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Abdelfatah Al Sisi se asegura un segundo mandato con el 97% de los votos válidos

En la próxima legislatura, el mandatario egipcio se enfrenta a retos como la mejora de la economía, resucitar el sector turístico y acabar con la amenaza terrorista en el Sinaí, mientras voces afines a Al Sisi abogan por un cambio en la Constitución que le permita un tercer mandato

Los egipcios se dirigen a las urnas en una votación de tres días para elegir entre el titular Abdel Fattah al-Sisi y el poco conocido candidato Moussa Mostafa Moussa AFP
Alicia Alamillos

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Abdelfatah Al Sisi se ha asegurado su segundo mandato presidencial con una aplastante victoria en las elecciones presidenciales que terminaron el miércoles pasado, recibiendo el 97,08% de votos válidos entre las más de 24 millones de papeletas depositadas en las urnas, según datos oficiales ofrecidos este lunes por la Comisión Electoral egipcia (NEC). Según declaraciones del presidente de la comisión, Lasheen Ibrahim, que afirmó que estas elecciones serán recordadas como «la batalla por el amor a Egipto», más de 21,8 millones personas votaron por la reelección de Al Sisi, un porcentaje algo mayor al que obtuvo en sus primeras elecciones en 2014 (96,7%). El segundo y último candidato, un casi desconocido político Musa Mustafa Musa, se hizo con menos del 3% de las papeletas, por detrás de los votos nulos, 1,7 millones (7,27% del total de votos emitidos).

Pese a la intensa campaña de las últimas semanas llamando a una «participación masiva » en los comicios para reforzar la legitimidad del nuevo mandato presidencial de Al Sisi , que ha incluido mensajes nacionalistas, pequeños sobornos, regalos, facilidades e incluso amenazas de multa, la participación finalmente se ha cifrado en el 41,5% de los casi 60 millones inscritos en el censo electoral. Casi seis puntos menos que en las elecciones de 2014, cuando la participación llegó al 47,5%.

«Las escenas de los egipcios en los colegios electorales seguirán siendo mi fuente de orgullo y honor y una prueba convincente de la grandeza de nuestra nación, cuyos hijos más preciados han ofrecido [su] sangre para que podamos avanzar juntos hacia el futuro», declaró el presidente a última hora del mismo miércoles.

Musa Mustafa Musa, candidato que ya antes había ofrecido «todo su apoyo» a Al Sisi aceptó la derrota, apuntando a la « inmensa popularidad » del presidente.

Tras estas elecciones, que han sido celebradas sin debate político y tras una campaña de intimidación y acoso contra al menos cinco pre-candidatos opositores, el Gobierno «ha dejado muy claro que no hay espacio para la oposición, que cualquiera que le haga frente será neutralizado y que ha sido capaz de consolidar el poder hasta el punto de que no tiene rival ninguno», sostiene a ABC el investigador egipcio del Instituto Tahrir para Políticas de Oriente Medio (Timep) Timothy Kaldas.

Al Sisi, exmariscal que llegó al poder en 2013 con un golpe de Estado contra el presidente islamista Mohamed Morsi y ganó las elecciones como civil en 2014, ha centrado sus cinco primeros años de gobierno sanear la economía y apuntalar la seguridad y estabilidad del país, puesta en entredicho tras varios sangrientos atentados terroristas con sello de Daesh y para lo que no ha dudado en acabar con toda oposición política (especialmente contra la cofradía de los Hermanos Musulmanes, declarada grupo terrorista y a la que ha perseguido con saña, pero también laicos y activistas) y olvidar derechos humanos. Según denuncia la organización Human Rights Watch, bajo el gobierno de Sisi la policía y los agentes de seguridad egipcios han utilizado la tortura y las desapariciones forzadas contra «presuntos opositores políticos» casi con total impunidad.

En su próximo mandato, Al Sisi se enfrenta a retos similares: una economía que empieza a verdear a nivel macroeconómico pero sin reflejarse en la vida diaria de los egipcios, vapuleados por la inflación y el desempleo, resucitar el sector turístico y acabar con la amenaza terrorista en el Sinaí, mientras voces afines al mandatario abogan ya por un cambio en la Constitución que le permita un tercer mandato y aumente de 4 a 6 años las legislaturas. «Cuatro años es un período muy corto para que la gente juzgue a un presidente, sin mencionar que este corto período no ayuda a mantener estable al país en una región plagada de conflictos internos y sectarios », declaró a finales del año pasado el presidente del Comité parlamentario de Derechos Humanos, Alaa Abed.

