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Batalla de Bannockburn

Los clanes escoceses aparcan el referéndum para conmemorar las gestas de la era Braveheart

Se abstendrán de opinar sobre la independencia durante la conmemoración del 700 aniversario de la victoria de Roberto I de Escocia sobre los ingleses en Stirling, sede también este sábado del día de las Fuerzas Armadas británicas

Los clanes escoceses aparcan el referéndum para conmemorar las gestas de la era Braveheart Edmund Blair Leighton

BORJA BERGARECHE

Unos 40 clanes escoceses marchan ya sobre la ciudad escocesa de Stirling para conmemorar este fin de semana el 700 aniversario de la batalla de Bannockburn, la victoria más importante de los clanes escoceses contra las tropas inglesas en la primera guerra de independencia escocesa a comienzos del siglo XIV. La fecha, y el fervor guerrero y folclore patriótico que acarrea, habrían sido uno de los motivos que llevaron al líder nacionalista escocés , Alex Salmond, a elegir este año para la celebración del referéndum de independencia. El gobierno británico prefería zanjar la cuestión en 2013.

La estampa del castillo de Stirling elevado sobre los valles del llamado corazón de Escocia es imponente. En 1314, estaba en manos de los invasores ingleses por su ubicación estratégica sobre el paso más al sur del río Forth, que divide las tierras altas y bajas de Escocia. Lo sitiaba un amalgama de tropas escocesas lideradas por Roberto I de Escocia . Y estas lograron derrotar, a pesar de su inferioridad numérica, a los refuerzos del rey inglés Eduardo II que intentaban romper el cerco desde el sureste.

«Hay diversidad de opiniones sobre lo que es mejor para Escocia»La victoria escocesa a orillas del río Bannock enciende todavía hoy la pasión patriótica aunque, como en cualquier sociedad compleja y plural, ni la verdad histórica sobre aquello, ni el resultado del referéndum, concitan un consenso entre los escoceses. Por eso, los organizadores del festival de dos días que celebrará aquella gesta guerrera este fin de semana han prohibido la exhibición de pancartas políticas y de eslóganes de campaña a favor o en contra de la independencia . Y, en atención a ese espíritu, los jefes de los clanes escoceses han anunciado que no tomarán partido de cara al referéndum que tendrá lugar el próximo 18 de septiembre.

«Hay diversidad de opiniones sobre lo que es mejor para Escocia entre los distintos clanes, por lo que no haremos comentarios sobre la independencia», ha anunciado Sir Malcolm MacGregor, presidente del consejo escocés de jefes de clanes. Hace varios siglos que la sociedad escocesa no rige su vida colectiva en función de la pertenencia a un clan. De hecho, con la excepción de los escoceses de la diáspora, muchos observan a las más de 120 familias registradas como tales –los Agnew, Cameron, Dunbar, Maclachlan o MacLennan- como una reliquia del pasado, cuando no como un colectivo de la clase alta demasiado cercano al Partido Conservador británico.

La construcción de la nación

El sistema de clanes fue popularizado por la literatura romántica del escritor Sir Walter Scott en el siglo XIX, y oficializado en el imaginario colectivo por la visita a Escocia en 1822 del Rey Jorge IV, ataviado con una falda tradicional escocesa, y la elección del castillo escocés de Balmoral como residencia de verano por la Reina Victoria. Pero el sistema de señoríos, vasallaje y lealtades construido en torno a los clanes había desaparecido ya a mediados del siglo XVIII. Fue el propio héroe de Bannockburn, Roberto I (Robert the Bruce) el que extendió su uso como sistema feudal para garantizarse el apoyo militar de los barones escoceses mediante la concesión de cartas de nobleza y propiedad a los jefes de los clanes. Unos papeles con sello real que nunca supusieron una garantía de lealtad total.

