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A la mayor economía de África «le falta» combustible

El desacuerdo entre los trabajadores del sector petrolífero y el Gobierno ha sumergido a Nigeria en una nueva crisis

A la mayor economía de África «le falta» combustible afp

EDUARDO S. MOLANO

«Escucha bien, porque es posible que se corte la comunicación». Al otro lado del teléfono, las palabras de Benjamin Okolo, empresario local, resumen a la perfección la crisis económica que ha agitado Nigeria en los últimos días. Y sin apenas haber comenzado su análisis.

Desde el fin de semana, la mayor economía del continente africano ha experimentado una escasez de combustible inaudita, más aún, para ser el principal productor de petróleo regional.

«El problema se asienta en la falta de acuerdo entre los trabajadores del sector petrolífero, afectados por problemas de crédito e intereses no pagados (hasta 1.000 millones de dólares por combustibles y subsidios desde octubre de 2014) y el Gobierno», asevera Okolo a ABC.

Ante los recientes acontecimientos, el país se vio obligado a suspender gran parte de su actividad económica: Mientras que, por ejemplo, las principales empresas de telefonía -Airtel, Etisalat y MTN- advertían que, si el combustible no llegaba, la red móvil sería «significativamente degradada», la compañía aérea Arik Air cancelaba dos tercios de sus 120 vuelos diarios. No obstante, a última hora del lunes se anunciaba un acuerdo entre los vendedores de combustible y el Ejecutivo.

La historia viene de lejos, eso sí. En enero de 2012 y durante ocho días, el Gobierno de Nigeria se enfrentó a su particular «primavera» de protestas después de que el entonces presidente, Goodluck Jonathan, eliminara el subsidio al carburantes. Durante aquellos días, el coste al litro pasó de los 65 naira (30 céntimos de euro) a los 140 naira (64 céntimos), sumergiendo al país en una cruenta huelga general.

Finalmente, el precio final de la gasolina quedó estimado en 97 naira por litro, cerca de 44 céntimos de euro (aunque, poco antes de las pasadas elecciones, su precio fue reducido a los 87 naira). Medida ciertamente irracional en un país donde la mayor parte de la población sobrevive con apenas dos dólares al día.

Aunque más sangrante fue, que solo cuatro meses después –en mayo de 2012-, un informe del Parlamento nigeriano revelara la  «corrupción endémica y la ineficacia arraigada»  que había sufrido este régimen de subvenciones al combustible en los años anteriores. En el documento se denunciaba cómo, entre otras cuestiones, la mala gestión y el robo de combustible por parte de los funcionarios del Gobierno costaron cerca de 5.500 millones de euros en tres años, alrededor de un cuarto del presupuesto anual del país.

Petróleo y corrupción

Pese a producir cerca de 2,5 millones de barriles de crudo al día, ante la ausencia de refinerías eficientes, Nigeria importa prácticamente la totalidad del combustible que consume, sobre todo, desde Estados Unidos.

Y ahora, la caída del precio del petróleo ha contribuido a una abrupta depreciación de la moneda. «Nigeria necesita que los precios por barril sean superiores a los 100 dólares  para que las finanzas del Ejecutivo no se hundan en el déficit (el petróleo representa más de un 70% de los ingresos del Gobierno)», reconoce el consultor financiero Rodger Ekemini.

En este sentido, estudios del Deutsche Bank y el Fondo Monetario Internacional establecen en 123 dólares el precio necesario para que Nigeria equilibre sus cuentas.

Si bien, la crisis local no se encuentra solo provocada por el descenso generalizado de la valía del crudo. Ya el pasado año, el gobernador del Banco Central de Nigeria, Lamido Sanusi, acusaba a la compañía nacional del petróleo local -NNPC- de  saquear de forma sistemática los ingresos del oro negro.

Durante una comparecencia ante el comité de finanzas del Senado, Sanusi aseguró que, de 67.000 millones de dólares vendidos de petróleo entre enero de 2012 y julio de 2013, 20.000 millones continúan «perdidos». Sanusi sería finalmente apartado de su cargo.

Sin embargo, ahora es uno de los más fieros críticos con la gestión del Gobierno, gracias a su elección como emir de Kano, la segunda figura más importante del islam en la región (tras el sultán de Sokoto, Alhaji Muhammad Sa’ad Abubakar) y cuyo peso consultivo y moral resulta determinante.

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