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Premio Nobel de la Paz 2014

Malala y su lucha contra el fundamentalismo

En apenas dos años la vida de la adolescente paquistaní ha dado un giro de 360 grados. En octubre de 2012 un insurgente le esperaba para matarle a la puerta de su escuela en Mingora

Malala y su lucha contra el fundamentalismo reuters

mikel ayestaran

En apenas dos años la vida de Malala ha dado un giro de 360 grados. El 9 de octubre de 2012 un insurgente le esperaba para matarle a la puerta de su escuela en Mingora, al noroeste del país. «Abrió un capítulo marcado por la obscenidad y era necesario cerrarlo cuanto antes», declaró entonces a la agencia AFP Ehsanullah Ehsan, portavoz de Tehrik e Taliban Pakistan (TTP), alianza de grupos fundamentalistas unidos bajo el paraguas talibán, que inmediatamente reivindicó el ataque contra esta adolescente que bajo el seudónimo de Gul Makai saltó a la fama en 2009 por escribir un diario sobre su día a día bajo la tiranía talibán. Sus relatos, publicados en el canal en urdu de la BBC, conmovieron al mundo y mostraron con crudeza momentos como el de la orden de cerrar las escuelas femeninas en el valle de Swat.

El anonimato de la niña terminó cuando le concedieron el Premio Nacional de la Paz, un reconocimiento que le puso en el punto de mira de unos grupos insurgentes que le acusan de ser «una persona de mentalidad occidental que habla contra nosotros». En octubre del año pasado, nada más conocerse que era la ganadora del Sajarov que concede la Unión Europea, la agencia AFP se puso en contacto con otro portavoz talibán que afirmó que «gana premios porque trabaja contra el islam. Los talibanes tomarán como blanco a Malala tanto si está en Estados Unidos como en el Reino Unido». Hace un mes el Ejército de Pakistán anunció la detención del comandó que atentó contra la joven, pero esto no significa que el resto de grupos radicales vayan a perdonarle la vida.

De Swat a Birmingham

La amenaza talibán impide regresar a Malala a su tierra natal, pero no es lo único que cierra las puertas de Pakistán a Malala y a su familia, que desde el ataque residen en el Birmingham donde la joven ha sido operada en varias ocasiones para recuperarse de los dos disparos que recibió en cuello y espalda. Los proyectiles no acabaron con su vida y en estado de coma fue evacuada desde Pakistán al Reino Unido. «¿Dónde estaba? ¿Quién me había traído? ¿Dónde estaban mis padres? Estaba aterrorizada. Lo único que sabía era que Alá me había bendecido al darme una nueva vida», cuenta la adolescente en su autobiografía, «Yo, Malala», publicada hace un año.

La noticia del galardón de la Unión Europea en 2013, por delante de otros nominados como Edward Snowden , el ex informático de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense (NSA) que reveló la vigilancia sistematizada de Estados Unidos a escala mundial, y los presos políticos bielorrusos Ales Bialiatski, Eduard Lobau y Mykola Statkevich, apenas tuvo eco en la prensa paquistaní que «en los medios en inglés le ignoran y en los medios en urdu directamente le tachan de agente de la CIA. Para el paquistaní normal Malala es agente de Estados Unidos y el ataque contra ella fue un montaje para que ahora hable mal del país en los foros internacionales», apuntaba en aquellos días Ana Ballesteros, Doctora en Estudios Árabes e Islámicos y autora del libro ‘Pakistán’.

Tras sufrir el ataque talibán el gobierno de Pakistán ofreció una recompensa de diez millones de rupias (unos 80.000 euros al cambio) por la cabeza de la persona que disparó a Malala y el parlamento condenó la acción de forma unánime, pero no es suficiente para poder volver a casa.

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