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El autoritario Erdogan reta a Europa y desafía a sus vecinos

El líder islamista presiona para la adhesión turca en la UE pese a las crecientes violaciones de los derechos humanos en su país

Banderas turcas ondean en el puente del Sultan Selim en Estambul EFE

JAVIER PÉREZ DE LA CRUZ

A Recep Tayyip Erdogan le gusta fotografiarse junto a alguna de sus visitas más ilustres en dos pomposos y brillantes sillones de oro, decorados con opulencia y rematados por una media luna. La canciller alemana, Angela Merkel, el vicepresidente de EE.UU., Joe Biden, o el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, son algunas de las personalidades que han posado allí.

El sillón de oro es uno de los símbolos señalados por muchos críticos para denunciar la crecida del autoritarismo de Erdogan que ha venido acompañado de un retroceso en los derechos humanos en Turquía. El país euroasiático, gracias a la errática gestión europea de la crisis de los refugiados y las presiones de Erdogan ha impulsado su candidatura de acceso a la UE.

«El proceso de adhesión de Turquía ha sido positivo para la situación de los derechos humanos en el país, así que en este contexto es bueno abrir los capítulos 23 y 24 [referidos a los derechos fundamentales y la libertad judicial]», explica a ABC Andrew Gardner , investigador de Amnistía Internacional. «Sin embargo, es evidente que actualmente en Turquía los derechos humanos están en retroceso en áreas clave: estado de derecho, independencia e imparcialidad judicial, libertad de expresión y el uso de la fuerza por parte de las fuerzas del orden», añade.

Desesperación

Según Gardner, la desesperación europea no daña únicamente a las personas que huyen de la guerra. «El deseo de la UE de incluir a Turquía en sus intentos de evitar la llegada de refugiados a Europa no perjudica solo a los derechos de estos, sino que también les lleva a obviar los abusos de los derechos humanos en Turquía». Para muchos, estos abusos tienen un nombre propio. «Bajo el liderazgo del presidente Recep Tayyip Erdogan, Turquía ha descendido ininterrumpidamente hacia el autoritarismo y la inestabilidad». Así arranca una carta abierta de dos antiguos embajadores estadounidenses en Ankara, Mort Abramowitz y Eric Edelman, titulada: « Erdogan debe hacer reformas o dimitir» .

«Bajo el liderazgo de Erdogan, Turquía ha descendido ininterrumpidamente hacia el autoritarismo y la inestabilidad»

Desde Turquía también se levantan las voces críticas. «Ningún líder en la historia de la República ha encerrado a fiscales y jueces por sus decisiones , pero Erdogan ya ha encarcelado a varios. También ha confiscado las propiedades de sus oponentes». Ihsan Yilmaz es profesor de Ciencia Política en la Universidad Fatih y hasta hace una semana colaboraba como columnista en el periódico «Today’s Zaman», la versión inglesa del diario intervenido recientemente por el Estado . De la noche a la mañana, «Zaman», el de mayor tirada del país, pasó de ser opositor a respaldar las tesis del Gobierno, de Ergodan y de su partido islamista AKP.

El presidente rechaza las acusaciones. «La República de Turquía ha registrado los mejores logros de sus 92 años de historia durante los últimos 13 años», aseguraba hace unos meses Erdogan durante la conmemoración del 77º aniversario de la muerte de Mustafa Kemal Atatürk, el padre del Estado republicano turco. El actual presidente lideró el Gobierno desde 2003 a 2014.

«Cualquier país con un líder autoritario no debería ser aceptado por la Unión Europea»

Son varios los frentes en los que Erdogan y Turquía reciben ataques y denuncias, pero dos acaparan todos los titulares. Uno de ellos es la libertad de expresión. « Las críticas a su poder y las protestas callejeras son las cosas que más odia. Hasta ahora ha tratado de reprimirlas todo lo que ha podido», añade Yilmaz. Para este académico turco, «cualquier país con un líder autoritario no debería ser aceptado por la Unión Europea».

Erdogan y su entorno perciben las protestas como amenazas e intentos de derrocar al Gobierno. Durante las masivas protestas del parque Gezi, en junio de 2013, el entonces primer ministro se refirió a los manifestantes como «terroristas». Lo mismo ocurre con los seguidores de la red del influyente clérigo Fethullah Gülen. La fructífera relación con este antiguo aliado se rompió a finales de 2013, cuando se filtraron diversos documentos y grabaciones que supuestamente demostraban la corrupción de Erdogan y su familia . Desde entonces todo lo cercano a Gülen ha sido objetivo de jueces y policías por pertenencia a «un Estado paralelo», una expresión que se ha hecho común en los medios turcos y que sirve para referirse a la red que acusan de «organización terrorista». La intervención del «Zaman», muy cercano al clérigo islámico, forma parte de esta disputa.

Muertes en el sudeste

El otro asunto en el que se acumulan las críticas internacionales es la violencia dentro del país . «Sigo extremadamente preocupado por el empeoramiento de la situación en el sudeste de Turquía. Los enfrentamientos aumentan y ya han causado cientos de muertes y numerosos desplazados», asegura en un comunicado Zeid Ra’ad Al Hussein, de la agencia de la ONU por los derechos humanos.

En julio se rompió la tregua entre el Estado turco y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK ). Desde entonces se ha desatado un enfrentamiento en algunas provincias del sudeste del país, de mayoría kurda, que en nada se diferencian de las imágenes de la guerra en la vecina siria. Artillería pesada, vehículos blindados y guerrillas urbanas combaten a medida que el Gobierno impone toques de queda militares en diversos barrios de ciudades como Diyarbakir o Cizre. Centenares de miles de civiles se han visto atrapados en medio de la violencia.

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