Las relaciones entre François Hollande y Julie Gayet se convierten en un problema de Estado

A primeros de enero, la publicación de las primeras fotos del «nido de amor» de la pareja Hollande / Gayet , en un piso de alquiler, a trescientos metros del Elíseo, puso de manifiesto que un fotógrafo podía espiar y «tirar» sobre Hollande sin ser inquietado por los servicios de seguridad del Estado.

Manuel Valls, ministro del Interior, por entonces, intentó «desmentir» tal riesgo, afirmando que, en verdad, la seguridad del presidente había estado asegurada «en todo momento». Afirmación difícil de confirmar, que dejaba en el aire otra pregunta: «¿Autorizó Hollande la impunidad del fotógrafo que lo fotografió dirigiéndose hacia el lecho de Julie Gayet?».

Once meses más tarde, la publicación de las primeras fotos de la pareja presidencial , dentro del Elíseo, causaron estupor y asombro entre los expertos en seguridad del Estado: «alguien» había «disparado» y fotografiado al presidente, a pocos metros de sus estancias íntimas, vendiendo esas imágenes al mejor postor.

El Elíseo reaccionó con mucha discreción. Pero varios miembros del equipo presidencial fueron «trasladados». Se sospechó inmediatamente que varias personas que trabajaban en el Elíseo han podido ser «topos» al servicio de los enemigos del presidente , comenzando por Nicolas Sarkozy.

Tras la filtración de las sospechas se han sucedido nuevos cambios , entre los más próximos e íntimos colaboradores del Elíseo, atizando las sospechas de una residencia presidencial donde trabajan colaboradores que no siempre son fiables, corriéndose el riego de una inseguridad de alcance imprevisible.

Inseguridad que tiene muchos flecos. Aquilino Morelle fue el consejero político más influyente de Hollande. Se vio forzado a dimitir, tras revelarse que Morelle hacía venir al Elíseo un limpiabotas especial, para cuidar de sus zapatos. ¿Son fiables los limpiabotas que entran en el Elíseo por motivos tan personales?

Jean-Pierre Jouyet, secretario general del Elíseo, era amigo íntimo de Hollande antes de convertirse en ministro de Sarkozy. Jouyet tendrá que responder ante la justicia, a primeros de año, de las filtraciones publicadas por el vespertino Le Monde sobre las idas y venidas del secretario general, contando miserias de difícil verificación sobre los enemigos íntimos de Sarkozy.

Entre sus íntimos, Hollande escucha muy a menudo una queja de fondo: el presidente no «limpió» el Elíseo de colaboradores, aceptando que continuasen trabajando en la presidencia funcionarios «heredados» de los servicios de Nicolas Sarkozy.

¿Es ese el único fallo en la seguridad del Elíseo? Las relaciones íntimas entre Hollande y Julie Gayet sirven de «catalizador» de esos problemas de fondo. Si la pareja aceptase dar luz a una «relación normal», el Elíseo recobraría su estatuto tradicional. Prefiriendo ocultar sus relaciones, ocultas entre las sombras de los pasillos presidenciales, Hollande alimenta una oscura crónica que también tiene al mismo tiempo una lógica comercial y una lógica política.