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La paquistaní lapidada por su familia ante el tribunal de Lahore estaba encinta

Farzana Parveen, de 25 años, fue asesinada a pedradas por su sus parientes varones cuando acudió ante la justicia para defender su matrimonio por amor

La paquistaní lapidada por su familia ante el tribunal de Lahore estaba encinta reuters

f. de andrés

Farzana Parveen, la joven paquistaní lapidada a las puertas de un tribunal ayer, cuando trataba de defender su matrimonio por amor, estaba encinta de varios meses. Los asesinos, en este nuevo caso de mal llamado “crimen de honor”, acabaron a golpe de ladrillo con dos vidas, aunque la Policía solo ha registrado la de la madre.

Farzana tenía 25 años. Su bebé, según se supo hoy, cinco meses. La mujer había acudido al tribunal de Lahore junto a su marido, para defenderse de la acusación de su padre, que había denunciado el “rapto de su hija”. Como ocurre con decenas de miles de mujeres, tanto en Pakistán como en otros países musulmanes, la familia de Farzana había arreglado la boda de la joven, y rechazaba la decisión de esta de casarse con el hombre que en realidad amaba. El padre, dos hermanos y el novio oficial (en este caso un primo, costumbre habitual en Pakistán) esperaban a Farzana a la puerta del tribunal del Alto Tribunal de Lahore, en el este del país, y acabaron con su vida con el método ritual que prescribe la Sharía, la ley islámica, para quien se considere adúltero.

Impunidad

No solo ha conmocionado la brutalidad del asesinato. También lo ha hecho su casi entera impunidad. ¿Qué seguridad puede dar un Estado, como Pakistán, que no garantiza que sus mujeres no sean lapidadas junto al máximo tribunal de justicia estatal?, se pregunta Navi Pillay, comisionada de la ONU para los Refugiados. La complicidad de las autoridades paquistaníes se esconde detrás de una práctica y una mentalidad ancestral y salvaje. El año pasado se registraron en Pakistan 869 casos de “crímenes de honor”. La secuencia es muy parecida: mujeres que mantienen relaciones con hombres no autorizadas por la familia (sus miembros varones) son asesinadas por esta para “limpiar el honor mancillado” por un presunto adulterio.

No existe en el Corán una prescripción concreta sobre la lapidación de adúlteros, pero la tradición islámica ha cristalizado en la Sharía, la ley religiosa, que a su vez es fuente de derecho en muchos países del mundo de mayoría musulmana. Donde no está prescrita en la ley penal, se tolera de hecho y apenas se practican detenciones policiales. Este es el caso de Pakistán. Un reciente sondeo de la firma Pew indicó que el 83 por ciento de los paquistaníes aprueba la lapidación de los adúlteros, reducido en la práctica al asesinato de chicas que no se avienen a la voluntad del padre y de los hermanos varones.

El trasfondo cultural de los “crímenes de honor” entronca con una concepción machista y paternalista, que tiene consecuencias graves para la incorporación de muchas sociedades musulmanas al ámbito de los derechos humanos, en particular sobre igualdad de derechos entre el hombre y la mujer.

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