Los héroes de Occidente frente a la yihad
Vickers, homenajeado por el Parlamento canadiense - reuters

Los héroes de Occidente frente a la yihad

Frente al horror del terrorismo, las democracias se aferran a la conducta ejemplar de ciudadanos anónimos

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  1. Kevin Vickers: El veterano que rescató a la democracia canadiense

    Vickers, homenajeado por el Parlamento canadiense
    Vickers, homenajeado por el Parlamento canadiense - reuters

    El pasado 22 de octubre, la pacífica Canadá contuvo el aliento durante horas. Un tal Michael Zehaf-Bibeau, con raíces libias y varios antecedentes policiales, irrumpió a tiros en la sede del Parlamento en Ottawa. Pretendía tomar como rehenes a los parlamentarios después de haber matado a tiros a Nathan Cirillo, un soldado que custodiaba el memorial nacional que hay frente al edificio del legislativo.

    Pero Kevin Vickers, veterano de la Policía Montada, se interpuso en su camino. En medio del pánico general, este sargento de 58 años, tiró de aplomo y coraje para liquidar al terrorista. Con la profesionalidad que solo 29 años de servicio dan, Vickers localizó al intruso y lo abatió con admirables frialdad y puntería. Después se preocupó de proteger a los legisladores ante la posible presencia de más asaltantes. Uno de ellos, Paul Dewar contó después que la presencia de Vickers dio «enorme seguridad» a unos políticos aterrados.

    Kevin Vickers cumplió aquel día con el principal cometido de su cargo de sargento de armas de la cámara, de connotaciones simbólicas en la historia parlamentaria canadiense, el de garantizar la integridad de los representantes del pueblo. Su heroica actuación le granjeó el reconocimiento público en su país. Desde enero es su embajador en Irlanda.

  2. Welles Crowther: El ángel del pañuelo rojo en el infierno de las Torres Gemelas

    El joven empleado, Welles Crowther, era uno más de los oficinistas en las Torres Gemelas el fatídico once de septiembre de 2001. Pero cuando el vuelo 175 de United Airlines se empotró contra el complejo, Crowther decidió no comportarse como uno más.

    Protegiéndose del humo con el pañuelo rojo que lucía allí donde iba, se lanzó escaleras abajo y ayudó a todo aquel que encontró a su paso a escapar de aquella mole a punto de derrumbarse. No se sabe cuántas vidas salvó. La suya no. Seis meses después de la tragedia, su cadáver fue recuperado de entre los escombros junto a los de un grupo de bomberos que perecieron haciendo su trabajo. Otros héroes. Crowther había contado a su padre poco antes que estaba harto de su trabajo y quería convertirse en uno de ellos. En mayo de 2014, Obama inauguró el museo memorial del 11-S. Allí se exhibe el pañuelo rojo de este ángel neoyorquino.

  3. Lassana Bathily: Negro, musulmán, francés y un hombre valiente

    Lassana Bathily, el pasado 15 de enero en París
    Lassana Bathily, el pasado 15 de enero en París - afp

    «No soy un héroe, soy Lassana». Así se definió este maliense musulmán de 24 años tras saltar a la fama en las horas críticas que vivió Francia tras el ataque a «Charlie Hebdo». El 9 de enero se encontraba en el supermercado judío de Vincennes donde trabaja pese a sus estudios en Artes Aplicadas cuando Amedy Coulibaly, perseguido por la Policía, irrumpía a tiro limpio en el local. Él reaccionó rápido. Escondió a seis personas, entre ellas un bebé, en una cámara frigorífica y después escapó por un montacargas. Su acción le valió la concesión de la nacionalidad por la que llevaba años de papeleo. «Volvería a hacerlo porque me lo dictó mi corazón», dijo tras entregarle el presidente Hollande su flamante pasaporte.

  4. Francisco Javier Torronteras, el mártir de la Policía española en la trampa de Leganés

    Estado en el que quedó la vivienda de Leganés en la que se inmolaron los terroristas
    Estado en el que quedó la vivienda de Leganés en la que se inmolaron los terroristas - efe

    Habían pasado poco más de tres semanas del 11-M y con el país entero lamiéndose todavía las heridas de tanto dolor, la Policía española localizaba en un piso de Leganés al grueso de la célula culpable de los atentados. A esa ratonera fueron enviados el subinspector Torronteras y sus compañeros del Grupo Especial de Operaciones (GEO). En ella se dejaría la vida Torronteras, de 41 años y padre de dos hijos.

    Era el primero de una de las dos columnas de agentes que intentaban desde la escalera que los terroristas se entregaran. Habían volado la puerta del piso y lanzado gases lacrimógenos para forzarlos a salir de su guarida. A las órdenes policiales, ellos respondían con disparos y gritos de «entrad vosotros, mamones». Todo terminó cuando la célula lo voló todo por los aires, también al ejemplar Torronteras, la última víctima del peor atentado de la historia de España.

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