Por el momento, Al Sisi ya negado su intención de buscar un tercer mandato. «Es probable que se cambie la Constitución. No porque lo pida Al Sisi, sino porque lo pidan parlamentarios que dirán «te necesitamos, no puedes irte. Quizá en dos años», afirmaba en entrevista con este diario el político y excandidato presidencial Mohamed Anuar Sadat.

Economía y turismo

Acuciado por la creciente crisis económica y la caída de los ingresos del turismo, Abdelfatah Al Sisi solicitó un préstamo de 12 mil millones de dólares al Banco Mundial en tres años, que le fue concedido a cambio de “urgentes reformas” como la liberalización del cambio de la moneda local o el recorte en los subsidios. Desde entonces, la libra egipcia se ha desplomado hasta perder el 60% de su valor, mientras la inflación alcanzó hasta el 34% en su pico más alto. Hoy día, se ha estabilizado en torno al 14,4%. El recorte de los subsidios a la gasolina, pero también al agua y otros servicios públicos ha afectado especialmente a las clases más pobres del país, donde el 30% de la población viven por debajo del umbral de la pobreza.

Las cifras macroeconómicas, excepto el desempleo, empiezan a verdear: el PIB creció el año pasado un 5,3%, comparado con el crecimiento del 2,1 de 2012/2013, según datos del Banco Central egipcio.

Firma de Al Sisi han sido también los llamados “megaproyectos”, desde la ampliación en tiempo récord del Canal de Suez (que no ha dado el aumento de ingresos prometido, en parte por la desaceleración general del comercio internacional) a la firma millonaria para la construcción de una planta nuclear rusa en la costa mediterránea, pasando por la construcción de megaciudades en el desierto como una nueva capital administrativa al este de El Cairo por un monto de 45 mil millones de dólares.

El atentado terrorista contra un avión ruso en noviembre de 2015, así como sucesivos atentados contra iglesias en El Cairo, Tanta y Alejandría espantaron a los turistas. Sin embargo, y pese a que la amenaza terrorista todavía no ha sido neutralizada, los números parecen reponerse ligeramente, y con ellos los ingresos derivados de la industria: entre enero y septiembre de 2017, 5,9 millones de turistas visitaron egipto, un aumento del 55% del mismo periodo en 2016, cuando sólo 3,8 millones se acercaron al país de los faraones y pirámides. Muy lejos todavía de las cifras previas a la revolución de 2011, cuando visitaron el país 14,7 millones de extranjeros (2010).

Terrorismo y seguridad

Tras el golpe de Estado de 2013, decenas de grupúsculos terroristas contrarios al régimen de Al Sisi encontraron refugio en el Sinaí, el más destacado de ellos la rama local del autodenominado Estado Islámico, Wilayat Sina (provincia del Sinaí). Este grupo terrorista ha sido responsible de los mayores atentados de los últimos años en el país: contra una mezquita sufí en el Sinaí en noviembre de 2017 (más de 300 muertos), sendos ataques en Domingo de Ramos de 2017 contra iglesias en Tanta y Alejandría (53 muertos), atentado contra una iglesia en el corazón del patriarcado copto en El Cairo en diciembre de 2016 (28 víctimas) o el atentado bomba contra un avión ruso en noviembre de 2015 (224 muertos). En medio de un Estado de emergencia permanente desde 2016, en febrero el presidente Al Sisi anunció una masiva operación militar contra los terroristas en el Sinaí, que ha acabado con las vidas de más de 100 presuntos milicianos, según cifras del Ejército. Desde 2014, los militares han eliminado a más de 1.800 presuntos terroristas en el Sinaí, según Reuters.

Pero la búsqueda de seguridad y estabilidad a costa de los derechos humanos no se acaba en la provincia del Sinaí. Tras una feroz persecución contra los Hermanos Musulmanes pero que también ha afectado a activistas y opositores, unos 60.000 prisioneros políticos engrosan las cárceles egipcias, según cifras de organizaciones proderechos humanos. El Gobierno ha ampliado el Estado policial, con nuevas denuncias de desaparecidos forzosos y una represión que «ha superado a la de Hosni Mubarak». Nuevas leyes anti-protestas en las calles o para el control de las Ong, así como la polarización del país («Si no estás con Al Sisi, estás contra Egipto», rezan los mensajes patrióticos de los medios de comunicación) han ahogado a la sociedad civil.

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