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Merkel y Hollande pactan reforzar la unión política en la Eurozona

El proyecto es un revés para el primer ministro británico, que quiere debilitar los lazos de la UE

Merkel y Hollande pactan reforzar la unión política en la Eurozona j. m. nieto

enrique serbeto

Cuando el Consejo Europeo ratificó a Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea, el primer ministro británico, David Cameron , lo calificó como «un mal día para Europa» porque no había podido evitarlo. Ese mismo presidente de la Comisión es el que ha aprovechado este puente de Pentecostés para mantener una primera entrevista informal con Cameron, según todos los indicios para informarle y poner sobre la mesa las líneas rojas del pulso que el conservador británico se propone emprender con Europa. Pero al mismo tiempo, lejos de amilanarse ante el desafío del referéndum o incluso de la perspectiva de una salida británica de la Unión, el llamado «brexit», los líderes de Francia y Alemania preparan una reunión para lanzar el mensaje contrario. Es decir, que hay que reformar la UE, pero para lograr una mayor integración en torno al núcleo de la zona euro y no para debilitarla como quiere el británico.

Según fuentes europeas, esa reunión entre el presidente francés François Hollande , la canciller alemana Angela Merkel y Jean-Claude Juncker, se celebrará el lunes en Berlín y será el pistoletazo de salida de esta ofensiva para relanzar lo que desde hace tiempo se viene llamando la Europa a Dos Velocidades , en la que emerge un grupo de países que apuesta por una mayor integración en todos los campos, para dejar en una especie de círculo exterior a aquellos que no sienten la necesidad de hacerlo, pero tampoco quieren romper tampoco sus lazos con la UE.

De cara también a la próxima cumbre de junio, Merkel y Hollande están preparando un plan para la unión política de la Eurozona que pasa por una mayor convergencia en la fiscalidad, en el gobierno económico, en las políticas sociales y en la estabilidad de los países que comparten la moneda única. El plan franco-alemán desea progresar en una mejor gobernanza de la zona e incluso en una unión política a medio plazo. Asimismo, Merkel y Hollande rechazan revisar el Tratado de Lisboa, tal y como le gustaría al primer ministro británico, David Cameron, que tendrá que adaptar sus reclamaciones al nuevo marco de mayor integración en el euro.

De hecho, uno de los primeros encargos que recibió Juncker nada más tomar posesión fue el de «preparar las próximas etapas para una mejor gobernanza de la zona euro». El encargo se convirtió en una tarea coral y para la cumbre de junio se espera que se presente el informe sobre el futuro de la UE preparado por los cuatro presidentes (el de la Comisión, el del Consejo, Donald Tusk; el del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, y el del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem. La clave del trabajo de Juncker y de los otros tres presidentes es encontrar la manera de perfeccionar el funcionamiento de la zona euro a la luz de la experiencia de la crisis financiera, hasta llegar a la discusión de «si la actual fórmula de soberanía compartida se adapta a las necesidades» de la unión económica y monetaria y si es posible conjugar «responsabilidad y representación en las actuales estructuras institucionales». Es algo que los economistas venían advirtiendo desde hace tiempo: una moneda única no puede funcionar sin un gobierno único. Esta es la cuestión de fondo de una Europa a Dos Velocidades.

Teóricamente, una apuesta de este calibre en la que están claramente sintonizadas Francia y Alemania y a la que se sumarán otros países grandes como España o Italia, o pequeños como el Benelux, debería servir para que Cameron reflexionase sobre las posibilidades reales de su pretensión de reformar a la UE al gusto británico.

Reticencias en el Este

Pero los países del Este europeo que en su mayoría todavía no están en la zona euro, no ven con buenos ojos esa idea de un núcleo político, sin que por ello simpaticen totalmente con Cameron. Por ello confían en que la presencia del polaco Tusk al frente del Consejo contribuirá a limitar el alcance de ese proyecto. En las últimas elecciones europeas, en los países orientales que acaban de cumplir diez años en la Unión, se ha visto un descenso en el entusiasmo proeuropeo.

En todo caso, en la Eurocámara ya han empezado a alzarse voces pidiendo que el debate sobre el futuro de las relaciones de Londres con Bruselas y el diseño futuro de la UE no puede ser dejado en manos de los países miembros. «Las discusiones sobre la eventual salida del Reino Unido son demasiado serias para dejarlas fuera del Parlamento» decía ayer el portavoz del grupo liberal, Guy Verhofstadt.

Los principales grupos parlamentarios -dominados por alemanes- no están en contra de reforzar la unión de un núcleo de países en torno a las reglas de gobernanza del euro, pero no será fácil ignorar al Parlamento en cualquier tentativa de llevarlo a cabo.

Los liberales tienen una idea de las reformas que querrían ver surgir del debate: la gobernanza económica compartida y un ajuste institucional para permitir que los británicos se queden, pero sin derecho a voto. En sus planes más ambiciosos incluyen una Unión de la Defensa, aun sabiendo que los intereses nacionales están aún muy lejos para tal objetivo. La convergencia de populares y socialistas en la idea de aprovechar la experiencia de la crisis para reforzar las instituciones creadas en torno a la moneda única sigue siendo el cemento de la gran coalición en Berlín y del «acuerdo amplio» en el Parlamento Europeo como le gusta llamarlo al portavoz socialista Gianni Pittella.

La cuestión griega

El debate es tan agudo que se ha empezado a plantear si podría servir al mismo tiempo para acomodarse a las ansias de Cameron de alejarse del Continente y las de los países de Europa Central de desembarazarse del lastre griego, cuyo desenlace es de sobras conocido a pesar de que el dramatismo se prolonga desde principios de año. Algunos expertos consideran que la única fórmula de que la salida de Grecia del euro pudiera ser compatible con el sacrosanto principio de la irreversibilidad de la moneda única sería haciendo que los demás se moviesen hacia esa mayor integración, mientras Grecia permanecería donde está, en un círculo más alejado del núcleo.

Europa ha avanzado tradicionalmente en los momentos de crisis. Las instituciones han logrado hasta ahora superar sus mayores desafíos a base de grandes saltos hacia adelante. En este momento el desafío británico quiere empujar hacia una Europa sin ambiciones políticas, pero el eje franco-alemán empuja en sentido contrario.

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