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La victoria de Netanyahu pone en peligro el proceso de paz en Oriente Próximo

El primer ministro israelí perfila su nueva coalición de gobierno bajo la premisa de abandonar la solución de los «dos estados»

La victoria de Netanyahu pone en peligro el proceso de paz en Oriente Próximo efe

mikel ayestaran

Benjamin Netanyahu no tiene un minuto que perder. Las conversaciones para la formación del nuevo gobierno de Israel ya están en marcha y, según su partido Likud (30 escaños), «en cuestión de semanas» estará cerrada la coalición que le permita contar con los 61 diputados necesarios para ser primer ministro por cuarta vez.

«La realidad nos espera. Los ciudadanos aguardan a que nos pongamos a trabajar cuanto antes para darles seguridad y mejorar la economía», declaró el ganador de las elecciones que, nada más conocer el resultado final del escrutinio, visitó el Muro de las Lamentaciones. Con el apoyo asegurado de los ultranacionalistas –Hogar Judío (8 escaños) e Israel Beiteinu (6)– y de los ultraortodoxos –Shas (7) y Judaísmo Unido del Pentateuco, UTJ (6)– Netanyahu negocia con su ex ministro de Comunicación, Moshe Kalon, que ha obtenido 10 escaños en el estreno de su partido Kulanu y se ha convertido en fuerza bisagra.

La gran alianza con la que contaba cuando convocó las elecciones anticipadas en diciembre está perfilada y nace con las premisas de abandonar la idea de los dos estados como solución al conflicto con los palestinos, la expansión de los asentamientos ilegales en Cisjordania y reforzar el carácter judío de Israel. Los tres pilares en los que Netanyahu ha basado el último tramo de la campaña electoral, clave para su triunfo después de comprobar en las encuestas que la amenaza iraní quedaba muy lejos del electorado.

Los mandatos de Netanyahu han estado marcados por la expansión de las colonias más allá de la frontera de 1967. Al mismo tiempo que pedía la vuelta a la mesa de diálogo a los palestinos, proseguía con la expansión de unas colonias que ya superan el centenar y albergan a unos 400.000 israelíes. Esta situación provocó la ruptura de las negociaciones en abril y ahora que el propio Netanyahu ha declarado muerta la solución de los dos estados, el proceso de paz corre muy grave peligro tras quedar arrumbado.

El argumento del líder de Likud es que, en la situación actual, «cualquier cesión de tierras provocará el ascenso de grupos islamistas radicales» en las fronteras de Israel, un discurso que cala hondo en los israelíes que prefieren mantener la situación actual antes que arriesgarse a posibles cambios generados por las ligeras concesiones anunciadas por el líder laborista Isaac Herzog, que finalmente no superó los 24 escaños pese a que todos los sondeos le daban ganador.

A la espera de la llamada de Barack Obama para felicitar al ganador de los comicios, la Casa Blanca emitió un comunicado para insistir en que el presidente estadounidense sigue considerando la vía de los dos estados para israelíes y palestinos como «la mejor opción» para solucionar el conflicto. En términos similares se expresó Naciones Unidas a través de su portavoz, Farhan Haq Said, quien declaró que «esperamos que el gobierno que se forme siga con el proceso puesto en marcha por sus antecesores y prosiga con las negociaciones con los palestinos para lograr algún día llegar a formar dos estados capaces de convivir en paz».

La alternativa a la fórmula de los dos estados es la del estado único que promueve el líder de Casa Judía y socio de Netanyahu, Naftali Benet, que en su programa recoge la necesidad de pasar de la ocupación a la anexión de la zona C de Cisjordania (tras los acuerdos de Oslo, Cisjordania quedó dividida en tres partes sobre el papel: el área A, bajo control civil y militar de la Autoridad Nacional Palestina (ANP); el área B, bajo control civil de la ANP y control militar conjunto con Israel; y el área C, bajo control militar exclusivo y control civil casi total de Israel).

«Debemos seguir trabajando en esta dirección para anexionar esta zona C y darle identidad israelí, lo mismo que hicimos con el Golán y con Jerusalén Este, áreas que con el paso de los años el mundo ya ha comprendido que son nuestras», declaró Benet en un acto de campaña en Jerusalén, anunciando el camino que puede tomar el nuevo gobierno tras las elecciones.

Voto árabe

A Netanyahu le preocupa el tema palestino dentro y fuera de los límites del muro. Por eso los ciudadanos árabes israelíes también están en el punto de mira del líder conservador. Por primera vez en la historia, los cuatro partidos que representan a esta minoría que supone el 20 por ciento de la población del país formaron una lista conjunta y ahora cuentan con 14 diputados, la tercera fuerza del parlamento. No serán líderes de la oposición porque Isaac Herzog adelantó que no admite la fórmula del gobierno de coalición nacional propuesta por el presidente Reuven Rivlin y confesó que «pasar a la oposición es la única opción realista para nosotros», pero su voz va a estar más presente en las instituciones.

Durante la jornada electoral, Netanyahu empleó Facebook para alertar al país de que «el gobierno de la derecha está en peligro. Los votantes árabes está acudiendo en masa a las urnas. Las ONG de izquierdas les están llevando en autobuses». Una advertencia que, según los analistas locales, surgió efecto y ayudó a subir el índice de participación casi al 72 por ciento, la cifra más alta de los últimos quince años. «En el discurso de la victoria el líder del Likud omitió la palabra 'árabes' y se refirió a los miles de votantes del Partidos de los Árabes Unidos como 'no judíos'. No nos reconoce como los pobladores indígenas de esta tierra. Ganamos la batalla gracias a tantos escaños, pero perdimos la guerra porque finalmente no habrá un gobierno de centro izquierda», lamenta el analista Mohammed Darawshe.

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