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Estados Unidos

¿Por qué Obama tiene tanto empeño en la regularización de «sin papeles»?

El presidente impondrá por decreto una medida con la que persigue mejorar su imagen y ampliar la base electoral de los demócratas, pero que enfurece a los republicanos

¿Por qué Obama tiene tanto empeño en la regularización de «sin papeles»? efe

guillermo d. olmo

El presidente Barack Obama se dispone a aprobar una nueva regularización masiva de inmigrantes indocumentados en los Estados Unidos, una medida que adopta a espaldas del Congreso, controlado por los republicanos desde las elecciones del pasado 4 de noviembre , y para la que impondrá sus poderes presidenciales con carácter extraordinario a pesar de que había manifestado reiteradamente su reticencia a gobernar por decreto.

La pregunta es por qué es tan importante este asunto para Obama, empeñado en él aun a sabiendas de que iba a suscitar feroces críticas de los republicanos, ninguneados pocos días después de su gran éxito electoral y que ven rotas todas las promesas de diálogo que les había hecho un presidente ahora en minoría y en el último bienio de su mandato.

Aparte del indudable compromiso del presidente con las minorías, que Obama ya mostró con la inicial legalización de «sin papeles» que hizo aprobar en su primer mandato, existe una razón electoral evidente. Los demócratas son conscientes de que negros, hispanos y otros colectivos de origen foráneo los prefieren a los republicanos y que las elecciones presidenciales del próximo 2016, a las que Obama ya no podrá presentarse, se perfilan de lo más reñido. El politólogo William Kristol declaraba esta semana a ABC que «ahora mismo las cosas están al 50 por ciento». En este marco de igualdad, la Administración demócrata quiere hacer todo lo posible por ampliar la relación de posibles votantes a su candidato, que, según todas las apuestas, será Hillary Clinton.

No obstante, el Partido Republicano no se queda de brazos cruzados en los estados donde gobierna y ha promovido numerosas modificaciones de las circunscripciones electorales para romper la unidad de aquellos distritos donde los demócratas disfrutan de una tradicional mayoría de votos afroamericanos. Muchas de estas modificaciones han sido denunciadas públicamente por ilícitas y recurridas ante los tribunales.

También debe considerarse la preocupación por su legado de un Obama que afronta sus dos últimos años en la Casa Blanca con un perfil muy desdibujado si se compara con la seductora efigie del rutilante candidato negro que encandiló en 2008 a los electores con un discurso inclusivo y exaltador de las raíces multirraciales de la gran nación americana. Ahora, el gobernante Obama, como muchos de sus predecesores al encarar su ocaso político, quiere dar lustre a su legado, mejorar la imagen con la que lo recordará la historia. Cuando muchas de las esperanzas que suscitó su elección parecen definitivamente defraudadas, se propone quedar en ella como el presidente que concedió derechos de ciudadanía a millones de habitantes de su país.

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