¿Dónde está la Primavera Árabe tres años después?
Viernes de oración frente a una mezquita de la capital tunecina - TEXTO Y FOTO: LUIS DE VEGA

¿Dónde está la Primavera Árabe tres años después?

Balance de los levantamientos en Túnez, Egipto, Libia, Siria, Yemen y Bahréin

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  1. Túnez, la transición cuesta arriba

    Viernes de oración frente a una mezquita de la capital tunecina
    Viernes de oración frente a una mezquita de la capital tunecina - TEXTO Y FOTO: LUIS DE VEGA

    El país que abriera la denominada Primavera Árabe hace tres años sigue sin tener una Constitución que alumbre el camino de la era del depuesto presidente Ben Alí. Además, el Gobierno resultante de las primeras elecciones libres, celebradas a finales de 2011 y ganadas por los islamistas del partido Ennahda, está al borde del precipicio. La presión popular y de la oposición ha llevado al independiente Mehdi Jomaa a recibir la misión de formar como primer ministro interino un nuevo Ejecutivo que lleve a la celebración de unos nuevos comicios y consensuar la Carta Magna. Se han puesto como fecha el próximo 13 de enero, tercer aniversario de la revolución. Más allá de las dificultades económicas que ahondan el desencanto popular, el islamismo radical, contra el que tanto luchó Ben Alí, ha subido como la espuma y supone un verdadero desafío al poder establecido. Dos opositores de izquierdas han sido asesinados en 2103 y los dedos acusadores apuntan a Ennahda como responsable o, al menos, como permisivo con esos yihadistas y terroristas que hasta hace poco habían sido mantenidos a raya. Como en otros países árabes salpicados por las revoluciones, Al Qaida trata de sacar tajada también en Túnez.

  2. Egipto, la historia circular

    Un grupo de ciudadanos pisa una fotografía de Mubarak en la plaza Tahriri de El Cairo
    Un grupo de ciudadanos pisa una fotografía de Mubarak en la plaza Tahriri de El Cairo - FOTO: MIKEL AYESTARAN / TEXTO: PAULA ROSAS

    Un militar controla el poder, la cúpula de los Hermanos Musulmanes se encuentra en la cárcel y la calle cada vez está más amordazada. ¿Egipto en 2010? No exactamente. En apenas tres años, los egipcios han derrocado a un dictador, han sido gobernados por una junta militar, han elegido a su primer presidente civil, han redactado dos Constituciones (la última se votará el mes que viene) y han sufrido –y promovido- un golpe de Estado. Sus dos últimos presidentes aguardan la acción de la Justicia. La Historia se ha desarrollado tan concentrada en Egipto y a un ritmo tan vertiginoso que muchos tienen la sensación de haber vuelto a la casilla del principio. Las grandes manifestaciones del pasado verano que desembocaron en la intervención del Ejército han supuesto un punto de inflexión. Para los que apoyan al general Abdel Fatah el Sisi, los militares restablecieron la senda de la revolución, que había sido «secuestrada» por los Hermanos Musulmanes. Para los defensores del depuesto presidente Mohamed Musrsi, que tiene actualmente tres procesos judiciales abiertos contra él, el Ejército ha masacrado a sangre y fuego el camino de la democracia. A Egipto le faltan ya manos para contar a sus muertos. Más de un millar en la represión de manifestantes islamistas tras el golpe, y los militares y policías muertos en ataques terroristas se cuentan ya por centenares. La brecha abierta en la sociedad es, a día de hoy, incurable.

  3. Libia, una espiral de violencia sin freno

    Un ciudadano muestra una caricatura de Gadafi en una calle de Bengasi
    Un ciudadano muestra una caricatura de Gadafi en una calle de Bengasi - texto y foto: luis de vega

    Dos años después de la muerte de Muamar Gadafi el país magrebí sigue sumido en la violencia, el caos y el desgobierno. Una parte importante de las milicias nacidas durante el levantamiento de 2011 siguen sin obedecer a una autoridad puesta a diario en entredicho. Esos grupos armados protagonizan de manera cotidiana incidentes y choques que a menudo suponen una afrenta directa al Ejecutivo. Bengasi, la gran ciudad del este del país que se erigió como capital de la revolución, es escenario de asesinatos y atentados que tienen como objetivo principal a las autoridades. Además, con el control de los hidrocarburos –pilar esencial de la economía- de fondo, las diferencias entre las dos principales regiones del país, Tripolitania, al oeste, y Cirenaica, al este, se han multiplicado las diferencias internas con voces cada vez más elevadas a favor de la autonomía de esta segunda región. Da la sensación de que Libia no ha logrado pasar página casi tres años después del levantamiento popular y la guerra civil que derrocó al sátrapa. Muchos de los abusos y desmanes que llevaron al pueblo a levantarse contra más de cuarenta años de dictadura se están repitiendo en medio de un clima de venganza y rencillas sin fin.

