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Tratado internacional de venta de armas

África se rearma: ¿mayor profesionalización o más torturas de sus ejércitos?

Ha entrado en vigor el primer tratado internacional sobre el comercio de armas clásicas. África es el continente donde más ha aumentado el presupuesto de Defensa en los últimos años

África se rearma: ¿mayor profesionalización o más torturas de sus ejércitos? afp

f. j. calero/A. ALAMILLOS

El primer tratado internacional sobre el comercio de armas ha entrado en vigor esta semana. Oenegés como Amnistía Internacional o Intermón Oxfam celebran su implantación con el objetivo de evitar el acceso al mercado mundial de armas por parte de guerrillas, grupos criminales y dictaduras. Sin embargo, pese a su puesta en práctica, muchas dudas persisten en torno al control efectivo del contrabando y a las consecuencias perniciosas del aumento espectacular del gasto militar en varios países del mundo, donde se han registrado continuas violaciones en derechos humanos. En este tablero internacional, el continente africano juega un papel protagonista en la última década, según ha publicado recientemente el semanario británico «The Economist».

A partir de los datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri, su sigla en inglés), se muestra que el gasto militar en África ha aumentado más rápidamente que en cualquier otra parte del mundo en la última década, a excepción de Europa del Este. En este periodo que abarca desde 2004 hasta 2012 el presupuesto de Defensa se ha incrementado hasta un 81 por ciento.

«Mientras que en Occidente el gasto militar está bajando, fruto de los recortes por la crisis y las políticas de austeridad, en Asia y especialmente en África, este está creciendo», señala Jordi Armadans, director de FundiPau (Fundación por la Paz).

Por su parte, el director del Sipri , Sam Perlo-Freeman, quien ha analizado estos datos que aparecen en el estudio, explica a ABC que esta tendencia tiene varios análisis. «En la mayoría de los casos se debe al resultado de economías en crecimiento. También, a que los ingresos por el petróleo han permitido aumentar el gasto militar sin imponer tasas impopulares». Sin embargo, añade una tercera opción: «Puede deberse también a casos efectivos de corrupción, asociados al soborno en el comercio de armas y también a los llamados soldados fantasma -como en Irak-, y que no deja de ser una forma de canalizar los ingresos del país en favor de los bolsillos de la élite». No cree que la sanidad y la educación se haya visto mermada en favor del departamento de Defensa.

La corrupción, como el caso de los soldados fantasma, está muy presente

The Economist señala en este mapa los países donde más ha crecido el gasto militar en la última década:

El gasto por países en África, ilustrado en un mapa del semanario británico

En estos días la actividad de Amnistía Internacional y FundiPau (Fundación para la paz) ha sido frenética con la entrada en vigor del tratado de armas. Según explican Alberto Estévez, experto en comercio de armas de AI, y Armadans los países firmantes no podrán vender armas a ejércitos y estados que vayan a utilizarlas para menoscabar los derechos humanos. Fueron 155 países los que firmaron el tratado, España entre ellos, pero potencias armamentísticas como China o Rusia se abstuvieron. Precisamente Moscú es el principal suministrador de armas, con un 91%, de una de las potencias africanas y uno de los países donde el gasto más ha crecido en los últimos años: Argelia. Argel, con el sempiterno gobierno de Buteflika, mantiene una gran rivalidad con su vecina Marruecos, y ese puede ser un factor decisivo, según Perlo-Freeman.

«Pero también hay otro motivo: los países aventajados del continente intentan mostrar su pujanza geopolítica incrementando su gasto militar y acercarse, así, a los países líderes de la comunidad internacional», subraya Armadans.

Sea como fuere, este aumento viene igualmente motivado en varios países por la acción de grupos terroristas, como Al Shabaab en Somalia, que desde su destrucción como Estado ejerce de gran mercado de la guerra -como el de su capital, Mogadiscio-, dominado por los traficantes de armas. O también como Boko Haram que mantiene secuestradas a doscientas estudiantes en Nigeria. Entretanto, el Ejército nigeriano, pese al ser el de uno de los gigantes africanos, se siente inútil frente a los yihadistas.

«El aumento sustancial en el presupuesto de Defensa tiene dos lecturas: una es positiva puesto que al profesionalizarse el Ejército se mejora en la lucha contra la corrupción; sin embargo, este incremento en gasto militar también puede ir destinado a violaciones en derechos humanos como las torturas en el ejército», explica Estévez.

«Todos son terroristas»

A este respecto, Estévez recuerda «cómo Estados Unidos ha denegado» su ayuda a las fuerzas armadas nigerianas en su lucha contra los yihadistas de Boko Haram, por supuestas malas prácticas de este Ejército. O también en Kenia, donde un reportaje de Al Jazeera ha levantado la alfombra de la política antiterrorista del Gobierno de Uhuru Kenyatta y la violación en derechos humanos para dar caza a los yihadistas somalíes que atentan en el este del país.

«Hace falta falta una gestión del stock de las armas que se envían a los conflictos», señala Estévez con quien coincide el director de Fundipau, para quien la mayor parte de las armas que se venden en el mercado negro inicialmente se vendieron en el mercado legal. Pero en África la compra de armas por actores no estatales es un problema todavía demasiado grande y contra el que a priori no puede competir el flamante tratado. Perlo-Freeman destaca que una de las principales fuentes es el mercado negro mediante una compleja red de mercaderes, transportistas y financieros.

Así, el Estado Islámico se ha nutrido del armamento enviado por Estados Unidos, entre otros países, al frente kurdo o al Ejército iraquí. «Los estados han intentado resolver problemas políticos con soluciones militares, y no ha sido efectivo: ¿qué ocurre con el material que les das? Han muerto soldados por armas exportadas por sus propios países». Y este es un caso que puede repetirse en África, pese a que muchos de sus estados hayan apostado por el Tratado.

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