corbyn es una chaladura», añadía meneando la cabeza. Probablemente hoy se verá que sus compatriotas piensan lo mismo.

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