  4. Siria, Assad o islamismo

    Unos niños junto a los restos de unos coches calcinados tras un atentado en Damasco
    Unos niños junto a los restos de unos coches calcinados tras un atentado en Damasco - texto y foto: mikel ayestaran

    Más de 100.000 muertos, 2,5 millones refugiados y 4 millones de desplazados internos. Las cifras de Siria dibujan la magnitud de la revuelta contra la dictadura de Bashar Al Assad reconvertida en una guerra en la que se cruzan las agendas políticas y confesionales de las grandes potencias mundiales y regionales. Los sirios se echaron a las calles para pedir libertad y democracia, pero tres años después son víctimas de decisiones que se toman en los despachos de Moscú, Washington, Teherán o Riad y protagonizan una batalla más de la vieja guerra del Islam entre chiíes (apadrinados por Irán y aliados de Assad, que pertenece a la secta alauita) y suníes (la secta mayoritaria del país que cuenta con el respaldo de las monarquías del Golfo y sus grandes fortunas que han repetido el modelo de Afganistán e Irak financiando la yihad, esta vez contra los chiíes a quienes consideran heréticos). Los civiles tienen que huir de su país o quedarse en casa para ponerse a cubierto de los choques entre el Ejército, reforzado por la milicia libanesa de Hizbolá, y los grupos armados de una oposición en la que la indecisión de Occidente ha abierto las puertas a grupos vinculados a Al Qaida y a alianzas como el Frente Islámico, compuesto por las siete brigadas más importantes del país y con el objetivo de «restablecer el califato». El modelo que se ha impuesto en las zonas bajo control rebelde ha empujado a Occidente a reconsiderar la opción de mantener a Assad en su puesto para tomar parte en una transición que debería echar a andar tras la conferencia de paz de Ginebra del 22 de enero.

  5. Yemen, la guerra sectaria eclipsa la transición

    Un manifestante golpea con su zapato una imagen del depuesto dictador Saleh
    Un manifestante golpea con su zapato una imagen del depuesto dictador Saleh - texto y foto: mikel ayestaran

    Yemen tiene una hoja de ruta para 2014, pero la guerra sectaria abierta en el norte del país entre suníes y chiíes, el rebrote separatista en el sur y el papel cada vez más importante de Al Qaida en la Península Arábiga (AQPA), a través de Ansar Al Sharia, filial de la organización que actúa en la parte sur del país, ponen en peligro el éxito de la transición. Tras diez meses de revuelta interna el país árabe más pobre logró echar a su dictador, Alí Abdula Saleh, que llevaba 30 años en el poder, a través de un plebiscito en febrero de 2012. Su lugar lo ocupó su número dos, Abd-Rabbu Mansour Hadi, que lidera una transición cuyos próximos pasos deberían ser el final del diálogo nacional, la formación de un nuevo gobierno que incluya a todas las sensibilidades y que en un plazo de nueve meses sea capaz de organizar un referéndum constitucional, la salida de las milicias de las calles de las principales ciudades… proyectos sobre el papel que chocan con el deterioro de la situación de seguridad en el país, donde las guerras internas vuelven a primera línea.

  6. Bahréin, el muro del silencio de los medios árabes

    Mujeres policía detienen a una manifestante
    Mujeres policía detienen a una manifestante - foto: reuters / texto: francisco de andrés

    El reciente anuncio de que Bahréin se dispone a comprar material antidisturbios norcoreano para hacer frente a las protestas chiíes subraya la inestabilidad que siente la monarquía suní desde el estallido de la Primavera Árabe. Con la adquisición de 1,6 millones «habrá más botes de gases lacrimógenos en el país que personas», subrayó la ONG «BahrainWatch». Bahréin cuenta con una población aproximada de 1,3 millones de habitantes. Las protestas intermitentes exigen una mayor presencia en el gobierno bahrení de los grupos de oposición, que representan a la mayoría de la población musulmana chií. La monarquía absoluta de Bahréin, emparentada con otras del Golfo, se niega a darles más espacio político por miedo a la influencia de Irán. Las protestas de 2011 provocaron la intervención armada del ejército de Arabia Saudí -que acudió a la isla tras una petición de ayuda del emir-, pero han decaído en los últimos meses. Ha sido determinante tanto la represión policial como el muro de silencio levantado en torno a Bahréin por los medios de comunicación árabes, en su mayoría cercanos a las monarquías suníes.

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