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«¡Obama es un cobarde, victoria!»

El bastión alauí de Damasco vive con alivio y orgullo el aplazamiento del ataque

«¡Obama es un cobarde, victoria!» afp

mikel ayestaran

En 11-S, el presidente Bashar al Assad cumple 48 años ; el mismo día que Barack Obama decide posponer el ataque y dar una oportunidad a la vía diplomática para solucionar la crisis abierta por el uso de armas químicas en Siria. En el barrio de Mezze 86, bastión alauí en Damasco, hay una mezcla de alivio y orgullo . Los vecinos, mayoritariamente miembros de la misma secta a la que pertenece la familia Assad, saben que el vecino palacio presidencial es uno de los objetivos potenciales y el impacto de un Tomahawk tan cerca podría ser letal para las miles de casas levantadas de manera irregular a las faldas de esta colina.

Una fotografía enorme de Bashar vestido de militar da la bienvenida a los vehículos que hacen cola a la espera de pasar el control de seguridad. Los comités populares , grupos de vecinos armados por el ministerio de Defensa, registran cada vehículo y la documentación de sus ocupantes. Este lugar ha sufrido varios atentados con coche bomba y los restos de alguno de ellos están justo unos metros después de puesto del control.

Por encima de la minoría cristiana , los alauíes son el objetivo número uno de los grupos extremistas de la oposición armada que, como al resto de las ramas del chiismo, les consideran herejes. Pasado el control la carretera sin asfaltar se eleva entre casas de alturas diferentes con los ladrillos a la vista, que forman una enorme colmena grisácea que casi ha duplicado su población desde el estallido de la revuelta.

«Gran hermano»

Aquí viven unas 400.000 personas, que forman la auténtica quinta columna del régimen. Desde cada escaparate las fotos de algún miembro de la familia Assad vigila la calle, una sensación de «gran hermano» que a nadie parece molestar, todo lo contrario, el culto al líder es religión y en las paredes cuelgan banderas con el eslogan «¡Alá, Siria, Assad!» .

«Victoria. Es una victoria lo que estamos viviendo. Si Estados Unidos estuviera seguro de su éxito habría atacado sin dudarlo», repite extasiado Maen Yalad, vendedor de pipas de agua de 29 años que tiene decorada su tienda con un cuadro de dos metros de altura con las fotos de Hafez, Maher, Basil y Bashar Al Assad por el que pagó 12.000 libras (42 euros al cambio actual), «pero por el que estaría dispuesto a ofrecer hasta 100.000 (357 euros), soy leal hasta los huesos y no lo digo solo de palabra». Yalad, como la mayoría de los vecinos de este lugar, llegó a la capital desde la costa mediterránea donde se encuentra la cuna de una secta a la que pertenece el diez por ciento de la población y que controla el país desde 1971. La llegada al poder de Hafez Al Assad, padre del actual presidente, marcó el ascenso a los puestos clave del régimen y del partido Baaz de miembros de esta confesión que hoy lideran las fuerzas del orden, la inteligencia («mujabarat») y los «shabiha» (matones a quienes los informes de la ONU les acusan de estar detrás de matanzas sectarias) encargadas de la represión.

Esta colina servía hasta mediados de los ochenta de acuartelamiento a una brigada del Ejército llamada Mezze 86, pero ahora es una las zonas más densamente pobladas de la capital. «Estamos más seguros gracias al trabajo del Ejército que avanza frente a los terroristas (forma de referirse a la oposición armada), después de 29 meses sigue siendo fuerte y eso ha sido uno de los problemas de Obama, que teme la respuesta de Siria», piensa Ala Leyla, barbero de 29 años en cuyo establecimiento hay sólo dos pequeñas pegatinas de Bashar en el espejo, «no importa el tamaño o el número, lo llevamos grabado en el corazón y con el retraso de esta intervención militar vemos cada vez más clara la grandeza de Bashar respecto a Obama, un cobarde ».

Las últimas cuatro décadas han supuesto una especie de paréntesis para los alauíes que han dejado atrás un pasado marcado por la persecución y el sometimiento a la gran mayoría suní, entre el 70 y el 75 por ciento de la población y de donde sale el grueso de los sirios que quieren derrocar a Assad. No tienen mezquitas, rezan en casas privadas organizando una especie de misa con ayuda de pan y vino, respetan fiestas musulmanas como el ‘Aid Al Fitr’, pero no respetan el ayuno del ramadán, tampoco peregrinan a la Meca y celebran las Navidades cristianas… Unos herejes en toda regla para los fundamentalistas.

«Esta secta está poniendo el mayor número de muertos en este bando del conflicto, es cierto, pero es una lucha por la supervivencia frente a los extremistas. La patria necesita reconciliación, por este camino vamos a la destrucción total », lamenta Fouad Jadur, comerciante de 34 años que vive más tranquilo desde que pasó la amenaza de un ataque inminente porque «hubiera sido demoledor. Es momento de poner las armas químicas en manos de la ONU y entonces quedará quién es el culpable de su uso si vuelve a haber una matanza».

Calles sin nombres

Las calles no tienen nombres, pero todos coinciden en señalar un cruce de caminos como la plaza central del Mezze 86. Allí paran las furgonetas de transporte público y hay dos restaurantes de shawarma (comida rápida de Oriente Medio a base de pollo o ternera). Un hombre uniformado y con larga barba negra habla por el móvil, pero al ver un extranjero cuelga y se acerca. Se presenta como un miembro de las fuerzas especiales, en su opinión «ahora podemos hablar de una victoria parcial, la auténtica victoria final habría sido la lograda con nuestro contraataque». En medio de tantas fotos del presidente, nadie ha recordado su aniversario en toda una jornada marcada por la nueva oportunidad para que la diplomacia trate de encontrar una salida al conflicto.

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