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La muerte de una niña por una mina antipersona tensa el diálogo con las FARC

El equipo de Humberto de la Calle realiza una simbólica protesta y se remanga el pantalón para denunciar el óbito de la menor en Cauca

La muerte de una niña por una mina antipersona tensa el diálogo con las FARC efe

alejandra de vengoechea

Cuando este jueves comenzó en La Habana (Cuba) el ciclo número 37 de unas conversaciones de paz que ya tienen sin paciencia a los colombianos -las FARC siguen matando y el presidente Juan Manuel Santos está en sus niveles más bajos de popularidad- los negociadores de Santos sorprendieron con un simple gesto: dieron declaraciones a los medios con los pantalones remangados, adustos, serios. Era su forma de protestar simbólicamente ante los negociadores de la guerrilla. Acababa de morir una niña de 7 años que, cuando iba camino a su escuela en Buenos Aires (provincia del Cauca), donde hace un mes los rebeldes mataron a mansalva a 11 soldados , pisó una de las tantas minas antipersona sembradas por las FARC en Colombia; el segundo país con más minas en el mundo después de Afganistán.

«Llegó la hora de que las FARC asuman el compromiso de no sembrar una mina más. Es una paradoja que cuando comienza el programa piloto (en referencia a uno de los pocos acuerdos tangibles logrados en casi tres años de negociaciones, que consiste en el desminado conjunto) ocurra este hecho que conmueve a los colombianos y que merece la condena más vehemente», sentenció el jefe del equipo negociador del Gobierno, Humberto de la Calle .

Ingrid, así se llamaba la nueva víctima de las FARC, era la menor de tres hermanos. Como era costumbre, salía de estudiar y junto a otros compañeritos caminaba durante media hora para llegar a casa. Cuando le faltaban unos cuantos metros para su destino, la muerte se le atravesó en el camino.

Santos envía a Holguín a La Habana para reforzar el proceso de paz

Las minas antipersona han provocado «una verdadera tragedia humanitaria», dijo Humberto de la Calle, al tiempo que instó a limpiar el país de estos artefactos explosivos y recordó que el Estado «eliminó la utilización de minas desde hace décadas». «Estamos en La Habana no para justificar estos actos, sino para lograr que no vuelvan a ocurrir. Hay que terminar la guerra», dijo.

Las conversaciones en La Habana están tensas y ya duran mucho. Santos, quien fue reelegido hasta 2018 justo por apostar por las negociaciones con las FARC tras medio siglo de conflicto, es consciente de que debe apurar su paso.

Cambio en Defensa

Esta semana, por ejemplo, cambió a su ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón , y lo reemplazó por un industrial, Luis Carlos Villegas , gran conocedor de la cuestión con las FARC. Villegas estuvo en las anteriores negociaciones hace más de una década e incluso tuvo que negociar la liberación de su hija Juliana, quien estuvo secuestrada por las FARC. Pinzón era más guerrerista y se había convertido en una piedra en el zapato. El cambio fue bien recibido. Lo mismo que el envío a La Habana a su canciller estrella, María Ángela Holguín, cuyo nombre está en la mesa para reemplazar a Ban Ki-moon como secretario general de la ONU en 2016. Con Holguín en la mesa, las conversaciones se internacionalizan aún más. Santos ha dicho que el mundo no puede dejar solo a Colombia.

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