La vida en Palacio comienza sobre las siete de la mañana,
cuando el Rey, el más madrugador de la Familia, se
levanta para hacer deporte. La Zarzuela, igual que la casa
del Príncipe, cuenta con un completo gimnasio en uno
de los laterales del palacete junto a la pista de pádel.
Después del ejercicio matinal, el Monarca recibe la
visita de su médico personal y desayuna. La primera
comida del día no requiere de más compañía
que los periódicos y del resumen de prensa que el Departamento
de Medios de Comunicación de la Zarzuela elabora para
todos sus miembros a partir de las ocho de la mañana.
Letizia Ortiz se convirtió por entonces en la iinvitada de
los Reyes desde el mismo día que se anunció el compromiso
con el Príncipe, el sábado
uno de noviembre de 2003. En un primer momento, se pensó en
otras opciones para alojarla con las máximas garantías,
ya que su piso de la avenida de los Almendros se había
hecho muy conocido.Se consideró la posibilidad de que
residiera en El Pardo o aceptar la amable cesión de
una casa de un amigo en Aravaca, pero ambas se descartaron
por inseguras o costosas.
Letizia habita en el Palacio pero no vive en el pabellón
de invitados, sencillamente porque La Zarzuela no cuenta con
esas instalaciones. Existen algunas habitaciones para invitados
en el mismo edificio que ocupan los Reyes y la princesa Irene,
pero no pabellones. Podría haber ocupado la antigua
alcoba de la Infanta Elena, la misma que cedió en su
día Doña Elena al Rey Hassan de Marruecos. Una
habitación sencilla con vistas, por un lado, a los
jardines de la piscina (cubierta en invierno y descubierta
en verano), y por el otro, a la zona de las cuadras, que se
construyeron para albergar los caballos de la Infanta Elena,
al foso del tiro al plato y al helipuerto. Podría haber
sido esa habitación o la de la Infanta Cristina, pero
no ha sido esa la escogida, sino la que habitaba su prometido,
cuando aún vivía con sus padres. En realidad,
las tres son contiguas y reúnen las mismas características
de sencillez. Eso sí: han suprimido los póster
de las paredes, las han pintado y han colocado un ordenador.
También cuenta con una salita, por si quiere recibir
visitas privadas.
En la tranquilidad de su habitación, repasa la prensa
y examina el resumen que le pasan. Ese resumen también
incluye los libros que sobre ellos se están publicando.
Hoy le toca el turno a «Príncipe de corazones»,
un relato sobre la personalidad y vivencias de su prometido
y de ella misma. Luego contesta su correo electrónico;
antes tenía una cuenta con yahoo pero quedó desactivada
coincidiendo con su nueva vida. Hace sus llamadas personales,
tiene una línea de teléfono asignada con su
propio número y cuando le surgen dudas de protocolo,
comunicaciones o actos oficiales, se dirige a las personas
encargadas de esos departamentos, pregunta y toma nota.
Si el Príncipe tiene comidas de trabajo o está de
viaje, Letizia puede aprovechar para reunirse con un grupo
de antiguos colegas en un reservado del restaurante «El
Amparo». Lugar al que siempre le ha gustado acudir a
su prometido.
Letizia avisa de su salida al exterior y seguridad monta el
operativo correspondiente para ese desplazamiento. Así en
dos coches oscuros del parque móvil llegan al callejón
de Puigcerdá del barrio de Salamanca y la futura
princesa de Asturias pasa un par de horas a sus anchas,
degustando unas vieiras con boletus y una liebre. La cuenta
la pagan a escote.
Unas compras rápidas por la zona comercial del elegante
barrio y regresa a Palacio. Allí todavía puede
que tenga tiempo de recibir alguna clase de historia y en ésas
está cuando le comunican que acaban de recibir unas
exquisiteces gastronómicas de Semon y también
más regalos de boda: varias vajillas que pide que las
guarden, junto a las otras que ya han llegado, en la bodega
de la casa del Príncipe.
Se cambia de ropa y, sobre las nueve y media se reúne
con los Reyes, la princesa Irene y el Príncipe para
cenar. Según van llegando toman sitio en el comedor
privado de la primera planta. Toman un aperitivo, hasta que
ya se encuentran todos los comensales sentados y los dos camareros,
siguiendo las instrucciones del jefe de camareros, comienzan
a servirles. Excepto la princesa Irene, que no come nada que
tenga ojos, el resto degusta un exquisito pescado al horno
con guarnición de verduras. Y de postre yogures griegos,
una de las pocas incorporaciones gastronómicas de su
país de origen que Doña Sofía ha introducido
en la dieta familiar. La Reina decide las viandas para toda
la Familia, según el libro de menús que se le
presenta diariamente. Las infusiones y cafés se toman
en el salón contiguo. Hoy no hacen tertulia ni ven
televisión, porque tienen película.
A continuación se dirigen todos a la sala de cine del
Palacio, para ver el último estreno del momento, que
bien podría ser «La pasión» de Mel
Gibson, de la que el Ministerio de Cultura les facilita una
copia para su pase privado. La Familia Real se sienta en el
salón de la primera planta a comentarla. El Rey se
enciende un puro cubano, largo y fino de la marca «El
rey del puro» acompañado de su copita de whisky,
la Reina se decanta por un cigarrillo holandés y, como
no bebe alcohol, escoge un zumo de frutas y un gin-tonic los
prometidos. Una velada más.