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El yihadismo lanza una campaña de «limpieza de cristianos» en Nigeria

En su pretensión de crear un «califato islamista», Boko Haram ha lanzado una campaña de exterminio de la población no musulmana de la región

El yihadismo lanza una campaña de «limpieza de cristianos» en Nigeria reuters

eduardo s. molano

Al padre Isaac Achi se le hace nudo en la garganta al recordar. «Eran cerca de las 8 de la mañana. Nada más terminar la misa de Navidad, los fieles comenzaron a salir del templo. Fue entonces cuando un coche bomba hizo explosión», recuerda a ABC.

El 25 de diciembre de 2011, un atentado de los yihadistas de Boko Haram contra el templo de Santa Teresa de Madalla se cobraba la vida de al menos 44 personas y dejaba más de un centenar de heridos. «Cuando salí de la iglesia la visión era dantesca. Decenas de cuerpos carbonizados se apilaban en las calles, mientras los supervivientes gritaban sin saber qué hacer o a dónde ir». La matanza aún pudo haber sido mayor. Es más, la primera intención del suicida (evitada a última hora por la seguridad) era dirigir el vehículo al interior del centro religioso.

Durante doce meses, el padre Achi estuvo reparando destrozos y limpiando la sangre que salpicó los muros de Santa Teresa. Ahora, dos años y medio después, a este templo, situado en una barriada popular de la capital nigeriana, acuden cada fin de semana más de 3.500 personas.

Desde su fundación hace apenas una década, aquellos terroristas de Boko Haram (el nombre del grupo significa «la educación occidental es pecado» en dialecto hausa) se han convertido en exponente del fanatismo islamista crecido en un país en el que una población de 170 millones de personas se reparte a partes iguales entre cristianos y musulmanes.

En 2002, ante la crisis económica que asolaba el norte del Nigeria (de mayoría musulmana), cerca de 200 estudiantes musulmanes de clase alta decidieron establecerse, junto al líder religioso Mohamed Yusuf, en un campamento cercano a la frontera con Níger. El nombre de aquella comuna, «Afganistán», dejaba pocas dudas sobre las intenciones del grupo: establecer un califato islamista en la región. Un camino de locura que Boko Haram ha ido sembrando de víctimas, cristianas la inmensa mayoría.

Inocent Korongo es una de ellas. Durante cinco días, este joven de 22 años luchó en la unidad de cuidados intensivos por su vida. Su cuerpo quedó destrozado en la explosión de Madalla. «Cada mañana me levanto buscando a mi hijo entre sueños», relata su madre, Pauline, «pero la pesadilla nunca acaba». La de Madalla, no obstante, era una tragedia anunciada. En la Nochebuena de 2010 nueve bombas en barrios cristianos de Jos y otras localidades del estado de Plateau, dejan un saldo de al menos 80 muertos. Rápidamente, la autoría es asumida por la milicia islamista de Boko Haram.

Sin embargo, desde el primer momento, el Gobierno de Abuja lo niega: «El modus operandi no pertenece a este grupo armado. Nunca, hasta ahora, se han producido atentados contra la comunidad cristiana de tal envergadura en nuestro país. No son ellos», aseguraba entonces Abdulrahman Akano, portavoz policial del Estado, quien recordaba que los enfrentamientos en el pasado entre los rebeldes (700 muertos solo en 2009) y el Ejército siempre contaron con un componente más político y menos islamista.

Miles de muertos

Cuatro años después, el macabro saldo terrorista de Boko Haram se había ampliado hasta los 5.000 muertos. Un terror siempre al alza, pero que provocó el escándalo internacional el pasado 14 de abril. Ese día, Boko Haram atacaba un internado femenino de Chibok, en el estado norteño de Borno, y secuestraba a más de 200 jóvenes, de entre 16 y 18 años.

El reverendo Matthew Owojaiye, antiguo presidente del Foro de Ancianos de los Estados del Norte, afiliada a la Asociación de Cristianos de Nigeria, asegura que de 180 jóvenes retenidas (algunas fuentes elevan este número a más de 200) al menos 165 de ellas son cristianas, motivo primordial de la elección del centro atacado.

«La mayoría de las niñas secuestradas son cristianas. ¿Por qué Boko Haram acudió a Chibok (lugar donde se localizaba el internado)? ¿Por qué no a otras escuelas del estado de Borno (de mayoría musulmana)?», denuncia. Ansias por sembrar el terror y odio al cristianismo.

«Me obligaron a convertirme al islam. Durante tres meses fui cautiva de ellos», asegura la joven Hajja, que en julio pasado fue secuestrada en las montañas Gwoza, un lugar muy cercano al reciente asedio. Tres meses en los que fue tratada como una esclava al servicio de la banda terrorista, hasta que pudo huir de ellos. Hajja reside ahora en la capital, Abuja.

El auge de Boko Haram no es casual. Las complicidades de ciertos representantes políticos y religiosos del norte del país en los ataques a comunidades cristianas son evidentes. Como reconocía a ABC el imán Hussein Zakaria, uno de los principales líderes religiosos locales, «sin el apoyo de buena parte del Gobierno nigeriano, el crecimiento de Boko Haram habría sido imposible».

Para Zakaria, el entorno político de Kashim Shettima, gobernador de la región de Borno, es clave para entender la fuerza de Boko Haram: «Ya en enero de 2012, uno de los principales sospechosos de la masacre de Madalla fue detenido en la propia residencia del gobernador. Solo unos días después, el reo escapaba del control policial. El apoyo político en Borno es evidente», denuncia el líder religioso.

No es la primera acusación que recae sobre las autoridades políticas de esta región. En 2012, el general Jeremiah Useni, presidente del Arewa Consultative Forum (una organización formada por líderes del norte del país), acusaba a Ali Modu Sheriff, exgobernador local, de ser la mano negra tras el crecimiento de la milicia. «En 2002, Boko Haram tan solo era una sociedad estudiantil. Sin embargo, durante su campaña electoral Ali Modu Sheriff subvencionó y proporcionó armas al grupo para que se convirtieran en matones de su candidatura. Simplemente, aquello se le fue de las manos», reconoce el general.

Venganza

En los últimos meses, Boko Haram ha prometido «vengar la sangre de los musulmanes masacrados en la República Centroafricana» por las milicias (mayoritariamente) cristianas «antibalaka». Ya el pasado mes de noviembre, el secretario general adjunto de operaciones de paz de la ONU, Edmond Mulet, reconocía la posibilidad de que el grupo islamista se apuntara al caos centroafricano. «No creo que (la milicia somalí) Al Shabab vaya allí, pero con Boko Haram sí tenemos indicios de algún tipo de presencia», aseguraba.

Por encima de enredos políticos, el padre Achi solo aspira a proteger a su comunidad cristiana. «Nuestro barrio superó la pesadilla de Madalla, ahora le toca al resto del país», afirma. En aquella tragedia, este párroco se portó como un héroe. «Desde la primera explosión, el reverendo puso su pecho entre los muros de la iglesia y los feligreses. Buscando ser la primera víctima. Él fue el verdadero héroe de Santa Teresa», recuerda Modestus Nnamani, feligrés que colaboró en las tareas de salvamento. Ahora, el padre Achi solo busca ganar la guerra contra el terror en Nigeria. Y en su lucha, no está solo.

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