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La oposición «moderada» siria se diluye en guerrillas radicales

Turquía y Arabia Saudí apuestan por brigadas islamistas para combatir a Assad

La oposición «moderada» siria se diluye en guerrillas radicales reuters

daniel iriarte

En la plaza central de Reyhanli , una localidad turca situada a apenas 5 kilómetros de Siria, casi todas las fachadas son nuevas. La explosión de dos camiones bomba en 2013, el mayor atentado de la historia de Turquía, reventó todas las ventanas en más de un kilómetro a la redonda, y acabó con la vida de medio centenar de personas. Otras 140 resultaron heridas de gravedad. El Gobierno turco se apresuró a culpar al régimen sirio, pero son muchos los que creen que los responsables fueron los yihadistas del Frente Al Nusra.

Dos años después, apenas quedan vestigios del ataque. Tan solo una placa conmemorativa recuerda a los que murieron aquel día. Pero las cicatrices permanecen. «La gente tiene miedo», dice Mahmut, un pequeño empresario de hostelería. «Por ejemplo, hace poco descubrieron otra bomba», indica. Mahmut se refiere a dos paquetes explosivos que fueron encontrados bajo el coche de un antiguo comandante del casi desaparecido Ejército Sirio Libre (ESL, guerrilla «moderada» apoyada por Occidente), y que fueron desactivados por la policía. El gobernador de la región, Ercan Topaca, indicó que el intento de asesinato contra este se debía a «un desacuerdo dentro del ESL, a un enfrentamiento interno».

Reyhanli ha sido durante años una de las principales bases del ESL, en el que tanta fe pusieron europeos y norteamericanos. «Al ESL no es que se le vea mucho, pero están. Sobre todo en la frontera, haciendo contrabando», comenta Mesut, el socio de Mahmut. Pero a medida que la situación empeora para ellos, también aumentan los conflictos internos. «Ya ha habido asesinatos e intrigas entre los grupos rebeldes desde hace bastante tiempo, y luchas internas importantes», explica Aron Lund, analista para Siria del Fondo Carnegie para la Paz Internacional .

Descomposición

El ESL se encuentra en plena descomposición desde finales de 2013, cuando se fraguó la división entre las brigadas islamistas y el resto de la oposición a Al Assad. Las primeras se agruparon en el llamado Frente Islámico, mientras que las demás se concentraron en el Frente de Revolucionarios Sirios (FRS), liderado por Yamal Maruf. Estos últimos no tardaron en ser hostigados por el Frente Al Nusra, la rama siria de Al Qaida, mucho más potente militarmente.

En noviembre, el maltrecho FRS, el único grupo que aún seguía considerándose el heredero del Ejército Sirio Libre, se vio obligado a retirarse de Alepo. Yamal Maruf huyó a Reyhanli con sus lugartenientes, mientras que más de la mitad de sus hombres se pasaron a Al Nusra. Un mes después, EE.UU., alarmado por la falta de resultados, decidió cancelar la financiación a la mayoría de estas brigadas rebeldes, exacerbando las tensiones.

Hoy, incluso los propios agentes de la CIA admiten que su programa de apoyo a estos rebeldes -tres mil de los cuales han recibido entrenamiento y apoyo- no ha logrado los resultados esperados. Por ello, se ha cuestionado la conveniencia del nuevo plan del Pentágono para armar y entrenar a 15.000 insurgentes en los próximos tres años, iniciado en Turquía y Jordania, con el objetivo de combatir a los yihadistas de Estado Islámico (EI). Aunque Lund no cree que el esfuerzo haya sido en vano. «Sin el apoyo de EE.UU. y sus aliados, Arabia Saudí y Qatar, que proporcionan la mayor parte del apoyo actual a la insurgencia, el predominio islamista sería mucho mayor. Es obvio que la situación actual no se acerca a lo que a EE.UU. le habría gustado que fuese, pero eso no significa que su limitada implicación no haya tenido cierto efecto en la naturaleza de la rebelión», opina este analista.

Desaparecido el ESL, los yihadistas copan el hueco: grupos como el Frente Al Nusra y Ahrar Al Sham se benefician de la reciente alianza entre Turquía y Arabia Saudí, cuyos envíos de armamento han permitido a estos islamistas conquistar terreno en las fronteras norte y sur de Siria. A Washington, mientras tanto, no le queda más remedio que confiar en el éxito de su nuevo programa de instrucción. «Si EE.UU. quiere tener influencia sobre la rebelión, tiene que implicarse, o no tendrá ninguna carta que jugar», afirma Lund.

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