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siria, dos años de revuelta

Fútbol bajo las bombas

Los damascenos se han acostumbrado a la banda sonora de los continuos bombardeos sobre la capital. Los partidos en el estadio de Yaramana siguen concentrando a jóvenes de todo el barrio

Fútbol bajo las bombas m. ayestaran

mikel ayestaran

La carretera al aeropuerto internacional de Damasco es una lotería. Zoher Al Hawal lo sabe muy bien porque trabaja conduciendo el autobús en el que cada día intenta llevar al personal de Syrian Airlines, pero muchas veces se quedan en el intento a causa de los combates. Desde hace unos días vive como desplazado en el estadio de Yaramana junto a otras 39 familias. Salió de Daraya porque la situación era insostenible y ahora vive en este recinto deportivo situado en plena ruta al aeropuerto, pero justo frente a otro barrio en manos de los grupos de la oposición desde el que cada día reciben ataques.

«El primer día, nada más llegar, dispararon con un RPG contra el estadio y casi matan a mi mujer que estaba tendiendo la ropa, cada vez hay menos lugares seguros», informa Hawal. No hay más que permanecer unos minutos en el lugar para escuchar los disparos desde el otro lado, esta vez de AK47. Los coches pasan volando por la autopista que ahora mismo es la frontera entre las dos sirias, la que controla el régimen y la que está en manos de los grupos opositores, ciudades fantasma sin apenas vida debido a los fuertes bombardeos. Los disparos no parecen molestar, sin embargo, a dos equipos de refugiados iraquíes que se disponen a jugar su partido diario en el campo de hierba artificial.

«Repliegue táctico»

Cada día que pasa el Gobierno pierde el control sobre más zonas. Es lo que algunos analistas consultados denominan «repliegue táctico» porque lo que interesa a estas alturas es centrar los esfuerzos en mantener los lugares más importantes. El Ejército ha cambiado de estrategia y, después de dos años, los soldados combaten en sus lugares de origen. Esto ha empezado en Alepo, una ciudad por la que sí piensa seguir peleando Al Assad. Lo mismo que Homs y, sobre todo, Damasco. Otras como Idlib, Deir Ezzor, Raqqa o Deraa las dan por perdidas y no parece que vayan a realizar grandes esfuerzos. Latakia, Tartús y Sweida continúan siendo leales.

Dos sirias funcionan ahora mismo en paralelo y ese repliegue aparente del régimen, sin embargo, no implica una retirada definitiva porque siguen los bombardeos aéreos como muestra de que no hay lugar seguro fuera de la sombra de Assad. Pero recuperar estas plazas por la fuerza será imposible.

«No hemos usado ni la mitad de la fuerza disponible», es el argumento que los cargos oficiales del Gobierno repiten una y otra vez. También hablan de helicópteros, aviones y armas de última generación que tampoco se han empleado «porque no ha hecho falta». Estos comentarios los realizan desde esta especie de «zona verde» al estilo de la instaurada por los americanos en el centro de Bagdad que es Damasco. De tanto repetir la versión oficial parece que se la creen, pero por si acaso todo el que ha podido ya ha enviado a sus familias fuera del país. Este abandono del barco es muy significativo y ha creado profundo malestar entre muchos funcionarios próximos a estos altos cargos que cuestionan abiertamente a sus jefes.

Incertidumbre y miedo al cambio son las dos palabras más repetidas en Damasco. El romanticismo que inspiró la revolución en sus comienzos ha mutado a un esceptiscimo ante la oferta que propone una oposición liderada en los alrededores de la capital por el Frente Al Nusra, grupo próximo a Al Qaida, y sus Consejos de Sharia .

Los desplazados internos llegados de todo el país saben lo que dejaron atrás y se lo han contado a los habitantes de una capital en la que, pese al alza de los precios , los mercados siguen bien abastecidos, hay servicios médicos, funcionan las escuelas, hay luz y agua y los que quieren y pueden tienen la opción de salir con seguridad del país vía Líbano. No hace falta ver la tele, los medios oficiales apenas hablan de lo que sucede, todos son éxitos de sus fuerzas armadas y estos días en lugar de informar sobre lo que pasa en el país abren con la muerte de Hugo Chávez como si todo fuera normal.

Temor a un nuevo Alepo

Damasco se mira en el espejo de Alepo. Allí la revuelta prendió por sorpresa y en apenas 24 horas comenzaron los combates en el centro urbano. Fue el 21 de julio, tres días después del atentado contra la cúpula de seguridad en Damasco y pilló al régimen desprevenido. Los desplazados internos de todas las zonas rurales que llevaban meses en la capital comercial del país abrieron las puertas a los grupos del Ejército Sirio Libre (ESL) y estos lograron hacerse fuertes en amplias zonas de Alepo iniciando una lucha urbana que sigue viva.

El temor en Damasco es que ocurra algo similar, por eso la desconfianza crece con el paso de los días entre la gente. El Ejército ya no entra en los núcleos rebeldes, se limita a rodearlos y esperar que la artillería y la aviación machaque la zona. Los bombardeos continuos se han convertido en la banda sonora de la capital. Una banda con la que se han acostumbrado a convivir los ciudadanos y por eso la vida sigue y los partidos en el estadio de Yaramana siguen concentrando a los jóvenes de todo el barrio.

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