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UN VIAJE POR LA HISTORIA

Huellas de identidad

La Guerra Civil arrasó la ciudad en 1937, borrando prácticamente todos los recuerdos de su pasado. Sobre sus ruinas se levantó una ciudad joven, que procura no olvidar sus raíces, de siglos de historia, reconquistas, duques... y, ahora, progreso

Pocos vestigios históricos han quedado hoy para los ojos de los ripenses. Pocos son también los vecinos que verían en ellos el reflejo de algún pasado propio, casi todos foráneos sin estirpe en la ciudad.

Rivas Vaciamadrid es de los pueblos más jóvenes de la Comunidad de Madrid. La ciudad que hoy conocemos fue inaugurada en el año 1959, un 23 de julio, sobre los cimientos de otra Rivas Vaciamadrid, que quedó arrasada durante la Guerra Civil, y con él, sus archivos y casi su memoria. Sin embargo, la ciudad hunde sus raíces en siglos de historia, de la que ha sido testigo y, a veces, como en esa guerra fraticida, una protagonista dramática.

Hasta el siglo XIX, el municipio habían sido dos aldeas independientes, separadas por kilómetros, y por orígenes distintos: la una —Rivas del Jarama— nació cristiana, y la otra —Vaciamadrid— mora.

Los primeros rasgos históricos se remontan a la época romana, cuando la región vivía bajo influencia de la gran ciudad de Complutum (hoy Alcalá de Henares). Existen indicios de que en la zona hubo una urbe llamada Ripia Carpetana, pero apenas se conservan rastros.

Curiosamente, el nombre de Rivas no proviene de aquella «Ripia», sino del apellido de su fundador: Guillermo Rivas, capitán segoviano, que por orden del rey Alfonso VI creo en el siglo XI un enclave militar cristiano.

Madrid fue una frontera de guerreo continuo durante la Reconquista, donde se erigieron castillos, torres y alcázares. Pero de las fortificaciones medievales y árabes de Rivas y Vaciamadrid, no ha quedado huella alguna.

El nombre de Vaciamadrid es de origen musulmán, aunque trastocado por los años. Agustín Sánchez Millán recoge en su espléndido libro, «Rivas Vaciamadrid, mi pueblo», el hermoso camino etimológico de este nombre, que fue al principio Manzil Mayrit, que significa el «parador de Mayrit (Madrid)», en referencia a una posada para caminantes.

Fue después Mazalmadrit, y luego Haçalmadrit. Y con los siglos, olvidado ya su significado original, se confundieron ambas palabras con la expresión «Va hacia Madrid». Algo lógico, para un lugar de trasiego de viajeros y comerciantes en dirección a la Corte del reino.

La cercanía con Madrid convirtió muy pronto a ambos municipios en señoríos, en manos de nobles, pero de propiedad real. Agustín Sánchez recuerda cómo Felipe II pasaba épocas de descanso en Vaciamadrid.

No sumaban juntas más de 20 vecinos en esa época, dedicados al cultivo. Entonces no existían núcleos urbanos, sino fincas dispersas.

Fue en el siglo XVII, bajo el reinado de Felipe IV, cuando el municipio de Rivas del Jarama (ya de 87 vecinos) pasa a vincularse con la dinastía de los Saavedra, herederos del título aristocrático de Rivas; primero como marqueses y a partir del 1792 como duques. El tercer duque de Rivas, Don Ángel Saavedra, cordobés de nacimiento, y autor de «Don Álvaro, o la Fuerza del Sino», pasó a los anales de la Literatura, en el siglo XIX, más conocido por este título que por su nombre.

Bajo la protección de estos nobles se construyó el convento de los padres Mercedarios Descalzos (siglo XVII), una joya arquitectónica del barroco que aún se conserva.

También en el siglo XVII Vaciamadrid recibía la cédula de villa (1618). Será, finalmente, en 1845, cuando los dos municipios se unan como Rivas Vaciamadrid bajo un mismo ayuntamiento.

De su historia posterior, poco se conserva: en 1937, la guerra civil arrasó con todo. Rivas Vaciamadrid se convirtió durante dos años en escenario de la primera, la más larga, y más devastadora batalla: la del Jarama.

Sólo quedaron ruinas. Y sobre ellas se reconstruyó el pueblo en los años 50, por la institución de Regiones Devastadas. Se erigió la iglesia, la escuela, el ayuntamiento, el cementerio, un juzgado... Y la casas fueron construidas alrededor por sus poco más de 500 vecinos, que volvían a su pueblo.

Durante toda la dictadura franquista, y parte de la Transición democrática, en los años 70, Rivas Vaciamadrid permaneció como un apacible y tranquilo pueblo en las afueras de la gran metrópoli, que no se acordaba de él más que para vaciar su basura en el vertedero.

Es en los años 80 cuando comienza el crecimiento demográfico, urbanístico y económico que la han caracterizado hasta hoy. Son años en los que nacen las «Urbanizaciones» de Pablo Iglesias, como cooperativa de UGT, y la de Covibar, por CC.OO., a las que seguirían en los 90 un sinfín de residencias, equipamientos, nuevas infraestructuras y edificios emblemáticos que convierten a Rivas en un sinónimo del progreso reciente de la Comunidad madrileña.