Los líderes escoceses se han situado siempre a ambos lados de los dilemas que atraviesan la construcción de la nación . La unión parlamentaria con Inglaterra de 1707 fue impulsada por unos clanes, y combatida por otros. Lo mismo ocurre, 300 años después, con la independencia. La campaña del No a la secesión celebró que el descendiente vivo de Roberto I más prominente, el conde de Elgin, se mostrara contrario a abandonar el Reino Unido en un artículo en «The Times» en mayo. Pero la sangre independentista , en cambio, corre por las venas de otros clanes, como los Skene. «Mi cuñado es jefe de clan y siempre ha defendido la independencia», nos explica una vecina inglesa de North Berwick, casada desde hace tres décadas con un escocés y hastiada, según se lamenta, del «disparate» de la secesión.

«La victoria de Bannockburn, primer día de independencia formal del «yugo» inglés»El 24 de junio de 1314, los disciplinados lanceros del rey Eduardo II y una caballería cuatro veces mayor que la de los barones escoceses fueron derrotados tras una larga batalla de dos días -los choques militares medievales solían durar apenas unas horas- en los aledaños del castillo de Stirling. Robert the Bruce, como buen señor feudal escocés, abrazó la causa de la libertad tras dejar de lado la tradicional lealtad a la corona inglesa de su familia. En 1306 recuperó para sí el trono escocés, que los ingleses habían absorbido en una dura campaña militar lanzada en 1296 y culminada con la invasión de las díscolas tierras del norte en 1304. Aunque la independencia de Escocia no sería formalmente restablecida hasta 1328, la victoria de Bannockburn el 24 de junio de 1314 está considerada como el primer día de independencia formal del «yugo» inglés.

Siete siglos después, las conmemoraciones no tendrán el afán bélico de aquella confusa era de lealtades cruzadas y luchas feudales. Para algunos escoceses la batalla simboliza el orgullo patriótico de un pueblo en libertad. William Wallace, el héroe de «Braveheart» y uno de los paladines de la resistencia contra la invasión inglesa, fue ejecutado en 1305 después de luchar con igual ahínco contra las tropas de Eduardo I y las de la interesada nobleza local. Por eso, los historiadores recomiendan interpretarlo en el marco de la lucha por la tierra, los títulos y el poder de unos señores feudales que, a menudo, tenían posesiones a uno y otro lado de la frontera.

No es una «oportunidad anti-inglesa»

«Celebrar la batalla de Bannockburn es algo apropiado en la medida en que es parte de nuestra historia, pero no como un momento de oportunidad anti-inglesa en el presente», advertía este fin de semana Richard Simpson, diputado laborista en el parlamento escocés. El festival organizado este fin de semana incluirá una espectacular recreación de la batalla en la que participarán especialistas en reconstrucción de acontecimientos medievales de diez países, incluidos grupos de Polonia, Noruega, Suecia, Portugal o Estados Unidos.

El espectáculo ha sido organizado por Clanranald, la organización dedicada a promover el patrimonio histórico escocés creada por el escocés Charlie Allan y la noruega Malin Heen. Sus centenares de voluntarios especializados, reclutados entre los clanes escoceses, son los responsables de algunas de las batallas más espectaculares de películas como «Robin Hood», «Gladiator» o «Thor II». Pero la promesa de un buen espectáculo, y el recuerdo de las gestas de los padres fundadores de la patria, no parecen haber cautivado aún la imaginación de los escoceses del siglo XXI. A comienzos de este mes solo se habían vendido 7.000 de las 20.000 entradas a la venta para los dos días de «Bannockburn Live».

En 2009, el primer encuentro mundial de clanes escoceses reunió a casi 50.000 personas. Stirling será también el escenario principal este fin de semana del día de las Fuerzas Armadas, y en sus calles se mezclan las banderas escocesas con una edición especial de la Union Jack (bandera británica) para la jornada. En Escocia, el mayor o menor sentimiento nacionalista es totalmente compatible con una fuerte devoción con las Fuerzas Armadas británicas, en las que los regimientos escoceses ocupan desde hace siglos un lugar preeminente. Con otros tantos cientos de personas atraídos por el afán de honrar a los caídos en la Primera Guerra Mundial y de celebrar la contribución escocesa al ejército británico, será aún más difícil traducir el espíritu festivo de la jornada en votos para uno u otro bando en el referéndum de independencia del próximo 18 de septiembre.

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