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Bersani no logra formar gobierno en Italia y Napolitano toma las riendas

El presidente deberá decidir pronto si encarga un Gabinete encabezado por un técnico o vuelve a convocar elecciones

Bersani no logra formar gobierno en Italia y Napolitano toma las riendas reuters

“Es necesario un milagro” para formar gobierno, había confesado Pier Luigi Bersani, el líder de la coalición centro-izquierda, Pier Luigi Bersani, encargado el pasado día 22 por el presidente de la Republica, Giorgio Napolitano, de comprobar si existían las condiciones para formar un gobierno que tuviera la mayoría en ambas cámaras del Parlamento. Pero el milagro no se produjo, y tras más de una semana de pasión Bersani tuvo ayer que reconocer su fracaso.

Después de una hora y cuarto de coloquio en el palacio del Quirinal con el presidente de la República, Giorgio Napolitano, un cariacontecido Bersani, secretario del Partido Democrático, manifestaba: “He referido del resultado del trabajo de estos días que no ha llevado a un resultado positivo. He descrito también las dificultades y de las condiciones que he considerado inaceptables”. Bersani, visiblemente irritado, no aceptó ninguna pregunta de los periodistas. La palabra pasa ahora al presidente Napolitano, quien en un comunicado señaló que “sin demora adoptará iniciativas que le permitan concretar personalmente posibles soluciones”.

El coloquio entre Napolitano y Bersani estuvo lleno de tensión, según ha trascendido en diversos medios. De hecho, para crear más confusión, el Partido Democrático ha señalado que su líder Bersani no ha renunciado al encargo de formar gobierno. Lo que parece claro es que Napolitano no está dispuesto a perder más tiempo.

«No podemos esperar»

El jefe del Estado, que realizará hoy mismo rápidas consultas con los partidos políticos, tiene ahora dos posibilidades: encargar la formación de un gobierno del presidente guiado por un técnico, una solución parecida a la que realizó con Mario Monti en noviembre del 2011, o un gobierno institucional encabezado por una personalidad de las instituciones. Desde todos los sectores hoy se clama por la urgencia de dar un gobierno al país: “No podemos esperar, se acaba el oxígeno”, ha manifestado el presidente de Confindustria, la patronal italiana, Giorgio Squinzi.

El líder del Partido Democrático Bersani, que ganó por muy escasa mayoría las elecciones del pasado 25 de febrero, no ha logrado convencer a ningún partido para obtener los 35 votos que le faltaban en el Senado y lograr con ello la mayoría. Su fracaso se veía venir. Sus conversaciones con los partidos se vieron además complicadas porque en la negociación entró también, como una cuestión clave, la elección del próximo presidente de la República, porque Giorgio Napolitano acaba su mandato en el próximo mes de mayo. Silvio Berlusconi se mostró dispuesto a formar un gobierno de coalición con el centro-izquierda, pero a cambio exigía ser elegido presidente de la República, o que fuera designada una personalidad de su agrado. El objetivo ultimo del Cavaliere es contar en la jefatura del Estado con alguien de su confianza que le sirva de escudo o le pueda parar los procesos que le persiguen, en dos de los cuales las sentencias están a punto de llegar: Mediaset (fraude fiscal) y caso Ruby (prostitución de menores y abuso de poder).

¿Nuevas elecciones?

Ante las exigencias de Berlusconi, el secretario del PD Bersani, que siempre rechazó un gobierno de coalición con Il Cavaliere, le respondió que no estaba dispuesto a realizar intercambios entre gobierno y presidencia de la República.

Bersani esperaba contar con algún apoyo del Movimiento 5 Estrellas (M5E) del cómico Beppe Grillo y para ello preparó un programa de ocho puntos, con el fin de granjearse la simpatía y aceptación de los grillinos. Pero el secretario del PD perdió el tiempo, porque sus propuestas de cambio encontraron siempre un muro insalvable e incluso insultos por parte de Grillo, quien diariamente le ha lanzado provocaciones: la última ha sido que “el parlamento se ponga a trabajar, aunque sea sin gobierno”.

La solución, por tanto, está en manos del presidente, con un gobierno inspirado por él. Al margen, solo queda la eventualidad de nuevas elecciones. Más allá de la propaganda que cada partido hace, nadie desea el voto en estos momentos, porque se corre el riesgo de que con la ley electoral actual (culpable de la crisis y de que haya nacido un parlamento prácticamente ingobernable) se vuelva a reproducir el mismo caos político.

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