La crisis nuclear de Fukushima y la economía marcan la campaña electoral en Japón
A pesar del desastre, los conservadores, pronucleares, podrían volver al poder por el desgaste del Gobierno socialdemócrata y la amenaza de una nueva recesión
Dentro de dos semanas, concretamente el domingo 16 de diciembre, Japón celebra sus primeras elecciones tras el devastador tsunami del año pasado y el desastre de Fukushima, el peor accidente nuclear desde Chernóbil en 1986. Demostrando que la crisis atómica sigue abierta y centrando buena parte del debate nacional, los candidatos de los dos principales partidos nipones han iniciado este martes la campaña electoral en la prefectura de Fukushima, afectada por las fugas radiactivas de la siniestrada central.
Mientras el primer ministro y aspirante del Partido Demócrata de Japón (PDJ), Yoshihiko Noda , escogía Iwaki, la segunda ciudad más populosa de la prefectura, su rival del Partido Liberal Democrático (PLD), Shinzo Abe , daba un mitin en la capital, Fukushima, donde prometió «proteger la seguridad de los niños y el público, así como nuestro territorio y nuestras bellas aguas».
Aunque el PLD, de ideología conservadora, fue el partido que propició la expansión de la energía atómica en Japón durante más de medio siglo de gobierno (1955-2009), las encuestas lo dan como favorito a estos comicios por la mala gestión económica y las promesas incumplidas del actual Ejecutivo. Enarbolando un programa eminentemente social, el PDJ cosechó en agosto de 2009 una victoria histórica al acabar con la larga hegemonía conservadora gracias al espíritu de cambio que parecía personalizar su candidato, Yukio Hatoyama . Sin embargo, no duró ni un año como primer ministro y se vio obligado a dimitir al no poder cumplir sus intenciones de cerrar la base americana de Okinawa . En junio de 2010, a Hatoyama le sustituyó Naoto Kan , quien tuvo que enfrentarse a la crisis más grave que ha sufrido Japón desde el final de la Segunda Guerra Mundial con el devastador tsunami de marzo de 2011, que se cobró casi 19.000 vidas, obligó a la evacuación de 160.000 personas y dañó tres de los seis reactores de la central nuclear de Fukushima 1, cuyos núcleos se fundieron totalmente y aún no han sido retirados del terreno. Desde entonces, cerca de 80.000 vecinos que vivían en un perímetro de 20 kilómetros alrededor de la planta han tenido que abandonar sus casas por la alta radiación y no saben cuándo regresarán a sus hogares, si es que algún día pueden hacerlo.
En agosto del año pasado, Yoshihiko Noda sustituyó a Naoto Kan como primer ministro con la intención de agotar la legislatura, que debía concluir el próximo verano. Pero, finalmente, se vio obligado a adelantar las elecciones por el fuerte rechazo social que generó su plan de aumentar un 5 por ciento una especie de IVA vigente en Japón, que fue finalmente aprobado por la Dieta (Parlamento). Aunque Noda sobrevivió a una moción de confianza, se había comprometido a convocar elecciones «pronto» y, el 16 de noviembre, cumplió su palabra al disolver el Parlamento y fijar la fecha de la cita con las urnas antes de final de año . Una decisión que ha dividido a su partido por el miedo a perder no sólo el poder, sino una oportunidad histórica para marcar un verdadero cambio en la habitualmente tradicional política nipona.
Mientras los socialdemócratas proponen prescindir de la energía atómica en 2030, cerrando los 54 reactores nucleares existentes en Japón y no construyendo ninguno nuevo, los conservadores apuestan por volver a conectar los que ya han sido declarados seguros, que fueron apagados tras el accidente de Fukushima. Si ganan, en los próximos diez años decidirán qué mezcla de energías, sin renunciar a la nuclear, es la más apropiada para el imperio del Sol Naciente. Como las encuestas dan la victoria al PLD por el desgaste del Gobierno, Greenpeace ha criticado que un partido pronuclear pueda ganar las primeras elecciones tras la catástrofe de Fukushima cuando dicha energía ha sido ya rechazada por otras naciones avanzadas como Alemania e Italia.
Disputas territoriales
Para animar la alicaída economía nipona, que se enfrenta a su cuarta recesión desde el año 2000, los conservadores apuestan por relajar la política monetaria y aumentar el gasto público. Una medida que los socialdemócratas consideran suicida porque la deuda pública ya asciende al doble del Producto Interior Bruto (PIB) de Japón, el tercero del mundo tras EE.UU. y China.
Para hacer frente a la emergencia de Pekín, con quien Japón mantiene disputas territoriales sobre islotes deshabitados pero ricos en recursos naturales , los liberales también prometen aumentar los gastos militares y rebajar el pacifismo de la Constitución.
Como aún hay un 40 por ciento de votantes indecisos , todo indica que cualquiera que sea el partido ganador deberá formar un gobierno de coalición, lo que amenaza con traer más inestabilidad a la convulsa escena política de Japón, que ha tenido siete primeros ministros desde 2006. Precisamente, uno de ellos, el conservador Shinzo Abe, vuelve a intentarlo después de que los escándalos de corrupción de su Gobierno le minaran la salud hasta tal punto que tuvo que abandonar el cargo en 2007 y recibir tratamiento médico aquejado por una depresión. Tras la devastación causada por el tsunami y las fugas radiactivas de Fukushima, los comicios del próximo día 16 suponen una segunda oportunidad no sólo para Abe, sino para todo Japón.
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