El amorío de Hollande con una actriz pone en jaque su carrera política
Su posible relación con la actriz Julie Gayet se ha convertido en un folletón catastrófico para la credibilidad del jefe del Estado
El escándalo de las posibles relaciones amorosas entre el presidente Fraçois Hollande y la actriz Julie Gayet se ha convertido en un folletón catastrófico para la credibilidad del jefe del Estado.
El 78 % de los lectores de Closer —el semanario que lanzó el escándalo con mucho lujo de informaciones y fotografías exclusivas— estiman que la credibilidad del presidente ha quedado «muy deteriorada» . Antes del escándalo, apenas un 20 o un 21 % de los franceses decían tener buena opinión del jefe del Estado.
Le Monde y Le Figaro coinciden en afirmar que el escándalo ha estallado en el peor momento, cuando el presidente intentaba «reconstruir» su imagen , amenazando con «fragilizar» la conferencia de prensa del próximo martes, presentada desde hace meses como un acontecimiento político «fundamental».
Se prestaba a Hollande la intención de «relanzar» sus proyectos de reformas «social – liberales». Dos días antes, las únicas preguntas que se repiten, como un vendaval, por la web de todos los medios franceses, son mucho más «vodevilescas». El semanario Le Point pregunta a sus lectores: «¿Debe Valéry Trierweiler separarse del presidente? ¿ Anunciará Hollande su separación de la actual primera dama?».
Ante la tormenta, los portavoces del Elíseo intentan guardar una calma de pura fachada, comentando, mal que bien: «El jefe del Estado no dirá nada sobre su vida íntima antes de la gran conferencia de prensa del martes».
Hollande cuenta con la «complicidad» indirecta pero muy sólida de toda la clase política nacional. Los líderes de la UMP (Unión por un Movimiento Popular, el partido de Sarkozy) se niegan a comentar el escándalo , temiendo que la metralla termine salpicando de alguna manera la vida sentimental de algunos líderes conservadores.
Le Monde, Liberation, Le Figaro tampoco desean «hacer sangre» con el escándalo, limitándose a informar «con pinzas» sobre la dimensión política de las revelaciones sobre la agitada vida sentimental del presidente de la República. Ninguno de los grandes medios franceses pide responsabilidades o «clarificación» a un jefe del Estado encerrado en el bunker del silencio que desea preservar en nombre de su «derecho a la intimidad». En ese terreno la legislación francesa facilita la hipocresía más absoluta de toda la clase política.
Valéry Trierweiler, la compañera del presidente y Ségolène Royal, la madre de los cuatro hijos de Hollande, tradicionalmente locuaces y comunicativas, guardan un silencio sepulcral sobre las presuntas o reales relaciones de Hollande con Julie Gayet. Relaciones que nadie ha desmentido, refugiándose todos los protagonistas en el silencio convenido, apelando al «derecho a la intimidad».
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