Viktor Orban revalidará hoy su mayoría excepcional en Hungría

La oposición socialista, dividida y debilitada por sus propias contradicciones, no ha logrado ganar posiciones, ni siquiera con la ayuda de la polémica que se ha mantenido en toda la legislatura sobre los tics autoritarios que se atribuyen a Orban. Se le reprocha que ha recortado las libertades y que ha limitado la acción de la prensa libre. Pero las encuestas siguen dándole favorito indiscutible y para la gran mayoría de electores, el debate televisado con el candidato opositor, Attila Mesterházy, era innecesario.

Es cierto que cuando un partido llega a tener una supermayoría de las dimensiones de la que tiene Fidesz en un país occidental, resulta normal preguntarse si no hay algo que funciona mal en la sociedad, en las instituciones, o en los partidos de oposición, puesto que los sistema políticos tienden a un cierto equilibrio más armónico. En este caso, cuando los electores llevaron al poder a Orban de forma tan arrolladora en 2010 lo hicieron después de un paréntesis de gobierno de los socialistas, tan desastroso para la economía del país que hundió su credibilidad.

Las elecciones que se celebran hoy son una especie de reválida de la legislatura, incluyendo la polémica reforma constitucional que Orban llevó a cabo en solitario, y que en ciertos aspectos llegó a despertar severas críticas por parte de las instituciones europeas.

Pero lo cierto es que en estos momentos, la alianza socialista de alternativa todavía no ha logrado convencer a los húngaros de que pueden volver a confiar en ellos, mientras que Orban ha conseguido mantener al país a flote a lo largo de estos años de crisis, a pesar de las burbujas hipotecarias que han fragilizado el sistema bancario. Hoy por hoy, la única oposición que podría tener tintes preocupantes para Orban y para la estabilidad del país son los ultranacionalistas de Jobbik, el Movimiento para una Hungría Mejor, que podría incluso sobrepasar a los socialistas y su Alianza para el Cambio, a pesar de presentarse con un programa que contiene abiertamente modos filofascistas.

Esta será la primera vez que votarán los húngaros de Rumanía, a los que Orban concedió el pasaporte magiar, a pesar de que no residan ni hayan residido nunca en el país. Son más de un millón y representan una minoría nacional en el país vecino. Rumanía no se ha quejado porque ellos hicieron lo mismo con los moldavos. Al fin y al cabo, ambos fueron víctimas de los tratados que siguieron al desmembramiento del imperio Austro-Húngaro y los corrimientos de fronteras tras la Segunda Guerra Mundial. Y por ello también miran de reojo lo que ha pasado en Crimea, que desde Budapesto o Bucarest no está tan lejos.